Las notas de un danzón salen por los altavoces instalados en el centro de la pista de baile, que a la vez, en otro horario, funciona como gimnasio, en la Casa del Jubilado y Pensionado Queretano. Las parejas se mueven al compás de la música, mientras son observados por Federico Montes Cedillo, maestro del taller, quien dice que el baile es sentir el espíritu, “saber que uno está gozando de otras cosas”.
La mayoría de las parejas son de adultos mayores que acuden a los talleres que brinda la Casa de Jubilado y el Pensionado Queretano. El taller de baile de salón se lleva a cabo por las tardes. Las parejas ocupan el espacio que en las mañanas es para otras actividades físicas, y a través de las notas de un danzón, recuerdan tiempos pasados, además de tener una actividad física que los mantiene sanos.
Pero no son sólo esos los motivos. También es pasar un rato entre amigos, conocidos, alguien con quien charlar, con quien recordar otras épocas, otras décadas, otros tiempos.
Federico es contador público y profesor, pero además se dedica a bailar y a dirigir a sus compañeros que integran este grupo de baile que se reúne por las tardes en la Casa del Jubilado.
“Somos el grupo más antiguo de Querétaro. Tenemos 15 años en la Casa del Jubilado; somos los más antiguos. Nosotros fundamos la Casa del Jubilado, pero tenemos 25 años de practicar bailes de salón en todo Querétaro. Por eso somos el grupo más antiguo de todos. Hemos formado muchas generaciones de bailadores y la mayor parte de los instructores fueron alumnos nuestros”, abunda.
Indica que han participado en varios eventos estatales, nacionales e incluso internacionales. Con sus 35 alumnos, la mayoría adultos mayores, aunque no se niegan a aceptar a quienes quieran aprender a bailar.
“Aquí aceptamos a personas de todas las edades, pues, por ejemplo, una persona puede venir a bailar con su nieto o nieta, porque no tiene otra pareja. Ahí tenemos a don Genarito, que tiene ochenta y tantos años de edad, y está bailando con su nieta, porque no tiene pareja y entonces ella viene a auxiliarlo”, asevera.
Los bailarines se reúnen lunes, miércoles y viernes, de 18:00 a 20:00 horas, y son aceptadas todas las personas, incluso personas enfermas, porque, dice, aquí vienen a revitalizarse, vienen de todas las condiciones.
Precisa que no sólo enseñan danzón, pues además hay otros bailes que enseñan como el tango, bolero, vals, country, todo este tipo de canciones son las que enseñan a bailar, esos bailes finos de salón. Es el único grupo de Querétaro que enseña todos los ritmos finos de salón.
Se escucha “Sentencia de amor”, de Pablo Valdez Hernández. Apenas suenan las primeras notas, las parejas saltan de sus sillas y bancas para comenzar a bailar. Por un momento la música transporta a otros tiempos: épocas de hombres elegantes, de traje y sombrero. Mujeres de faldas largas.
Las parejas se mueven al ritmo de la música. Algunas, como dice la vieja escuela, no cruzan las miradas. Otras platican entre ellas sobre los pasos que ejecutan, pero todos disfrutan el momento.
Federico explica que la idea de fundar este club de baile fue a raíz del gusto que tienen él y su esposa por este arte, además de que fueron campeones de danzón a nivel estatal, ganándose el honor de representar a Querétaro en un concurso nacional en el cual quedaron en tercer lugar. La única pareja que ha obtenido ese lugar en una competencia nacional.
“De ahí nació nuestra afición a bailar, porque además ella y yo somos maestros, auténticos profesores titulados de la escuela nacional de maestros, ejercimos nuestra profesión por más de 30 años, y ya estamos jubilados”, acota.
Subraya que el baile les sirve de esparcimiento, para completar su vida, para vencer al estrés, pero más que otra cosa les sirve como terapia, además de que conviven y son felices.
Los Bribones interpretan la canción que bailan sus alumnos. Los cuerpos se mueven como uno solo, un complemento perfecto entre uno y otro. “Ellos están recordando esa vida que llevaron tan bonita. Siguen viviendo, es la salud. El baile es salud, el que baila hace ejercicio, hay activación física, hay esparcimiento, felicidad, tienen todo”, asevera.
Las parejas apenas toman un descanso entre canción y canción. Uno o dos minutos apenas, el tiempo que tardan en elegir la nueva pieza musical que bailarán. Mientras las parejas intercambian opiniones, platican, sonríen. El abuelo habla con su nieta, quien se muestra contenta de estar con su abuelo.
Otra pareja platica de manera más seria, mientras ella se refresca con un abanico y sienta en una banca esperando la otra canción, a pesar de que ya pasan unos minutos después de las ocho de la noche.
Federico señala que tienen muchas canciones favoritas, como “Julia”, que interpretaron durante el aniversario de la Casa del Jubilado, pero más allá de que cuando cierra los ojos y escucha la música se transporta a otro tiempo, bailar es una experiencia mística para él, pues se siente con más fuerza el espíritu.
“Saber que uno está gozando de otras cosas, cada nota, cada pieza, cada canción, cada tema, nos transporta a diferentes partes. Yo al menos lo veo en forma espiritual, todos los bailes, más si estamos con nuestra pareja”, resalta.
El baile de pareja es baile de contacto y se está cerca de la otra persona, pero aquí tenemos dos valores: el respeto y la solidaridad. El respeto, apunta, porque se puede bailar con una persona que no es la pareja y se baila con respeto, debe de ser un contacto de pareja, pero con respeto.
Federico dice que no piensa dejar de enseñar baile a sus alumnos, “mientras el cuerpo aguante”, porque a ellos les gusta mucho el baile, además de que son magníficos bailarines.
La música sigue y las parejas no dejan de bailar. Las frentes sudan, pero no importa, quieren seguir bailando y disfrutando de una de las actividades más sanas y entretenidas que se pueden tener.