No soy de esos que creen inadmisible promover una movilización desde el oficialismo; quienes piensan que las marchas solo pueden organizarse desde la oposición.
Tampoco quiero ser de esos que postulan que el domingo 13 de enero marcharon “los ciudadanos”, mientras el 27 saldrán a la calle “los acarreados”. Eso es clasismo puro.
Aún así, me cuesta entender la razón última de la marcha a la que convocó López Obrador para el último domingo de este mes.
Originalmente, la idea era ocupar el Zócalo capitalino un jueves para el Cuarto Informe. A raíz de la inédita marcha del día 13 —cuya afluencia sorprendió a propios y extraños— el Presidente decidió convocar a su propia movilización.
Se antojan dos explicaciones: la primera es alimentar la polarización. Después de la elección de 2021, AMLO se convenció de que esa era la vía. Otros habrían tomado otra decisión. El asumió que había que polarizar más. Para el Presidente eso es necesario para que su propio movimiento no se adormezca ni burocratice.
En ese contexto se puede explicar la descuidada iniciativa de reforma electoral que presentó su gobierno: Una reforma cuyo contenido y destino, en el fondo, le importan relativamente poco al mandatario. Aunque parezca lo contrario.
En el contexto de esa estrategia polarizante puede explicarse también que AMLO haya sido —a través de su publicidad negativa— el principal promotor de la movilización del domingo 13.
Porque aunque le duela a la derecha, fue un éxito del Presidente sacar a las calles a cientos de miles de opositores. De ese tamaño es su inteligencia y habilidad política.
La principal razón de López Obrador para movilizar el día 27, dicen varios obradoristas, es “mostrar músculo político”. Y aquí comienzan mis dudas. ¿Músculo en torno a un Presidente que está en vísperas de concluir su mandato y cuya sucesión él mismo adelantó?
Más allá de rendirle culto a su personalidad, ¿qué sentido tiene salir a las calles en una versión mexicanizada del “Perón, Perón, qué grande sos”?
Si Andrés Manuel tuviera en mente un proyecto reeleccionista, entendería que sus seguidores tomaran las calles a aclamar al líder de la Cuarta Transformación.
No siendo así, ¿para qué marchar? O incluso: ¿En torno a qué causa o propósito? No me opongo a la marcha: Marchemos, pero… ¿y después?
En 2018, cuando López Obrador cerró su campaña en el Estadio Azteca, exclamó: “Solo el pueblo organizado puede salvar a la Nación”. Una frase potentísima, salvo que al llegar al poder él y su partido se olvidaron de eso.
A diferencia de otros líderes de la izquierda populista, que han apelado continuamente a la movilización popular para apuntalar sus procesos de transformación, el obradorismo y Morena han sido renuentes a ello. ¿Por qué ahora al Presidente se le ocurre movilizar?
Se me ocurren 20 motivos para los cuales un presidente con semejante arrastre popular podría convocar a sus seguidores a salir a las calles: desde reivindicar aumentos al salario mínimo, y luego concederlos, hasta presionar al Legislativo para aprobar una reforma energética nacionalista.