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Juan Antonio Rodríguez tiene 25 años dedicándose a la impresión. En ese tiempo ha visto como se ha pasado de las impresión clásica a la digital, aunque con la disminución de trabajo por la llegada de las nuevas tecnologías, pero busca adaptarse a los tiempos y seguir en este oficio que ama y apasiona.
Juan Antonio comenzó en este oficio por invitación de unos amigos, quienes lo invitaron a trabajar en vacaciones, le llamó la atención y fue profundizándose más en el mundo de la imprenta.
“Realmente siempre quise llegar más allá, a lo que todo impresor quiere, que es ser patrón. No es fácil, pues hay muchas cosas que nos lo impiden: la solvencia, que no es fácil poner un negocio como todos creen. Hay mucha competencia, pero gracias a Dios para todos hay”, señala.
Se debe innovar
Apunta que hay mucha gente que ha cerrado sus negocios porque “están hechos a la antigua”, cuando en los tiempos actuales se debe de innovar en lo que vaya saliendo, como tarjetas laminadas, impresas el láser, suajadas, así como plataformas digitales, como es el caso de las tesis en discos compactos.
El local de Juan Antonio, ubicado en la calle de Morelos, casi esquina con Ezequiel Montes, recibe a los clientes con un mostrador donde se observan las tesis impresas en papel, con sus elegantes pastas en color café o negro y sus letras en dorado.
También hay otros productos que elabora en su taller de impresión, como camisetas, bolsas, sellos, tarjetas de presentación, entre otros productos, que demuestran la pericia y versatilidad de este impresor de 43 años de edad.
Señala que muchos productos han cambiado con los años, mientras que otros un poco, aunque en esencia siguen siendo los mismos. Tal es el caso de los sellos, que han evolucionado un poco.
Comenta que con los años los métodos de la imprenta se modernizan para dar un mejor servicio a los clientes, aunque ello en la mayoría de los casos representa comprar equipo y maquinaria cuyos precios son elevados, pues todas son importadas, algunas de Estados Unidos y otras de Alemania.
“Sí, es caro. La mayoría de los impresos tenemos máquinas ya viejitas porque son caras, ya no las hay, o son grandes y obviamente son caras. Uno no alcanza la solvencia para ir adaptándose a las necesidades. Las máquinas nuevas son alemanas, vienen de Alemania, pero una pequeña oscila en un millón de pesos.
“Es caro, y muchas veces los créditos, en los bancos, nos cierran las puertas. Hay veces que sí te ofrecen préstamos Pymes, en algo ayuda, pero en esa cantidad, no. Es mucho dinero”, asevera.
En la parte posterior del negocio de Juan Antonio está el área del taller, donde aún el olor a tintas, papel y solventes llena el aire. Un radio con un volumen bajo se escucha de fondo, mientras, Ricardo, hijo de Juan Antonio, limpia un marco de serigrafía.
El lugar es pequeño, pero dentro del mismo se encuentra la maquinaria que usan padre e hijo en el negocio, desde aparatos antiguos, hasta lo más moderno. En un lugar de menos de 20 metros cuadrados cabe la evolución de la imprenta y sus procesos en los últimos 30 años.
En este tiempo, de la misma manera, Juan Antonio ha visto caer el número de clientes y trabajo, pues con las técnicas modernas de impresión, los trabajos que mandaban hacer las personas han disminuido hasta un 40%, pues trabajos con facturas, encuadernaciones, dejan de pedirse.
Pone como ejemplo las universidades, que antes pedían tesis impresas a sus alumnos que buscaban titularse. “Antes era negocio, porque pedían de 10, de 20 impresiones. Llegaban buenos clientes. Ahora piden uno, dos o tres CDs y listo.
La papelería igual. Las hojas membretadas ahora son digitales, ahora todo es por correo electrónico, las firmas electrónicas, y van cada día bajando. También los promocionales, los calendarios, han bajado. Clientes a quienes les trabajaba ya no lo hago. Muchos dicen que ya no van a regalar nada en Navidad, tampoco publicidad, la gente ya no quiere gastar”, abunda.
Sector afectado por alza en insumos
Agrega que todo ha subido de precio, y ellos como gremio de impresores también se han visto en la necesidad de incrementando un poco, a veces sólo el 4% en los productos, porque a veces no alcanza, ya que los suministros aumentan entre 10 y 15%, el papel en el transcurso del año aumenta tres veces, pero constante.
Incluso mucha de su materia prima la debe de conseguir fuera del estado, muchas veces de estados como Guanajuato, Jalisco, Nuevo León y la Ciudad de México, porque en el estado no hay tanto proveedores de los productos que necesitan para su actividad.
En su taller Juan Antonio tiene listo un trabajo que le mandó hacer una universidad privada. Son dos libros que reencuaderno, dando nueva vida a estos tesoros impresos. Los libros, por el estado de sus hojas, con el clásico tono amarillento, han de tener mínimo 55 años, y gracias al trabajo del impresor, podrán durar otros 55 en buen estado.
Juan Antonio recuerda que incluso en alguna ocasión cayó en sus manos un libro del siglo XIX que tuvo que volver a empastar, trabajo que requirió de mucha delicadeza y destreza de su parte, por el estado en el que estaba el libro.
Por otro lado, la modernidad con tesis contenidas en CDs, cuyas cajas son forradas con el material de las pastas de las impresas, incluso con el mismo diseño de letras doradas, pero en estuches, los nuevos tiempos lo obligan a adaptarse y capacitarse para el trabajo y permanecer en el mercado.
“Ahora, en lugar de encuadernaciones, piden en digital, CDs. Ahora las tarjetas de presentación que antes se hacían en serigrafía, ahora se hacen en digital. Afecta de alguna manera porque muchos negocios están cerrando. Hay cosas que realmente las imprentas grandes acaparan más, por la maquinaria que tienen”, sostiene.
Pese a ello y el avance de las nuevas tecnologías para la impresión, Juan Antonio es optimista sobre el futuro de su negocio, pues en lugar de quedarse “estancado” en lo antiguo, busca capacitarse y aprender las nuevas técnicas e implementar nuevas formas de trabajo, para permanecer en el negocio y seguir haciendo lo que lo apasiona, “me interesa tratar de ir creciendo”.