Un grupo de ocho niñas se forman en hilera para comenzar el ejercicio. Uno, dos, tres… y la primera en salir salta una fila de aros hasta terminar del otro lado del salón con la frente sudada. Una tras otra, todas terminan el ejercicio y después se sientan sobre el piso para estirar las piernas. Son las nueve de la mañana y su primera clase de ballet ha comenzado.
Beatriz Martínez Verduzco, profesora y directora de la académica Giselle, observa la clase desde uno de los asientos de madera del espacio recién remodelado.
Durante 30 años Beatriz ha estudiado ballet, una disciplina que inició a los seis, a la misma edad que sus alumnas más chicas.
“Probé natación, no me gustó; gimnasia también la probé… y con tal de que hiciera algo en las tardes mis papás me metieron a ballet y ahí me fui quedando. Se me hizo un hábito. Algo que sabía que tenía que hacer llegando de la escuela. Cambiarme para ir a la clase”, menciona.
Sin embargo, la carrera como bailarina de danza clásica la inició de manera formal hasta los 11 años, cuando dos maestros cubanos, Dubia Hernández y Fernando Jhones, arribaron al estado para formar a bailarines de ballet con una técnica de la isla caribeña.
Años después de tomar sus primeras clases, Betty formó parte de la Compañía de Ballet Clásico de Querétaro Fernando Jhones, perteneciente a la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), donde inició en el cuerpo de baile hasta convertirse en primera solista.
“El ballet es mucha constancia. En la secundaria me tocaba que eran las tardeadas y las idas al cine con mis amigas, y yo sabía que no podía porque tenía que ir a mi clase. Se hizo, con el tiempo, parte de mi vida. Era sacrificado”, añade.
En la compañía de danza clásica, la única en el estado de Querétaro, Betty interpretó diferentes roles en obras reconocidas como Don Quixote, El lago de los cisnes, Coppelia y Giselle, una historia que narra la muerte de una campesina que al ser traicionada por su amado muere y se convierte en un Willi, un espíritu de doncella proveniente de la mitología eslava.
Sin embargo, pese a los 20 años de trabajo en la compañía de Ballet de la Facultad de Bellas Artes (FBA), y al ser una de las fundadoras, Betty reconoce que la falta de apoyo y fomento de la cultura de la danza son impedimentos para el desarrollo de los bailarines en la entidad.
En todo el estado sólo existe una compañía de danza clásica y una licenciatura que oferta, de manera profesional, la carrera de bailarín clásico. Beatriz reconoce que a pesar de que existen nuevos espacios dedicados a la enseñanza del ballet, no todos cuentan con la formación y la preparación necesaria.
“Sí he podido bailar muchas cosas que a lo mejor en otras compañías u academias no se puede. Bailar obras de ballet es muy importante para la carrera de una bailarina; también como bailarina he vivido todo el proceso de buscar espacios, de buscar apoyo, porque es muy difícil y no se encuentra. Ahorita veo que hay un poquito más que cuando empecé, pero realmente es muy difícil”, menciona.
“La gente no está acostumbrada y no quiere pagar para ver un espectáculo de ballet. Ahorita está un poquito más abierto y la gente es más accesible. Aunque está la compañía, no hay un apoyo económico para que los bailarines vivan de eso, de la compañía, como en ciudades como Monterrey, México, y en todas las partes del mundo donde hay compañías de ballet”, agrega.
La falta de apoyo para que en el estado se abriera una carrera profesional para bailarines clásicos, fue una de las principales razones por las que Betty, en un primer momento, optó por estudiar un semestre de la carrera de Psicología.
Al terminar la preparatoria, la licenciatura en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) aún no se había iniciado y tuvo que esperar alrededor de cuatro años para poder cursar la carrera.
“Me pasó lo mismo que les sucede a todos los bailarines, que te dicen: ‘¡Danza, no! ¿Qué vas a hacer aparte?’... Yo creo que todo se dio porque yo termine la preparatoria y todavía no había la licenciatura, pero siempre estuve a la espera, hasta que me dijeron mis papás: ‘¡Tienes que estudiar algo!’ Pasaron como cuatro años y ese tiempo me sirvió para tomar clases en diferentes horarios, de bailar y entrar de lleno al ballet. Hice un semestre de Psicología y acabando el primer semestre se abrió la licenciatura”, menciona.
Además de ser primera solista en la compañía Fernando Jhons, desde los 18 años Beatriz se ha formado como profesora de danza, enseñando desde joven esta disciplina.
Menciona que para formarse como bailarina la disciplina y una buena preparación es necesaria, inclusive para evitar lesiones.
“No hay lesiones si estás preparada, teniendo un buen maestro y si estás concentrada 100% en la clase. El ballet puede verse muy fácil, pero desde ahorita para las niñas es muy difícil. Tienes que ver coordinación y todo el trabajo que lleva desde los dedos de los pies hasta la cabeza, por algo que no tengas bien colocado... ¡Te puedes lastimar! Es de disciplina y mucha constancia”, añade.
“Entender el ballet es muy difícil y necesitas una preparación buena”, agrega al explicar que a lo largo de los 30 años que se ha preparado como bailarina clásica, el único periodo de descanso fue cuando nacieron sus dos hijas.
“La fuerza y la elasticidad se trabaja diario. Es de mucha disciplina, podría compararse con una carrera de médico, porque es mucha disciplina y constancia. Trabajas con la cabeza y con el cuerpo”.
Hace dos meses, Beatriz abrió una nueva academia de danza clásica Giselle, ubicada en la calle 13 de Septiembre, en la colonia Las Campanas, aledaña a la Universidad Autónoma de Querétaro, donde también se desempeña como docente desde que concluyó sus estudios de licenciatura.
“[El ballet] es mi vida. No me veo haciendo otra cosa, ahora que fui mamá lo dejé un tiempo, porque estaba metida en otra cosa, mi prioridad cambió, pero no lo puedo dejar. Al menos la clase de ballet siempre sigue”, detalla.