Castigada en Estados Unidos “por mentir”, y en México “por confiar”, la emprendedora queretana María Rosas lamenta que el año 2017 no la haya tratado tan bien como esperaba.
“Este año comencé con la pata chueca, pero ojalá que ya se enderece, bendito sea Dios, porque no doy una”, comenta a EL UNIVERSAL Querétaro.
Dueña de una pequeña tienda de ropa en la delegación Santa Rosa Jáuregui, María relata a este diario cómo fue que el gobierno estadounidense la castigó con una suspensión por cinco años de su visa de turista, y después cómo fue estafada en su pueblo, al pretender gestionar un “perdón migratorio” a través de un supuesto abogado.
María fue víctima de un deshonesto gestor de visas y trámites consulares. Uno de los muchos tramitadores de asuntos migratorios que operan en la entidad y cuyo número es indeterminado, al operar sin mayor control que el que podrían tener en sus respectivos municipios, actuando como despachos de profesionistas o como establecimientos de servicios.
Nieta e hija de campesinos de esta demarcación capitalina, María dice que está “curtida” en el trabajo y en las adversidades desde que era niña, pero nunca ha estado dispuesta a tolerar abusos, razón por la cual planea denunciar por fraude al individuo que se presentó ante ella como “experto” en gestión de visas ante el gobierno de Estados Unidos, pero que en realidad se dedica a engatusar incautos.
Aunque la comerciante no ha podido identificar al defraudador, sostiene que la autoridad debería ejercer algún control preventivo sobre la mala actuación de bufetes presuntamente orientados a la asesoría de migrantes.
Delincuentes reales y virtuales
A los gestores o tramitadores —popularmente conocidos como coyotes— se les localiza en Santa Rosa Jáuregui como en otros barrios populosos, pero también en áreas céntricas de la capital. Los hay también en San Juan del Río, Huimilpan, Pedro Escobedo, Amealco o hasta en municipios de la Sierra Gorda. Promueven sus servicios por medio de volantes y de manera especial en las redes sociales, ámbito que favorece la creación de oficinas virtuales, algunas de las cuales operan mediante simples cuentas de Facebook donde difunden sus ofertas:
“Con nosotros, tramitar tu visa es más sencillo de lo que piensas, no esperes más para poder realizar tu sueño. Informes por FB”.
“US H1B. Visas de trabajo por un año, no es necesario tener estudios, desde ayudante general a oficios especializados. Contacto FB.”
“Utilice el recurso del perdón migratorio. A petición de la gran mayoría, extendemos nuestros servicios: si su solicitud de visa americana ha sido rechazada, si ingresó de manera ilegal o tiene un récord criminal, el Waiver es un procedimiento para obtener la absolución…”
Por culpa de WhatsApp
El pasado 20 de enero —justamente el día en que el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tomaba posesión del cargo—, María Rosas cruzaba a pie la aduana fronteriza de El Paso, Texas, con dirección a Ciudad Juárez, Chihuahua.
El trámite para salir de EU acarreando tres grandes bolsas (pacas) llenas de ropa descontinuada de almacenes estadounidenses no le habría tomado más de cinco minutos a esta mexicana, quien en los últimos años había realizado viajes similares para surtir su negocio.
Pero la casualidad quiso que sonara la alerta del celular de María en el momento en que ella estaba frente a un robusto agente de la U.S. Immigration and Customs Enforcement (ICE). Fue el sonido de un mensaje de WhatsApp que la mujer no pensaba atender, pero que originó que el aduanero le pidiera el equipo y comenzara a hurgar en él.
De acuerdo con la legislación de EU, los agentes migratorios tienen la facultad de inspeccionar los mensajes, fotografías y contactos de los viajeros que pretenden cruzar la frontera en ambos sentidos; de modo que María no pudo objetar la invasión a su privacidad.
Fue así que el hallazgo por parte del aduanero de un mensaje de agradecimiento (“Thanks for everything”), así como un comprobante de pago por 57 dólares, enviados a María por un contacto de EU, dio pie para que el oficial la acusara de “mentir”, al presumiblemente “trabajar” teniendo visa de turista.
La viajera alegó que el monto aludido en el mensaje correspondía al reembolso que le hizo un amigo por la entrega de dos suéteres artesanales que ella le había llevado de México, pero el auxiliar del cónsul sentenció: cualquier “negocio” hecho en EU equivale a “haber trabajado”; acusación tras la cual le fue suspendida la visa por cinco años.
En opinión de la comerciante, es injusto que el sistema estadounidense permita a los viajantes comprar mercancía dentro del país, al tiempo que les prohíbe recibir “un solo dólar” por producto mexicano.
María lamenta la suspensión de su visado, porque afecta directamente a su negocio, al tiempo que le impide visitar a sus hermanos y sobrinos, quienes son residentes legales en EU.
Timada y sin “perdón”
Sobre la avenida Independencia, en pleno centro de Santa Rosa Jáuregui, se encuentra el inmueble donde aparentemente trabajaba Munguía, supuesto socio de un “corporativo” que el pasado 24 de febrero recibió de María Rosas la cantidad de 2 mil 500 pesos. Ello, por concepto de anticipo sobre el servicio de gestoría que nunca realizó… antes de desaparecer.
En el despacho aludido desconocen la existencia de “ningún abogado Munguía”, mientras que María no ha podido hacer nada, tras asumir por su cuenta la comisión de dos graves errores: no contar con el nombre y datos del estafador, así como haberse entrevistado con éste no dentro de una oficina, sino en una fondita, sitio donde además de pagar ella la comida, le entregó el dinero.
A grandes rasgos, María explica a este diario cómo fue que la hicieron víctima de una estafa:
“Lo conocí en Facebook, porque puse un comentario en una página y él me contactó. Le expliqué mi problema y me dijo que él podía arreglarlo, metiendo al consulado de Estados Unidos un perdón migratorio, el cual me costaría 5 mil pesos.
“Me citó al día siguiente donde dijo que era su oficina, a fin de darle el anticipo y firmar un documento. Pero al llegar allá, él ya me estaba esperando en la banqueta, porque dijo que tenía que ir a una diligencia.
“Me pidió que lo acompañara caminando, durante dos calles, pero como era su hora de comida, luego me dijo que fuéramos a un restaurante y que ahí arregláramos el papeleo. Entonces le firmé y le di el dinero, pero ya no lo volví a ver”.
Aun con todas las circunstancias en contra, María dice que nada la detendrá de seguir buscando al vivales. “Algún día me lo encontraré por ahí, y entonces ya me verá”, advierte. Por lo que toca al trámite de recuperación de su visa, ella se promete explorar nuevas posibilidades.