Las ofrendas para la Virgen del Pueblito esperan en el atrio del santuario. Adornados con flores de papel, jarritos de barro, ajos, cebollas y demás condimentos, tres grandes toros darán su último paseo, pues con eso inician las fiestas la Virgen del Pueblito, patrona del lugar.
Faltan dos minutos para que den las nueve de la mañana y cientos de personas se dieron cita para presenciar el Paseo del Buey, tradición con 282 años de historia, con raíces chichimecas, otomíes y purépechas.
Las personas toman fotografías, incluso transmiten en vivo a través de facebook live, llaman por teléfono e intentan encontrarse con sus familiares.
“¡Estoy aquí, junto a las paletas! ¡No, no, por esa entrada no, por la otra! ¡Estamos viendo a los toros, cerca del güerito, vente con cuidado porque este año andan bien bravos!”
Los asistentes tienen razón, entre más bravos -o asustadizos- sean los toros parece ser más divertido. El sacerdote sale de la iglesia a las nueve en punto, se acerca a los animales, pide que los bendiga el padre, el hijo y el espíritu santo mientras les lanza chorros de agua bendita, pero uno de los animales no siente ninguna bendición, tal vez sabe que ese chorro de agua es su sentencia de muerte y enfurecido retrocede, después da unos pasos hacia adelante, intenta en vano escapar de las sogas que lo capturan, mueve sus cuernos de un lado a otro e incluso intenta pararse en dos patas.
Los asistentes sobresaltados gritan y retroceden con cada movimiento del animal, incluso el padre pide a los fieles que mantengan la calma y a los hombres vestidos de vaqueros que controlen a buey.
¡Ese guerito no se deja! ¡Mira cómo mueve a los señores, mejor venta para acá! Una vez apaciguado ‘el guero’, los tres toros están listos para recorrer las principales calles del Pueblito. Primero son la ofrenda cubierta de flores, después comida para repartir.
Los animales recorren las calles a la vista de todos para comprobar que están en buen estado de salud y que son dignos de convertirse en un delicioso caldo en honor a la virgen. Después la carne será entregada a los mayordomos para que sea repartida entre los habitantes de la ciudad.
Girar a los animales para que avancen en la dirección correcta es uno de los principales atractivos. Girar a un sólo animal, atado de patas, cabeza y cuernos, requiere del esfuerzo de casi diez hombres que forman una valla humana que tiene doble función, proteger a los fieles, y de vez en cuanto provocar al animal para que camine.
La mayoría de los asistentes dice tener miedo de las bestias, que no quiere estar tan cerca, pero mientras dicen esto sueltan carcajadas, toman fotos e incluso suben a los más pequeños a sus hombros para que vean mejor.
Los primeros dos toros avanzan en medio del tronido de cohetes, la música de la banda de viento irónicamente toca el tema ‘Sobreviviré’ de Gloria Gaynor.
El tercer toro vuelve a hacer de las suyas, 'el güero', como le dice la gente, vuelve a alebrestarse y vuelven los gritos y empujones de las personas. Estos pequeños arrebatos de los animales son los que le dan sabor a la fiesta, cuenta Sofía, que asiste a la celebración con sus dos hijos.
“Algunos años los animales están muy mansitos, pero este güero está medio bravo, eso es lo que le pone diversión a la fiesta, a todos nos gusta caminar con ese miedito de que el animal se ponga loco, pero pues lo llevan amarrado, nunca ha pasado nada. Yo le digo a mis niños que disfruten la fiesta, que aunque les de miedo los toros no les pueden hacer nada. Cada año nosotros venimos a las fiestas de la Virgen del Pueblito, se pone bien bonito todo”, cuenta Sofía.
Ya más tranquilos, avanzan los tres animales uno detrás del otro y junto a ellos decenas de personas, músicos y coheteros que amenizan el camino.
Aunque son pocos, de vez en cuando aparece algún elemento de la policía o de Protección Civil de Corregidora, estiman que caminando son al menos mil personas, sin contar a los que decidieron esperar en el jardín, o a los que ven el espectáculo desde azoteas o balcones de sus casas.
Además de acompañar a los bueyes en su paseo, los asistentes aprovechan para comer unas gorditas de nata, tamales fritos, taquitos de barbacoa, elotes cocidos, pasteles, jugos, churros de azúcar y demás antojitos mexicanos que se extienden en pequeños puestos de comida alrededor del santuario.
“Primero está comer que ser cristiano”, dice un padre de familia y pregunta a su hijos qué menú eligen, ya es hora de desayunar.
Los demás continúan con el recorrido al mismo tiempo en que bailan, cantan, aplauden, toman una pareja improvisada en el camino para celebrar a la virgen con la música de banda.
“¿Ves cómo en México somos bien alegres?”, comenta un hombre mayor a su acompañante rubia y de ojos verdes, turista.
“Eso veo, pero yo creí que los toros eran de papel”, responde la mujer con un semblante de angustia.
Cuando los animales terminan su recorrido, vuelven al lugar de donde partieron y suben a las camionetas que los llevarán al matadero, aún deben cumplir con la función más importante.
Todo el trayecto, desde la bendición hasta la subida de los toros a las camionetas, ha durado casi dos horas, son las 11 del día y para este punto ya volaron las chamarras, suéteres y bufandas que fueron necesarias en un principio.
El sol pica, pero la fiesta aún no termina en el Pueblito, después del Paseo del Buey llegan los peregrinos de El Milagro y Santa Barbara, después los de la Corporación del Gran Capitán y El Gran Turco, falta también la peregrinación del gremio de choferes y el Paseo de la Colación.
Este lunes cinco de febrero se realiza el Paseo de la Pastilla a las 10 de la mañana. A las dos de la tarde se tiene programado el tradicional caldo ofrecido a todo el pueblo. Las fiestas en honor a la Virgen del Pueblito seguirán activas hasta el 11 de febrero.
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