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Sandra Campos pasa las primeras horas del día midiendo niveles de aceite, despachando gasolina, revisando el aire de las llantas, limpiando vidrios de los coches, incluso realiza actividades administrativas. Es una de las empleadas de la gasolinera del Grupo Gomasa, que se ubicada en avenida Constituyentes casi a la altura de San José de los Olvera.
La gasolinera es atendida, en su mayoría por mujeres, cinco de los ocho empleados que hay en el turno matutino son mujeres de todas las edades. Portan orgullosas una gorra de color rosa y son varios los clientes que prefieren ser atendidos por ellas, dicen que “son más amables que los hombres”.
Sandra, quien trabaja como despachadora de gasolina desde hace ocho meses, comenta que encontró en este empleo una forma digna de trabajar, sin tener obstáculos por su edad, pues ya tiene 50 años.
“Iba pasando un día por aquí, vi el anuncio que estaban contratando gente y decidí probar. Sí me ha gustado, es algo muy fácil de realizar, aunque como todo tiene sus complicaciones, por ejemplo al manejar las bombas puedes bañar al cliente si no estás concentrada, pero nos capacitan”, dice.
Aunque no reveló a cuánto asciende su sueldo como despachadora, señaló que es un monto casi simbólico, su fuerte económico son las propinas, aunque es un beneficio difícil de conseguir porque los clientes, quizá por seguridad, prefieren pagar con tarjeta de crédito y no en efectivo.
“Nos dan un sueldo fijo, es muy significativo, de las propinas nos llevamos 200 pesos diarios, cuando nos va bien, hay veces que no sacamos mucho de eso. La gente está acostumbrada a dar propinas, pero muchos ya no cargan efectivo, por la inseguridad todo lo quieren cargar a la tarjeta, no nos permiten aceptar propinas de ese tipo, tiene que ser todo en efectivo”, agrega.
Su jornada laboral comienza cada día a las seis de la mañana, durante ocho horas estará atendiendo a un sin número de personas que llegan a la gasolinería a veces enojadas y otras veces de buen humor. Sandra dice que lidiar con la actitud de los clientes es quizá el aspecto más difícil de su trabajo.
“Sí es complicado trabajar con clientes todo el tiempo, son tan distintos, algunos llegan con un carácter de los mil demonios, pero hay otra parte, que aunque son menos hay personas muy amables y tranquilas, pero hay que seguir, tratar con cualquier tipo de cliente, a los enojones los despachamos más rápido para que se vayan”, comenta.
Debido a que ella también debe encargarse de los asuntos administrativos de la empresa, tiene constatar que sus compañeros cumplan con medidas de las seguridad como usar zapatos de casquillo y permanecer en las áreas indicadas para los despachadores.
“Sí tenemos riesgos, necesitamos estar muy atentas; por ejemplo, generalmente los coches entran sin bajar la velocidad, a veces los conductores usan su teléfono celular, no se dan cuenta que no se han desconectado y jalan las mangueras. Debemos estar en las áreas que nos corresponden para que entren los carros, al mismo nivel de las bombas para que pueda estacionarse el conductor.
“También debemos tener siempre los zapatos de seguridad, que están hechos de casquillo, a veces [los conductores] no ponen el freno, en caso de que el carro se mueva y la llanta pase sobre nuestro pie, estos zapatos nos protegen. Una vez tuve un machucón muy fuerte porque un cliente bajó el cofre, pero son gajes del oficio”, explica.
Oportunidad laboral
Liliana Serrato Estrada es una joven de 19 años, compañera de Sandra. Ambas trabajan en la misma gasolinería, en el turno de seis de la mañana a dos de la tarde. Para Lili, como la llaman sus compañeros, trabajar como despachadora de gasolina fue también una oportunidad de comenzar a trabajar.
“Tengo seis meses trabajando aquí, está muy bien porque a veces no te dan trabajo porque te ven muy joven o te piden experiencia laboral. A veces encontrar un empleo puede ser muy complicado para los jóvenes y para los [adultos] mayores”, considera.
Todas las trabajadoras de ésta gasolinera reciben una capacitación sobre los distintos tipos de motores, la forma correcta de medir el aceite, despachar gasolina y demás aspectos técnicos. Lili por ejemplo, dice que no tuvo ningún problema a la hora de capacitarse, pero aún así, cada vez que se tiene una dificultad en su trabajo pide ayuda a sus compañeros.
“La misma compañera que me recomendó trabajar aquí me estuvo capacitando durante una semana más o menos, ella me explicaba cómo medir los niveles de aceite, me enseñaba los tipos de motores. A veces me falta un poquito pero mis compañeros me apoyan cuando se me dificulta algo.
“Aunque sí es un poco difícil lidiar con algunos clientes que a veces son groseros o se portan mal, nunca me ha tocado que alguien no quiera que lo atienda y prefiera que lo haga un hombre, eso nunca ha pasado”, precisa.
Por su parte, Omar Ramírez, quien también trabaja despachando combustible en el mismo lugar, celebra que éste tipo de empleos se habrán también para las mujeres.
“Ahora es una gran oportunidad para las mujeres porque antes un trabajo como este era nada más para los hombres, no se veían mujeres aquí, supuestamente era algo que nada más sabían hacer los hombres pero ya vimos que no, todos lo pueden hacer.
“Incluso hay varios clientes que prefieren ser atendidos por ellas, supongo porque tienen más empatía, a lo mejor ellas son más amables que nosotros los hombres [para atender a los clientes], quién sabe”, comenta Omar.