La mujer, adulta mayor, avanza a paso rápido hacia el templo de La Congregación. Lleva en sus manos un moisés con un Niño Dios dentro, que lleva a bendecir, como marca la tradición católica que debe de hacerse el 2 de febrero, Día de La Candelaria. No es la única. Cientos de católicos llegan a los templos a bendecir sus figuras que lucen sus mejores prendas para la ocasión.
Los templos de la capital se llenan de un movimiento inusual para un viernes. Las puertas están abiertas y los feligreses entran y salen con sus Niños Dios de manera constante.
En el templo de San Francisco, la misa por La Candelaria es a las 10:00 horas. Una hora después se lleva a cabo en La Congregación. A veces solos, en otras acompañados, los fieles acuden a misa, esperan a que al final de la misma el párroco proceda a bendecir las figuras y poder retirarse a continuar con sus actividades diarias o ir a comprar los tamales para cumplir con la otra parte de la tradición del 2 de febrero.
Frente a San Francisco, sobre la calle de Madero, se instalan puestos de comida y antojitos, como suele ser costumbre en fiestas religiosas en la capital. Los puestos de guajolotes, enchiladas y buñuelos, se mezclan con los de tamales, atole y jarritos.
Por las calles es común ver a las personas con sus Niños Dios en sus tronos o en moisés. La mayoría caminan rápidamente. Necesitan llegar a misa, para bendecir sus figuras.
Enrique Sánchez cumplió con la devoción. Sale de La Congregación Niño Jesús en mano, vestido de color rosa y sentado en un trono.
Explica que es el primer año que acude al templo a bendecir a su Niño, pues lo acaba de obtener. Su figura va vestida como el Niño de la Abundancia, “lo traemos apenas porque lo estamos apadrinando”, asevera, aunque la tradición en su caso fue heredada en su familia gracias a su madre.
Enrique explica que no tiene un motivo o razón en especial para dar gracias o alguna manda con el Niño Dios, sólo pedir por sus tres hijos, de nueve, siete y tres años.
El hombre se retira con su Niño, para comprar los tamales para la familia y seguir con la costumbre, que también pone fin a los festejos navideños. Incluso, en el caso de La Congregación, el nacimiento que se puso con motivo de la Navidad aún permanece, pues de acuerdo al catolicismo, hasta el 2 de febrero de debe de levantar el nacimiento.
De la misma misa sale, Claudia Nava, quien desde hace 15 años, cuando se lo regalaron, lleva a su Niño Dios a bendecir. Dice que no lo viste de manera especial, simplemente con ropa de bebé.
Explica que a ella un seminarista le dijo que a los niños hay que vestirlos de Niño Dios, como quiera, pero siempre de Niño Dios, fieles a la costumbre.
Claudia va acompañado con Gustavo Ávila, quien a su vez lleva dos Niños Dios en una canasta, donde además van unos dulces, a manera de ofrenda para las figuras. También los lleva vestidos de bebé, sin una ropa especial, como algunos que suelen vestirlos de doctores, enfermeros u otras profesiones.
Ambos dicen que no acuden para cumplir con una manda en especial, sencillamente por cumplir con la tradición. Más tarde llegarán los tamales.
María de los Ángeles Mondragón Pérez lleva en una mano tres Niños Dios. Son figuras pequeñas, que lleva sin ropa, pero con mucha fe a bendecir. Uno de ellos luce un tanto maltratado, porque es el que arrullan sus sobrinos, aclara.
Por muchos años ese Niño Dios fue el que arrullaban, pero luego llegaron otros dos, también pequeños, pues apunta que su nacimiento es muy chiquito. Agrega que tiene otros Niño Dios, pero que en esta ocasión no los llevó a bendecir.
María de los Ángeles recuerda que desde que era niña acudía a bendecir los Niños este día, por tradición heredada de su mamá y su abuela, por lo que es una costumbre de muchos años.
Añade que lo más pronto posible les tejerá su ropa a los tres niños, para que estén vestidos y llevarlos a bendecir el próximo año.
Para bendecir a los Niños, el ritual es sencillo, pues luego de terminar la misa el sacerdote pasa por el pasillo central del templo, esparciendo agua bendita sahumando con incienso, cuyo olor impregna todo el templo.
Esperanza López sale de misa con su Niño, vestido en el Niño de las Rosas, sin que tenga un motivo especial, “nada más por el color. No gustó ese color”. Esperanza va acompañada de Anayeli López, quien también lleva a su Niño a recibir la bendición. “Nada más (lo vestí) de uno que me gustó y ya”, sostiene, sin que sea por una razón especial.
Ambas mujeres ríen cuando recuerdan que apenas van por los tamales para el almuerzo, pues casi al mediodía ya comienza a abrirse el apetito.
Los fieles toman rumbos distintos, de acuerdo al lugar a donde se dirijan, pero al templo llegan muchos más, quienes entran y se quedan, para participar en el rosario que se reza en el templo, tras la conclusión de la Eucaristía.
La fecha es aprovechada también por vendedores veladoras y artículos religiosos, así como por los párrocos para ofrecer el periódico católico El Observador, que se distribuye en la puerta del templo de La Congregación.
Las campanas de otros templos anuncian a los fieles la celebración de la misa en unos minutos, por lo que los pasos de muchos se encaminan hacia donde se escuchan las campanas. Algunos aún hacen algunas compras para terminar de vestir a sus Niños. Otros más hacen una pausa y se detienen en los tamales que se venden en la esquina de Juárez y 16 de Septiembre, en un puesto móvil que se coloca ahí desde hace un tiempo, y en el cual en ocasiones los clientes deben de hacer fila.
La jornada concluye por la noche, hasta que la última misa sea oficiada o el último Niño Dios haya sido llevado al templo y bendecido, para cumplir con el ritual del 2 de febrero.