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Los sonidos que salen de los locales se mezclan a lo largo de la calle. Los anuncios luminosos abundan por doquier, al igual que los carteles de reparación de bocinas y venta de equipos de sonido, en la típica calle de Reforma.
Muchos locales permanecen cerrados, a pesar de que es lunes a media mañana. Tal vez los encargados y dueños no ven rentable abrir tras el fin de semana. Sin embargo, la mayoría de estos comercios atienden a los clientes que necesitan reparar algún aparato o de comprarlo, en muchos también se ofrece este servicio.
En Reforma, entre las calles de Corregidora y Josefa Vergara, a lo largo de una cuadra, los negocios dedicados a la reparación de venta de aparatos electrónicos se multiplican, aunque no son los únicos. En la esquina se encuentra una lonchería, más adelante un mesón, una plaza comercial con consultorios médicos, una farmacia y jugueterías, entre otros giros.
Los carteles de “Se arreglan bocinas”, son los que más abundan. Los anuncios luminosos que ofrecen luces LED “más ahorradoras y durables”, también están presentes en el sitio. Los equipos de sonido nuevos también se ofrecen, estos son los causantes del ruido que se escucha alrededor de la zona.
En las construcciones, antiguas casonas del primer cuadro capitalino, de fachadas pequeñas, pero de gran espacio interior, se albergan más locales de los que se ven desde la calle. Algunos reparan bocinas y aparatos electrónicos. Otros sólo venden las refacciones y piezas para equipos de sonido.
En uno de los estos locales, ocultos en las entrañas de los inmuebles, muy cerca de la esquina de Reforma y Corregidora, se ubica el local de Raúl Martínez Miranda, quien abrió hace siete años en su actual ubicación, antes estaba instalado sobre Corregidora, y previo en el Pasaje de la Llata.
Mientras termina de arreglar una bocina, don Raúl explica que “Me vine a refugiar, porque estuve también en Corregidora, donde duré 20 años [antes estuvo en el Pasaje de la Llata durante 20 años]. Conseguí un local para salirme a Corregidora, porque estaba más amplio en la avenida. Sin embargo, en Corregidora nos corrieron las rentas, las cuales se van incrementando gradualmente. Al principio [pagaba] 4 mil pesos, a los dos años ya eran 6 mil, luego 7, 8 mil. Conforme avanzó el tiempo ya tenía que pagar 18, 20 mil pesos”.
Apunta que el aumento no sólo le afectaba a él, los locales que vendían tortas y jugos también padecían estos incrementos, imposibles de costear para un pequeño comercio y en su caso, para un reparador de equipos de sonido.
Originario de la Ciudad de México, Raúl explica que su padre estudió en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y ahí aprendió a reparar objetos electrónicos, y que a la postre, a arreglar bocinas.
Afuera se escucha música. Una canción de la cantante Maria Carey suena por un altavoz colocado cerca del negocio de don Raúl. Enfrente se venden camisas. Al fondo se ve un pasillo flanqueado por vegetación.
La calle empieza a tener vida. Los locales comienzan a recibir a los clientes que acuden por piezas o a reparar sus equipos de sonido. En un local, una familia lleva el almuerzo a un encargado, quien con su hija menor en el regazo come de un caldo, mientras su esposa y otros dos niños aprovechan para ir a la juguetería.
“Mi papá nos enseñó a arreglar bocinas. Me especialicé en eso, porque mi él también arreglaba transformadores, mis hermanos se dedicaron a reparar los transformadores, otros a las bocinas”, apunta.
Ahora, dice, “se la lleva más tranquila”, en este local no tienen que pagar empleados y trabaja solo, porque sus necesidades económicas no son las de antes, cuando tenían que sostener a sus hijos. Ahora, que vive con su esposa, su vida es más relajada y trabaja a gusto.
Agrega que su clientela es variada, desde clientes particulares, taxistas y técnicos, éstos últimos quienes por practicidad le llevan a arreglar las bocinas de los aparatos que les llevan a reparar, para no perder tiempo y entregar los trabajos a tiempo.
Comenta que cuando llegó a Querétaro, hace 47 años, nadie arreglaba bocinas, por lo que tenía un mercado para él, pero con los años se multiplicaron los especialistas en su oficio y aumentó la competencia.
Antes, asevera, no había quien las arreglara y las desechaban. Hay bocinas cuya reparación cuesta 100 pesos, lo mismo que una nueva, por lo que no vale la pena arreglarla. Desde que ingresó la mercancía china se abarataron los productos, aunque siempre hay personas que preferirán la calidad antes que el precio.
Pese a ello, los clientes alcanzan para todos los locatarios que se dedican a arreglar bocinas. Él tiene más experiencia, desde antes de llegar a Querétaro, en 1970, reparaba estos aparatos en la tradicional calle República de El Salvador, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Narra que venía con su familia de vacaciones cada Semana Santa, hasta que hubo una oportunidad de mudarse al estado, aprovechando que no había personal especializado en su trabajo, por lo que cuando se instaló se corrió la voz y tenía muchos clientes.
“Me traje todas mis chivas y causé mucha expectativa cuando llegué. La gente las tiraba, les decía que las arreglaba por 30 pesos y aceptaban. Empecé a hacer fama. Luego mi papá también se vino, y mis hermanos, hasta que toda la familia se mudó”, asevera.
Agrega que compra en línea la materia prima para reparar las bocinas;internet le ha dado esa facilidad, y la entrega está en dos o tres días. Además de que en ocasiones los representantes de las firmas visitan periódicamente los negocios, “pero ahora los transportes y los servicios se entregan más rápido”.
Don Raúl sigue con su trabajo. Toma una bocina y comienza a despejar el pegamento y con tijeras elimina los restos. Las manos expertas se mueven con gran habilidad. Trabaja en silencio, aunque el bullicio de la calle se escucha hasta su negocio.