Nueva York.— A principios de 1990, una reunión en un hotel de la Ciudad de México cambió la vida de Joaquín El Chapo Guzmán Loera. Por primera vez tuvo un encuentro con un narco colombiano, era Juan Carlos Ramírez Abadía. En ese momento establecieron las bases de una cooperación que cruzó más de 400 toneladas de cocaína colombiana a Estados Unidos.
El Chapo se presentó en el hotel con pistola y ganas de hacer negocio. Su precio era más caro que la competencia: cobraba 40% de la droga traficada y no 37% como el resto de los narcos mexicanos, a cambio prometía rapidez. “Soy mucho más rápido. Pruébame y te vas a dar cuenta”, le dijo El Chapo a Ramírez Abadía.
Guzmán Loera estaba seguro de su posición y prometía “arreglos muy buenos”, dando a entender que sus redes de corrupción eran seguras.
Después de tres o cuatro reuniones, el colombiano aceptó. Ramírez Abadía, Chupeta, líder del poderoso Cártel del Norte del Valle, le envió cinco aeronaves cargadas con 4 mil kilos de cocaína.
“[El Chapo] era superrápido, la cruzó [la cocaína] en menos de una semana”, explicó Chupeta en el estrado de una corte de Estados Unidos. El resto de traficantes mexicanos tardaban más de un mes, comentó.
El narcotraficante colombiano empezó ayer su testimonio en el juicio contra El Chapo, es uno de los testigos más importantes del gobierno de Estados Unidos contra el capo sinaloense. Chupeta es un personaje sin igual: antes de su detención en Brasil, en 2007, se operó “tres o cuatro veces” para que no lo reconocieran.
“Hice cambios en mi cara. Alteré su apariencia física, cambié la mandíbula, pómulos, ojos, boca, orejas, nariz”, confesó.
Chupeta vestía gabardina negra, y gran parte del testimonio lo hizo con guantes. El juez del caso, Brian Cogan, indicó que sufre de una “condición médica” que no fue revelada.
El colombiano mató y ordenó matar a más de 150 personas. En 2004 asesinó a una persona a sangre fría, le disparó en la cabeza y en la cara. Ahora, en una cárcel de Estados Unidos desde hace 11 años, no ha perdido el orgullo de su pasado, refiriéndose sin parar a “mi cocaína” para hablar de sus negocios.
El primer trato con El Chapo fue todo un éxito, especialmente por las aptitudes de Guzmán Loera: habilitó una pista clandestina perfectamente iluminada, y la descarga de droga fue rapidísima, dijo Chupeta.
Las habilidades de El Chapo existían en gran parte por las buenas conexiones y sobornos a la Policía Federal mexicana, que no sólo daba protección y seguridad a los narcos, incluso ayudaba en la descarga y el transporte de la droga.
Ahí empezó una relación más que duradera entre el Cártel de Sinaloa de El Chapo y el del Norte del Valle, de Chupeta, había confianza en que el transporte de cocaína colombiana a través de México era un seguro vital, gracias al enorme trabajo de corrupción de Guzmán Loera.
“Generalmente en México nunca se perdía [la cocaína], tenían muy buenos arreglos de corrupción. Los decomisos eran escasos”, dijo Chupeta ante el jurado.
El testimonio de Chupeta, uno de los más importantes que tiene preparado el gobierno de Estados Unidos contra El Chapo, continuará el lunes cuando se reanuden las audiencias.
Se espera que queden al descubierto los crímenes de los que se acusa a Guzmán Loera.
arq