La mentira como método de convencimiento. La barrunta demagogia del presidente López Obrador, siempre ha sido su mejor instrumento para dividir opiniones y generar percepciones de una realidad que no existe. Es la campaña diaria que martilla y retumba en las cienes en todos aquellos que creen las mentiras del titular del Poder Ejecutivo.
Si bien alguna parte de la iniciativa de reforma electoral en materia constitucional es aceptada mucho antes de la llegada de AMLO al poder, como la reducción de legisladores federales que prometió Peña Nieto y no cumplieron los mismos interesados o la reducción en el monto multimillonario de las prerrogativas a los partidos políticos, aprobadas por los mismos que ostentan el poder; ello no significa que sea aceptada la iniciativa del presidente. La idea es destruir al INE y el TEPJF para crear otros organismos electorales distintos, subordinados al poder presidencial. Entre la mezcla de verdades y mentiras, el presidente intenta derrumbar lo construido entre la sociedad y partidos políticos.
El INE ha probado sus bondades. Compuesto fundamentalmente por ciudadanos, quienes cuentan, computan y resguardan el voto popular. Por ello no más fraudes electorales. Gracias a ese organismo electoral se ha podido transitar a una verdadera democracia. Y si los mismos actores políticos (los partidos) rompen las normas que regulan el proceso electoral, existen los medios de impugnación para hacerlos valer ante el TEPJF. De tal manera que, por medio de esas instituciones se puede garantizar la legalidad de cualquier elección.
Cierto, últimamente la delincuencia organizada se ha vuelto pro activa en favor del partido en el poder; Silvano Aureoles Conejo, exgobernador de Michoacán llevó pruebas al presidente López y éste no aceptó recibir ni al quejoso ni las pruebas ¿Contubernio? En estos casos las autoridades electorales están imposibilitadas legalmente para proceder si no hay partes que den impulso a las quejas.
Y, cuando los funcionarios del INE lo han intentado, se han enfrentado a un muro de poder político que no defiende la democracia; como fuera el caso del Fideicomiso de AMLO, por medio del cual Morena recibió millones de pesos ilegalmente o los hermanos del mismo presidente accedieron a dinero ilegal para el “movimiento”. Las autoridades del ramo solaparon y toleraron los actos delictivos. La pretensión del presidente es clara, apoderarse del aparato que custodia la democracia por medio de procesos electorales legítimos y transparentes.
Analista legislativo. @HectorParraRgz