Braulio Mondragón ofrece a los transeúntes los quesos que le traen de Amealco, cuyo precio oscila entre 40 y 45 pesos, ya sea ranchero o oaxaca. En una cubeta roja, las variedades del alimentos son tapados con carpetas bordadas, transporta su mercancía de calle en calle, aunque, dice, las ventas a veces no son buenas, pues hay mucha competencia.
El hombre, quien dice haber nacido en 1950, camina por las calles del centro de la ciudad, con su cubeta en la mano, ofreciendo sus quesos y dando la prueba de los mismos, para que las personas se convenzan con su sabor y así se animen a comprar una pieza del alimento.
Comenta que tenía una frutería en la colonia Presidentes, hace ya más de 20 años, pero que los pandilleros de la zona constantemente lo acosaban y amenazaban, por lo cual, al ver en riesgo su integridad física y la de su esposa, decidió vender incluso su casa y mudarse a otro sitio de la capital.
Sentado en una jardinera del Jardín Guerrero narra que a veces no vende ni para poder mantenerse él y su esposa, que trabaja en una zapatería, pues no tuvieron hijos.
“No vendo casi, a veces sólo vendo uno o dos quesos, pero no me mantengo ni yo, luego tengo que pagar el precio del camión para irme”, señala, al tiempo que menciona que por un lado fue positivo que no tuvieran hijos, pues “que tal si salían malos”, y por otro lado, hubiera sido bueno para que lo ayudaran con la manutención del hogar.
Apunta que cuando se surte de quesos compra entre ocho y 10 piezas, pero hay días en que no los acaba, pues hay mucha competencia, a pesar de que sale a vender desde las 9 de la mañana y regresa a su casa a las 3 de la tarde, pues precisa que el trabajo para él es muy pesado, ya que debe de caminar mucho tiempo, unos días bajo el sol y otros bajo la lluvia.
Aunado a ello, Braulio es diabético, enfermedad que ya tuvo consecuencias serias en su cuerpo, pues a raíz de una infección en un pie tuvieron que amputarle los cinco dedos de su extremidad inferior izquierda, por lo que le es más complicado caminar; además de que tuvo que recurrir a médico particular, ya que en ese entonces no contaba con seguridad social, y tardó un año para recuperarse completamente de la operación.
Actualmente ya cuenta con Seguro Popular, pero dice que no tienen con todo el medicamento necesario, por lo cual él debe de comprar los fármacos que necesita; además de que ahora ya quieren medicarlo con insulina.
Antes de vender quesos, Braulio vendió dulces en una canasta, pero luego ocurrieron las operaciones, hace 10 años, por lo que ante la necesidad de sobrevivir tuvo que recurrir a la venta de quesos, con el apoyo de un comerciante de la colonia Presidentes, quien le vendía el producto para que él fuera a las colonias a ofrecerlo.
“Me iba a las colonias, a Desarrollo San Pablo, Palmas, La Cruz, pero por allá no compran. Camino mucho, a veces acabo pronto, y no me canso, pero a veces camino más, entre cuatro y cinco, horas”, asevera.
Añade que actualmente hay muchos vendedores de quesos en la ciudad, por lo que la competencia es mayor, y para él es más complicado vender. Además, hace poco sufrió un percance en el transporte público.
Comenta que el 6 de enero pasado, mientras cargaba una hielera que usaba para transportar los quesos, se cayó de un camión del transporte público cuando intentaba descender.
Agrega que el chofer le indicó que bajara por la parte de atrás, pero por comodidad y practicidad, decidió bajar por adelante, pero el conductor de la unidad arrancó y Braulio fue a dar al suelo, cayendo de rodillas, siendo auxiliado por unos transeúntes quienes se dieron cuenta de su accidente.
Tras el percance acudió al doctor, quien le recetó unas inyecciones. Además de tener que pagar el medicamento, Braulio tuvo que dejar de trabajar durante cuatro semanas, en lo que se reponía de las lesiones que sufrió.
Acaba de vender un queso y debe de seguir en búsqueda del sustento. Toma su cubeta con los productos que ofrece en las calles, los tapa con las carpetas bordadas con flores, se acomoda el sombrero y camina hacia un grupo de personas, a quienes con la frase “quesos de Amealco. Lleve uno. Pruébelo”, trata de convencer a los posibles clientes.
Ante la negativa, el hombre busca otro cliente. Se acerca a dos hombres, a quienes les vuelve a ofrecer la mercancía. Luego cruza la calle Guerrero, hasta un local donde venden gorditas de migajas. Ahí espera un rato, ofrece su producto y tras unos minutos continúa con su camino.
Después toma la calle de Madero, se mete en un par de comercios a tratar de vender, sale rápidamente, no hubo suerte. Vuelve a la calle Guerrero.
Braulio se pierde entre las personas que transitan por esa vía. Carga su cubeta, su figura se ve de lado, haciendo contrapeso por la cubeta que lleva en el brazo izquierdo. Se detiene, vuelve a ofrecer sus quesos. Aún es temprano, tiene tiempo de vender sus productos antes de que la tarde y el cansancio lo obliguen a volver a su domicilio.