En entrevista exclusiva con EL UNIVERSAL, Víctor Manuel Toledo, secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) del gobierno federal, responde a seis preguntas para tratar temas como la política ambiental de este gobierno, proyectos como el Tren Maya y el uso de energías fósiles, entre otros.
En la Agenda de Transiciones Ambientales de la Cuarta Transformación la Semarnat delinea los Objetivos del Programa Sectorial de Medio Ambiente y Recursos Naturales 2019-2024. ¿Cuáles serán los tres logros principales del sexenio?
—Toda nuestra política ambiental está basada en seis transiciones: alimentos, agua, energía, conservación, ciudades e industrias y educación. Establecimos directrices y acciones bajo una perspectiva que privilegia el bienestar social.
Aquí marcamos una diferencia sustancial con las administraciones anteriores y podemos esperar al menos los siguientes logros.
Primero, una gradual transición hacia sistemas agroecológicos para la producción de alimentos sanos, que implica la prohibición de transgénicos y los plaguicidas más peligrosos. En 2020 el programa Sembrando Vida triplicará la superficie de producción orgánica.
Segundo, el cambio hacia energías renovables, precedido por un último tramo con energías fósiles para superar la vulnerabilidad del país, que importa casi todo el gas de Estados Unidos.
Tercero, la restauración de la contaminación industrial que dejó a nuestros principales ríos, y a sus habitantes viviendo infiernos ambientales. Con la Secretaría de Salud y Conacyt iniciamos un programa en las seis regiones más contaminadas, en colaboración con 150 organizaciones de afectados.
La política es el arte de lo posible. Más allá de descalificaciones y diferencias ideológicas, los ambientalistas buscamos el bienestar de México. ¿Como líder del sector está dispuesto a convocarnos a un diálogo incluyente y constructivo que concilie diferencias? ¿Cuándo?
—El primer acto de mi administración [el 5 de junio de 2019, Día Mundial del Medio Ambiente] fue un encuentro con 100 organizaciones ambientalistas urbanas y clasemedieras, pero también con forestales, cafetaleros, apicultores, y contra la minería, el fracking y el turismo depredador.
El problema es que no hay interlocutores de escala nacional, una “confederación verde” realmente representativa con quien sentarse a realizar ese diálogo constructivo.
Hay preocupación por los recortes presupuestales a instituciones ambientales como la Conanp, Conabio, Profepa y Conafor. ¿Cuál es su punto de vista?
—Ha habido una legítima preocupación, pero también han surgido voces que, tergiversando la información, han emprendido campañas que afirman que hay un “desmantelamiento de las instituciones ambientales”.
Recordemos que el mayor descenso del presupuesto del sector fue entre 2015 y 2018. Aunque activamos diversos mecanismos, sólo logramos que el presupuesto ambiental de 2020 se mantuviera igual que el de 2019.
La buena noticia es que, por las negociaciones con Hacienda, no se aplicará la última reducción y tampoco se eliminará una sola plaza.
La gestión de los recursos marinos del país está en su peor momento. La pesca está en crisis, 47% de los recursos están sobreexplotados o colapsaron, y 46% están explotados al máximo. Los subsidios a la pesca se utilizan para aumentar la extracción, y poco a restaurar las poblaciones y mejorar tecnologías de captura y producción. La pesca ilegal es rampante. ¿No convendrá reincorporar la gestión pesquera a la Semarnat?
—Sí, el tema marino es dramático, más aún cuando integramos lo de la contaminación por plásticos, petróleo y otros residuos. Lamentablemente todo el tema pesquero está en manos de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), pero coincido en que la pesca debe retornar a la esfera ambiental.
México es el cuarto país más rico en biodiversidad y el quinto en diversidad de lenguas. A su conservación ha dedicado usted gran parte de su vida. ¿Qué hará diferente para proteger nuestro patrimonio biocultural?
—Es un punto crucial, porque implica un cambio de paradigma en la conservación. Tras décadas de aplicarse un modelo que busca preservar una naturaleza “intocada”, vaciada de humanos bajo la idea de que ahí lograremos encontrar un reservorio inmenso de recursos y materias primas para el bienestar de la humanidad, surgió otro enfoque que no concibe a la naturaleza separada de las culturas.
En México, donde la mitad del territorio pertenece a ejidos y comunidades y la mayor biodiversidad está en regiones indígenas, es imposible crear áreas naturales protegidas (ANP) excluyendo a sus habitantes originales.
