Huimanguillo, Tab.
El pasado 26 de marzo de 2015, la explosión de un camión cisterna cargado con 25 mil litros de gasolina cobró la vida de 24 personas que intentaban extraer el combustible de la unidad. El estallido ocurrió en la comunidad Palo Mulato, al norte de Villahermosa, Tabasco.
Juan José tenía 15 años cuando ocurrió el accidente. Recuerda que corrió con algunos bidones en mano para ayudar a su padre y a su hermano mayor cuando sobrevino el flamazo.
Sus familiares murieron en el incidente y él sufrió quemaduras en 80% del cuerpo, perdió ambas piernas y fue abandonado por su madre.
Actualmente vive solo en la comunidad El Zapotal y así se las arregla para resolver su vida.
A bordo de una motocicleta realiza diversos mandados y visita a su abuela, entre otras actividades.
Hace un año dejó de recibir tratamiento especializado para sus heridas en el Shriners Hospitals de Galveston, Texas, Estados Unidos.
No tiene trabajo para adquirir sus medicamentos ni el apoyo de instituciones oficiales de gobierno en Tabasco.
“[La tragedia] me dejó una gran lección: no por verlo fácil quieras cometer un delito o por creer que es la manera más fácil para arriesgar la vida por algo que no vale la pena”, asegura.
Después de casi cuatro años, Juan José no supera su desventura y teme que ocurra otro desastre debido a que la zona en la que vive es el centro de operaciones de grupos criminales que constantemente perforan tomas clandestinas de gasolina en la red de ductos de Petróleos Mexicanos (Pemex), que atraviesan tres municipios petroleros de La Chontalpa (Cárdenas, Cunduacán y Huimanguillo).
Desde el punto de vista de Juan José, la población de su comunidad aprendió la lección a raíz de la explosión, ya que él no fue el único que resultó con secuelas físicas. Hizo un llamado a las familias y a jóvenes a abandonar esta actividad que es lucrativa, pero mortal.
“De mi parte, y de corazón, me queda decirles que piensen en la vida de sus familias, en la condición que se encuentran, y que dejen de hacerlo [robar gasolina] porque pueden ocasionar algún accidente más grande y que muchas personas se vean afectadas o que pierdan la vida”, mencionó.
Debido a su condición física, abandonó sus estudios, pero aún sueña con ser chef profesional.
Pese a lo acontecido, dice, a muchas personas no les importa su vida y prefieren continuar con esa actividad.
“La mayor parte [de las personas] sí aprendieron la lección, pero algunos no valoran su vida y les da igual seguir con lo mismo”, afirmó.
Superar la tragedia y continuar
Aquel día, Alicia, que entonces tenía 13 años, al igual que sus vecinos y familiares, reunía combustible en recipientes. Tras el estallido, resultó con quemaduras en 60% de su cuerpo.
Hoy tiene 17 años y platica que ya asimiló lo que sucedió: “Tampoco me puedo aferrar, debo superarme y vivir como pueda, no puedo echar el tiempo atrás, soy feliz así como estoy”.
Alicia concluyó la secundaria y ahora se puso como meta terminar la preparatoria. La joven cuida su aspecto personal, todas las mañanas se maquilla y peina para ir a la iglesia a la misa de medio día y dar gracias por un día más de vida.
La condición de esta joven no le permite estar más de dos horas expuesta al sol, le causa molestias a su piel y prefiere divertirse durante la noche en los fines de semana.
Zozobra
Después de ocurrida la tragedia de Palo Mulato, en San Miguel, una pequeña población de mil 495 habitantes, José Cruz fue testigo del desfile de féretros durante un mes hacia el cementerio local. Fueron 24 los muertos enterrados ahí.
Para José Cruz, panteonero del pueblo, fue “la peor desgracia” que sufrió el estado de Tabasco. Recordó que, en aquellos días, los albañiles no se daban abasto y que en las iglesias los servicios fúnebres no paraban.
“Desfilaron durante un mes los muertos, los albañiles no se daban abasto para hacer tantas bóvedas, fue mucha la desgracia, las iglesias estaban a lo máximo en sus servicios”, detalló.
Antonio tiene 64 años y opina que, a pesar de lo ocurrido, en esa zona la población “no aprendió la lección”, puesto que, sostiene, continúan cometiendo actos vandálicos para dañar ductos y extraer combustible.
Asegura que en la actualidad algunos personas se sienten “seguras y tranquilas” con la lucha que el gobierno mexicano emprendió contra el huachicoleo, que poco a poco pierde terreno.
A pesar de la estrategia para evitar el robo de combustibles, los grupos criminales siguen con el trasiego ilícito de gasolinas con actos vandálicos en ductos de Pemex.
De igual forma, se observaron varios puntos de venta clandestina de gasolina a orilla de la carretera federal en las poblaciones del Corcho, San Miguel, Zapotal y el Hormiguero. En los lugares se pueden observar bidones vacíos colgados de un horcón, llantas con conos y franela roja.
Blanca Zetina opinó que, a pesar de lo ocurrido, en esta zona, la población “no aprendió la lección”.
Sostiene que continúan cometiendo actos vandálicos para dañar ductos y extraer combustible para su venta ilegal.
Asegura que ahora muchos se sienten “tranquilos”, pero todavía existen poblaciones amenazadas.
“Muchos están tranquilos, pero no se puede hablar porque la gente está amenazada, todavía se vende a escondida la gasolina, aunque no como se hacía antes”, acusó.
Por su parte, Hermila Lázaro tampoco se repone de lo ocurrido y vive endeudada tras los gastos fúnebres de seis integrantes de su familia que fallecieron aquella fatal tarde.
Aquel día, recuerda, fallecieron cuatro de sus hijos, su nuera y un nieto.
Constantemente la Marina, el Ejército y la Policía Federal asestan golpes pequeños y localizan tomas clandestinas saboteadas por grupos criminales que no bajan la guardia ante la guerra declarada por el gobierno mexicano.
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