A escasas semanas de haber concluido el primer ejercicio de democracia directa a nivel nacional del que se tenga memoria en nuestro país, se comienza a discutir en las mesas de opinión pública sobre los temas a incluir en la eventual reforma político electoral. En su visita a Querétaro durante la conmemoración del aniversario de la promulgación de la constitución de 1917, el ejecutivo federal señaló que habría de plantear cambios en la Carta Magna en materias como la electoral y la estructuración del Instituto Nacional Electoral.
El presidente López Obrador propuso que una nueva forma de elegir a los integrantes del consejo general del INE, sea a través de voto directo de la ciudadanía, con el propósito de que no intervengan los partidos políticos en la designación de los mismos, y así, contar con consejeros completamente imparciales y sin conflicto de interés con alguno de los partidos políticos que son los que promueven a las ternas de consejeros.
Cualquier institución pública es perfectible, ya que nunca se estará exento de errores, sin embargo, uno de los grandes aciertos de la evolución del cambio político a través de la reforma electoral, ha sido precisamente el de contar con consejeros que de cierta forma gozan del consenso entre las fuerzas políticas representadas en el congreso. En esencia, los partidos políticos son expresiones del pueblo de México, de ahí que, a quien se deba fortalecer en su vinculación con la ciudadanía sea a los partidos.
En palabras de buena parte de los especialistas en materia electoral, incluidos ex presidentes del consejo general del otrora IFE, incluido el actual consejero presidente del INE, se han pronunciado en contra de una reforma con apariencia engañosa que supuestamente pretender “entregar” a la ciudadanía el derecho de elegir al árbitro, pues lo que nuestra democracia necesita son expertos en procesos electorales, no ciudadanos populares que por obra del voto popular pudieran alcanzar un asiento en el consejo general. Como la historia reciente lo evidencia, las mayorías pueden equivocarse, y la mayoría de votos, no es garantía alguna de mayoría de razón.
Como nación solo podemos avanzar si conservamos lo bueno del pasado, no retrocediendo hacia él. Por fortuna a la fuerza mayoritaria en la cámara baja, le faltan 55 curules para consumar una regresión de 45 años, y en razón del último revés legislativo, todo apunta a que la propuesta de la presidencia de la república tiene que ser una propuesta de acuerdo político.
Twitter: carlosfcps / FB: Carlos Velázquez