Kinsiller, una hondureña de 20 años de edad que viaja con su hija de dos años, descansa sobre el pasto del parque de esta localidad fronteriza con Guatemala, tras lograr cruzar de forma irregular a territorio mexicano a bordo de una balsa por el río Suchiate, tras burlar la vigilancia de la Policía Federal: “Tuvimos que salir de mi país, no teníamos ni para comer, ni trabajo”, señala, mientras seca el sudor de su pequeña.
La joven madre explica que tras enterarse de la salida de una caravana hacia Estados Unidos se organizó con familiares, amigos y vecinos del barrio Del Rambo, en el departamento de Santa Rosa.
“Dijimos: Vámonos de aquí, esta es la oportunidad de salir adelante”.
Kinsiller recuerda que su último trabajo fue en las labores domésticas, con un sueldo de 2 mil lempiras mensual (unos mil pesos) que apenas le alcanzaba para alimentar a su pequeña Aislyn Carolina.
El pasado sábado, Kinsiller se unió a la caravana que partió de San Pedro Sula, al igual que cientos de madres con sus pequeños hijos, que durante el camino han padecido temperaturas de hasta 38 grados, fuertes lluvias y frío, señala. En otro punto está Alva, de 50 años de edad, con el temor de ser detenida por la Policía Federal y deportada a Honduras. Se resguarda junto con su hijo y dos nietos en medio de la multitud de migrantes que han abarrotado la frontera con Guatemala.
La mujer dice que viajar en esta caravana le brinda la oportunidad de llegar a Estados Unidos para reunificarse con la madre de sus dos nietos, de 10 y 12 años de edad, que partió hace dos años ante el temor de ser asesinada, debido a que presenció el homicidio de una persona.
“Mi hija tuvo que huir para que no la mataran porque, de casualidad, presenció la ejecución a balazos de un hombre, ella también recibió [un tiro] y tengo miedo que nos maten esas personas”, señala.
Desde la mañana del sábado, decenas de migrantes, en su mayoría jóvenes, ingresaron a territorio nacional navegando a bordo de las embarcaciones construidas de llantas de tractor y tablas, a través del río Suchiate, que sirve de división política entre México y Guatemala, ante la mirada de los agentes de la Policía Federal y Gendarmería.
El paso a paso de la caravana se nota cada día más y los rostros de cansancio son cada vez más frecuentes entre los centroamericanos que buscan encontrar un lugar dónde vivir, dónde estar.
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