Entre montañas de zapatos que necesitan una reparación, Efraín Gutiérrez mantiene vivo, día a día, uno de los oficios que no ha sido desplazado por la modernidad, a pesar de los zapatos desechables que ahora se venden en cada esquina. Él es tal vez uno de los zapateros más antiguos instalados en el Centro Histórico de Querétaro, sobre la calle Zaragoza al cruce con Altamirano.
Renovadora de calzado León se lee en la fachada principal del negocio, Efraín atiende a los clientes, quienes llegan uno detrás de otro, con tanta frecuencia que casi no le dan tiempo de seguir con su trabajo. De esa forma el negocio que inició su padre, hace más de 20 años, sigue en pie.
Efraín y sus tres hermanos llegaron al estado en 1990, cuando su padre Manuel Gutiérrez dejó de fabricar botas en León, Guanajuato y decidió probar suerte en Querétaro. En ese entonces, Manuel encontró una oportunidad inmensa de seguir y afianzarse en el oficio de zapatero, pues aquí no tenía tanta competencia como en la ciudad de León.
Después de varios años y una vez instalado en Querétaro junto con su familia, Manuel dejó de maquilar para otros zapateros y decidió poner su propio negocio. En este punto también se dedicó a reparar calzado. A raíz de esta decisión fue que Efraín y sus tres hermanos aprendieron el oficio de su padre, una vez adultos trabajaron con él en la primera Renovadora de Calzado León, ubicada también sobre Zaragoza, casi junto al Tanque de Querétaro.
“Este negocio tiene más de 20 años en esta misma zona del centro, lo inició mi papá. Nosotros nos venimos a Querétaro porque mi papá se dio cuenta de que aquí no había tanta competencia como allá, primero se vino él y después nos trajo a todos. Aprendimos de él, empezamos desde chicos a [practicar] el oficio”.
“En León, mi papá hacía calzado nuevo, después casi lo llamaron, querían que maquilara en Querétaro, después se independizó, se hizo de sus propias máquinas, puso su propio negocio; fue entonces cuando se dedicó a reparar zapatos de sus propios clientes y para maquilarle a casi todas las renovadoras de Querétaro. Había mucha oportunidad y poca competencia, llegamos aquí como en la década de los noventa, yo tenía como 10 años, mi papá me enseñó [el oficio] como a los 13 años”, dice.
Para Efraín, ser zapatero ha sido más un estilo de vida que un simple oficio. Dice que para realizar un buen trabajo se debe tener amor por esta ocupación, de lo contrario las cosas terminan mal. También percibe una efervescencia de zapateros instantáneos, es decir, personas que supuestamente aprenden el oficio de la noche a la mañana.
“Ya hay muy pocos zapateros, porque los hijos de éstos ya no quieren trabajar de [el oficio], se van a trabajar a fábricas, buscan otro tipo de empleos. Para que a alguien le guste este oficio hay que empezar desde abajo, porque si quieres aprender de grande ya no le agarras el gusto, es algo que tienes que traer desde chavillo, porque ya de grande lo haces a lo mejor sólo por trabajar o como medio para mantener a la familia, porque también hay gente que se avienta [en este empleo] y hacen todos los trabajos mal, son zapateros que se hacen de la noche a la mañana”.
“Los zapatos pueden quedar muy bien con parches o suelas nuevas, hay zapateros que de plano hacen unos trabajos muy jodidos, malhechos, sólo para ganarse unos cuantos centavos, en realidad hay que tenerle amor al oficio”, considera.
Otra dificultad por la que atraviesa el gremio de zapateros, comenta Efraín, es la de contratar nuevos empleados, para la mayoría de los jóvenes, aprender el oficio de es algo que no les interesa.
“Yo tengo dos años de trabajar de manera independiente, desde que ya no laboro con mis hermanos o con mi papá, que está descansando en la casa. Por trabajo no paro, hasta hace poco tenía un chalán pero él como todos, solamente duró un rato y se fue, es muy difícil encontrar o contratar gente. Los jóvenes ya traen otro rollo, no les llama la atención”, menciona.
Afortunadamente, comenta el zapatero, su oficio le ha permitido no sólo mantener a su familia, sino hacer crecer su negocio. Destaca que a través de esfuerzos pudo comprar la maquinaria necesaria para maquilar a otros colegas y además reparar el calzado de sus clientes. Considera que es similar a ahorrar para comprarse un carro, porque finalmente, comprar máquinas suficientes le da frutos.
“En cuestión de economía a nosotros nos va mejor cuando tenemos nuestra propia herramienta, cuando tenemos la maquinaria necesaria para no salir del local, porque hay varios zapateros que vienen a que les maquile, como en mi caso que apoyo a otros compañeros. Maquilar es coser los zapatos; por ejemplo ellos ponen las suelas y yo se las coso o ellos solamente pegan los zapatos y vienen a que yo los cosa. Cuesta hacerse de estas máquinas, se deben hacer sacrificios [para comprarlas], pero sí rinden frutos”, precisa.
El trabajo de Efraín Gutiérrez parece “más vivo que nunca”, como él resalta, pues a pesar de las dificultades económicas por las que atraviesa el país, la Renovadora de Calzado León se encuentra casi saturada de trabajo.
El oficio de ser zapatero se ha convertido en una necesidad para todos los públicos, desde los jóvenes que quieren reparar sus tenis de marca, hasta las abuelitas que buscan revivir sus zapatillas de antaño.
“Sí hay mucho trabajo, porque aunque el zapato venga ya muy desechable, hay mucha gente que se enamora de sus zapatos, se siente cómoda con ellos, prefieren traerlos a que hagamos una costura, los pintemos, que les pongamos una suela, un parche, siempre hay trabajo.
“Diario llega gente nueva, siempre veo caras diferentes en el negocio; sin embargo, sí tengo clientes que vienen conmigo porque antes venían con mi papá, pero también veo gente nueva, tal vez recomendados o los hijos de los clientes, de generación en generación”, comentó el zapatero.