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La calle de Cuauhtémoc se convierte en un gran comedor al aire libre. Hombres vestidos de pantalón de mezclilla, camisa blanca y una cinta roja a la cintura, terminan de colocar lonas para proteger a los comensales que disfrutarán del caldo del buey, en El Pueblito.
José Luis Ramírez García, primer mayordomo este año, señala que esta fiesta, además de la fe que conlleva, sirve para crear comunidad entre los habitantes de El Pueblito.
José Luis narra que es la segunda ocasión que le toca ser primero. Antes había participado en la festividad, cuando aún vivía su esposa. Ahora le toca seguir con la tradición que enmarca los festejos de la Virgen de El Pueblito.
Explica que los bueyes se fueron a comprar a un rancho de Guanajuato, animales que fueron paseados el domingo, “para que la gente vea que no son robados”.
“En un rancho de Guanajuato fue donde conseguimos los tres toros para el convivio de este día, se pagan por kilo, y ayer (el domingo) los tuvimos que pasear, para que no digan que nos los robamos. Nos los llevamos al rastro, los sacrificaron, los pesaron y nos dividimos los kilos entre los 26 (mayordomos) que participamos.
Precisamente ahorita los tres primeros van a ocuparse de atender a las autoridades, y los demás a todo el público en general”, explica.
Se congregan por el típico caldo
Agrega que son 12 mayordomos y 12 tenanches, además de un ocho de cada lado, que no aporta nada. Entre todos se cooperan para organizar la fiesta. Además del trabajo de estas personas, un grupo de 12 mujeres son las encargadas de mantener limpio el lugar donde estará la Virgen, deben de procurar que nunca esté sola, así como de cambiar las flores. Este grupo de mujeres reciben su ración de caldo sin necesidad de formarse.
Conforme se acerca la hora, la calle se va llenando de gente que llega de los alrededores con ollas, cacerolas, recipientes de plástico, jarras y platos en mano, para llevarse su caldo, mientras la banda musical La Pirámide se prepara para amenizar la fiesta.
José Luis se da tiempo de recordar cómo era la repartición del caldo del buey cuando era niño. Narra que su papá fue también mayordomo y le tocó tener en su casa a la Virgen de El Pueblito.
“En este tiempo del caldo no se ponían mesas, nada. La gente llegaba, las autoridades, las otras corporaciones invitaban a la gente. Si venían tendían unos petates y sobre los petates les daban el caldo, ahí se hincaban para comer el caldo. Pero el tiempo va cambiando, ahora se ponen mesas. Antes, si era caldo, sólo caldo se daba. Si eran tamales, sólo tamales se daban. Ahora no, pues también se ofrece la cena y los tamales se dan a quienes quieren acompañarnos”, comenta.
Agrega que ahora la gente acude por su dotación de caldo y se lo lleva a su domicilio, sin que se tenga ciencia cierta que lo coman o que lo destinen a otro fin, pero la mayoría mezclan de los diferentes caldos que cada mayordomo elabora.
Esta fiesta, puntualiza José Luis, “la siento yo, es para tener más amistad con las personas. A veces ni con nuestra misma familia (hay vínculo). Si no nos presentamos no nos reconocemos, no nos respetamos. A veces encuentro a gente y no te saluda, pero (cuando están) en la corporación (colectivo encabezado por el mayordomo, con quien se apoya para organizar la fiesta) luego acaban siendo amigos. Para eso es esto, para tener más unión, participar en la fe que tenemos”.
Es un compromiso eclesiástico.
Cerca de ahí, Laura Sánchez Aguilar, Lupita Mendoza González, Laura Ramírez Vázquez, Yolanda Santos Becerra y María del Pilar Balderas, se alistan para servir en unos minutos el caldo que prepararon.
Laura, nuera de José Luis, explica que la elaboración del caldo requiere una planeación, y posteriormente la preparación que puede llevarse dos días con sus respectivas noches, “pues hay que hacer varios pasos. Es una preparación y una receta familiar, es parte de la tradición”.
El caldo lleva garbanzos y deben de esperar los vegetales y la carne con la que se debe de preparar, todo debe de hacerse casi al momento, aunque todo el proceso comenzó 48 horas antes. La cocción se hace el lunes en la mañana, pero el trabajo inició desde el sábado.
Dice que sólo de carne fueron alrededor de 70 kilos, mientras que de garbanzo fueron alrededor de 30, más el resto de los ingredientes. Además se reparten tortillas y pan de agua que se mandan hacer.
A pesar de llevar dos días de trabajo, con muy poco descanso, las mujeres lucen de buen ánimo. “Es parte del compromiso eclesiástico, y eso es lo importante. Como toda la familia se une, eso es lo que nos lleva a seguir adelante. Llevamos muchos años en esto, no es la primera vez. Mi suegro es otra vez el primero, pero ya lo ha tenido en otras ocasiones. Es una tradición familiar”.
Poco después de las 13:30 hora, la banda comienza a tocar, mientras son lanzados cohetones que anuncian el inminente inicio de la repartición del caldo. Las mesas para las autoridades del municipio y de la parroquia comienzan a alistarse, mientras más y más gente llega a la calle.
Algunos aprovechan para tomar cerveza y refrescarse. Otros optan por algo más fuerte, como un charro negro (tequila y refresco de cola), “para alegrar el espíritu”, mientras personal de Protección Civil de Corregidora, comandados por su titular, Carlos Rodríguez Di Bella, ocupa el sitio alrededor de la mesa que habrán de ocupar las autoridades municipales y religiosas.
El alcalde Mauricio Kuri González se integra al festejo luego de acudir al Teatro de la República a la ceremonia por el 101 aniversario de la Constitución Mexicana. Fray Juan Ramírez Ramírez bendice la comida, tras lo cual, todos comen.
Antes de la llegada del edil, una fuerte explosión cimbró el lugar. Una nube de humo se eleva detrás de las casas de la calle y personal de Protección Civil se moviliza, para ver qué sucedió. Rodríguez Di Bella, junto con dos elementos a su cargo se dirigen al lugar. Se trató de un trabuco, artefacto explosivo que alguien dejó para que explotara, pero que puede dañar las estructuras de las viviendas. No pasa del susto inicial por el estruendo.
La explosión pasó desapercibida por la mayoría de los asistentes, quienes movidos por el antojo y el apetito disfrutan del tradicional caldo, en una fiesta que pese a la modernidad, sigue viva y vigente en Corregidora.
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