“En Estados Unidos no hay discriminación (por discapacidad), es muy liberal. A cualquier trabajo que vaya le dan empleo. Aquí tengo año y medio, empiezo a buscar trabajo y me dicen que si una persona con dos manos no hace el trabajo que tiene que hacer, de una persona con una mano qué se puede esperar, entonces uno se comienza a sentir inferior”, relata Arturo Castañeda Flores, quien forma parte de la primera generación del diplomado Empodera, que impartió la asociación civil Juntos, en colaboración con el DIF estatal.
En el lobby del Centro de Rehabilitación Integral de Querétaro (CRIQ) están graduados del día. Unos de pie, otros sentados, esperan la hora de la ceremonia con la que se clausura el diplomado, en el cual aprendieron medidas de seguridad, además de recibir algunas pláticas motivacionales.
El grupo llama la atención por el ruido que hacen. Bromean entre ellos, es un ambiente festivo. Arturo es uno de los que destacan en el grupo por el desenfado con el cual se conduce. El hombre de mediana edad dice que todos se enteraron de diferente manera de este diplomado.
“Yo vine a tramitar una tarjeta para mi discapacidad, para mi descuento, y las muchachas de servicios me dijeron que si estaba buscaba trabajo… por eso me di cuenta. Ahora me siento fuerte, antes me sentía débil. Ahora me siento fuerte para enfrentar lo que sea”, indica Arturo, quien perdió el brazo izquierdo cuando tenía año y medio en un accidente.
Sus compañeros, de distintas edades, desde jóvenes hasta adultos mayores, escuchan con atención a su compañero… y lo regañan cuando hace alguna broma que consideran pesada. Arturo apunta que la capacitación que recibieron fue de seguridad, de cómo se trabaja en una compañía de cosméticos que emplea a personas con discapacidad, además de otra empresa de material eléctricos, y que fue una de las patrocinadoras del diplomado.
“Están interesados en darnos el trabajo, nos vinieron a dar su experiencia personal en la fábrica, en los departamentos en los que ellos se enfocan y nos dijeron que gracias por estar dos semanas. Es algo bueno para nosotros, nos han instruido, que nos ha hecho fuertes para enfrentar lo que venga”, comenta.
Sostiene que está listo para trabajar en lo que sea, pues se siente motivado para hacer cualquier actividad que le pongan, a pesar de que en México existen muchas dudas sobre el rendimiento de las personas con discapacidad, contrario a Estados Unidos, donde estuvo 32 años trabajando y nunca tuvo problemas para desempeñar su labor.
“Allá no hay discriminación. No hay de que ‘le falta una mano, un pie, un ojo, pues no le damos trabajo’. Allá no aceptan eso. A cualquier lugar al que vaya uno le dan trabajo. Llego aquí, tengo año y medio, y empiezo a buscar trabajo y me empiezan a decir que si una persona con dos manos no hace el trabajo que tiene que hacer, entonces de una persona con una mano qué esperarían. Como que uno no existe, pero este programa nos está fortaleciendo, nos está haciendo salir adelante”, subraya.
En el grupo destaca una mujer de tez morena, grandes ojos y sonrisa amplia. Su actitud es alegre, confiada, segura de ella misma. Su nombre es Patricia Martínez Solano, de 40 años, quien padece secuela de polio y explica que se enteró del diplomado a través de un tríptico que le envió una amiga.
“El curso está muy completo, está basado en superación personal, higiene y cuidado en el trabajo. Anteriormente estuve trabajando para un banco, actualmente no tengo empleo desde hace cuatro años”, indica.
Sin embargo, apunta que tiene el perfil para recepcionista en la empresa Eaton, firma que apoya al asociación civil Juntos, quien brinda los cursos a las personas con discapacidad para que puedan integrarse a la vida productiva en las industrias.
Subraya que para una persona con discapacidad es muy complicado encontrar un empleo, “porque las empresas no abren las puertas, no permiten que se dé la oportunidad siquiera. La verdad estoy muy agradecida con Juntos, porque nos abren las puertas, nos capacitan en dado caso en que nos quedemos en el trabajo”.
Manda un mensaje: “La discapacidad es una actitud. Todos podemos realizar muchas cosas. A las empresas les diría que solamente pedimos una oportunidad, que nos abran la puerta, queremos una oportunidad para demostrar lo que podemos realizar y llevar a cabo en la vida, como cualquier ser humano”.
En su experiencia, relata que ha acudido a ferias del empleo donde se ofrecían puestos para personas con discapacidad, pero siempre era la misma respuesta de “luego te llamamos”. Estos años que ha estado sin empleo, Patricia ha sido sostenida por sus padres, su familia y por su esposo, con quien tiene un hijo de 20 años.
Apunta que pese a las adversidades, tiene una buena actitud ante la vida, pues cree que todo lo bueno se atrae, por lo que no se desanima.
Ernesto Mejía, con cadera fracturada, cabeza de fémur astillada, lo que implica que tenga una pierna más corta que la otra y la columna desviada, por un accidente en su niñez, es otro de los asistentes al diplomado. Narra que se enteró del curso Empodera, destinado a ayudar a las personas con discapacidad a encontrar un empleo, “ya que desgraciadamente en México por el hecho de que tengan alguna discapacidad eres marginado y no te permiten muchas veces seguir siendo productivo y también la sociedad llega a marginarte. Parte del programa es la vinculación a la sociedad como el ámbito laboral”.
Agrega que ahora, luego del curso, se siente más seguro de sí mismo, más confiado para enfrentar la vida laboral, sintiéndose apto para enfrentar cualquier reto que se ponga en su camino.