El país tiene 182 ANP terrestres que abarcan casi 91 millones de hectáreas; sin duda un logro magnífico. Sin embargo, se impuso un estilo que privilegió lo biológico y desdeñó lo cultural. Fuimos exitosos en conservar flora y fauna, pero fracasamos en el caso de los herederos de la civilización mesoamericana.
Estamos obligados a cambiar la estrategia, habilitando esas comunidades como copartícipes de la protección de la biodiversidad.
El potencial del sector privado en la sustentabilidad ambiental no ha sido suficientemente aprovechado en México. Muchas empresas ahora reconocen que sus cadenas productivas y negocios dependen de la naturaleza, y que además de mitigar sus impactos ambientales tienen la responsabilidad de apoyar la conservación de la biodiversidad por el bien de todos. ¿Está dispuesto a impulsar, junto con empresarios y ambientalistas, una agenda que priorice la búsqueda de soluciones a nuestros desafíos ambientales?
—La participación del sector privado en temas ambientales ha ido creciendo en las últimas décadas, pero lamentablemente más con fines de “lavados verdes” de imagen.
La lista es larga. A ello contribuyeron las anteriores autoridades ambientales que, fieles al estilo neoliberal, aceptaron esa participación glamorosamente. La Semarnat dialoga con todos los sectores.
¿Cuáles son las tres prioridades de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador en la agenda ambiental internacional?
—Primero, cumplir los compromisos del Acuerdo de París sobre el cambio climático, el cual implica disminuir la dependencia de los energéticos fósiles y reducir la deforestación.
Nuestro país sostiene una posición irrenunciable sobre la necesidad de acelerar los mecanismos internacionales para detener y mitigar la crisis climática.
Segundo, mantener una posición vigilante sobre las implicaciones ambientales del nuevo tratado de comercio con Estados Unidos y Canadá. Finalmente, recuperaremos relaciones con América Latina, para lo cual firmaremos el Acuerdo de Escazú sobre justicia ambiental.
Precisamente en el contexto del combate al cambio climático y la deforestación, ¿cómo entender la construcción de la refinería en Dos Bocas y el Tren Maya?
—La rehabilitación de cinco refinerías y la construcción de Dos Bocas obedece a la elemental necesidad de recuperar la soberanía energética.
El país puede quedar colapsado en una semana si Estados Unidos cierra la llave del gas o de las gasolinas, que mueven la economía de la nación. Ello no impide la transición hacia energías renovables.
El cuestionamiento al Tren Maya no tiene sustento en términos de la cobertura forestal. Salvo el último tramo [entre Chetumal y Escárcega], el tren se construirá sobre vías o carreteras ya existentes.
Lo que sí debe preocupar son los “polos de desarrollo” que se desencadenarán en cada estación. No se debe repetir el desastre de la Riviera Maya. Aquí la Semarnat mantiene una posición crítica y vigilante.
Usted ha tenido una trayectoria destacada como científico y académico. ¿Por qué dejar la comodidad de la academia para ocupar un puesto político?
—Yo pertenezco a la generación del 68. Toda mi vida he sido un militante de izquierda, cuya avanzada hoy es la ecología política.
Como miembro del equipo de intelectuales del actual presidente, desde 2011 estuve trabajando fuera de los reflectores.
Sin embargo, un conjunto de circunstancias me hizo aceptar este reto, que supone ir más adelante para convencer que el bienestar social [los derechos humanos] es imposible sin el bienestar ambiental [los derechos de la naturaleza].
Creo que la Semarnat nunca ha tenido un cuadro de funcionarios de tan alta calidad académica, compromiso y probidad moral.
¿Usted considera que existe una “ciencia neoliberal”?
—Uno de los grandes mitos que hay que echar abajo para poder avanzar es el del papel de la ciencia.
La ciencia nació y creció con el despliegue del capitalismo y la industria, y a su servicio. Hoy se enaltecen los aportes positivos de la ciencia, pero se ocultan los negativos. La mayor parte de la ciencia se realiza en y para las corporaciones bajo fines de ganancia y lucro.
Existen cientos de corporaciones que poseen 90% de las tecnologías y patentes, controlan 70% del comercio mundial y emplean a millones de científicos.
Su mayor poder está en la extracción de minerales, petróleo, gas, diésel y turbosina: ésta es la “ciencia neoliberal”. Hacer esta distinción permite trazar diferencias y construir una ciencia con conciencia para el bienestar y empoderamiento de la sociedad, no para las gigantes empresas que dominan al mundo.