Jaime Zavala Guevara afirma que ha batallado mucho para colocarse en un empleo, pues por su discapacidad no es tan sencillo que lo contraten, incluso en la misma universidad, cuando quiso estudiar Derecho, le dijeron que no era apto para la carrera. Recién pasó el Día Mundial de la Parálisis Cerebral, que se conmemora el primer miércoles de octubre, por lo que pide mayor inclusión y sensibilidad de la sociedad con las personas de capacidades diferentes .
Jaime, vestido con camisa a cuadros, de manga corta, jeans y zapatos negros, narra que desde hace 16 años trabaja en ventas de mostrador en una tienda de material eléctrico, empleo por el cual tuvo que batallar mucho para encontrar, pues antes de este trabajo prestó sus servicios en la administración estatal, a donde ha querido regresar.
“He buscado al presidente (municipal) y al gobernador, les he pedido que me ayuden, que me den una cita, pero no me lo han autorizado. No sé porqué. Trabajé en el gobierno en los noventas, pero desde ahí no me han dado la oportunidad”, apunta.
Explica que trabaja con personas en marginación, dándoles pláticas motivacionales, de autoestima y sexualidad, principalmente entre la población juvenil, pero luego lo cesaron.
Jaime afirma que siempre quiso estudiar Derecho. Hizo tres veces el intento de ingresar a la carrera, pero no le dieron la oportunidad de estudiar, pues “me dijeron que no tenía el perfil de un abogado, porque un abogado tiene que hablar bien, tiene que pararse”, asevera.
Precisa que sus condiciones físicas le han limitado en algunas oportunidades y en algunas actividades que pretendía realizar, aunque eso no desmoraliza a Jaime, quien platica de manera amena.
El hombre explica que la vida en la ciudad para las personas con discapacidad es complicada, de acuerdo a los condiciones físicas que se tengan. En su caso, dice que usa los camiones de transporte público para trasladarse, pero hay choferes que les hacen “malas caras” o que incluso no llegan a subirlos cuando les hacen la señal de alto, “les hacemos la parada y se siguen de largo”. Aunque también, señala, hay otros que son muy amables y que los llegan a ayudar a abordar las unidades.
Jaime vive con su padres. Su padre lo lleva al trabajo en la mañana, pero en la tarde debe de tomar el transporte público. “Hay choferes muy buenos que nos tienen paciencia, que nos dan el lugar, pero hay algunos que no tienen corazón, que no nos respetan. Hace falta que sensibilicen a los transportistas, pues hay muchos que no quieren ayudar, y no piensan que llegará el momento en el que ellos serán personas de edad, y que van a ocupar ese lugar. Sí, se sienten mal que te hagan malas caras”, subraya.
Agrega que también tiene que ir al Centro de Rehabilitación Integral de Querétaro (CRIQ), donde recibe asistencia médica.
De acuerdo a cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) de 2014, el 1.7% de la población total del país con alguna discapacidad radica en Querétaro, esto es, 60 de cada mil habitantes.
No todo es trabajo para Jaime, pues se confiesa aficionado al futbol y seguidor de toda la vida de los Gallos Blancos. Su afición no se limita a ver los partidos cada 15 días en el estadio Corregidora, a donde acude a ver al cuadro emplumado, pues dice que a pesar de su limitación tuvo la oportunidad de ser árbitro.
Añade que otro de sus gustos es la música y ver la televisión, aunque de igual forma se declara aficionado a las computadoras, donde gusta de leer libros, además de las noticias más relevantes de Querétaro y el mundo, pues considera que es muy importante estar bien informado.
Resalta que las nuevas tecnologías les han facilitado la vida de las personas con discapacidad, pues les ayudan a resolver situaciones que se les presentan en la vida cotidiana.
Agrega que en su caso es “algo lento” para escribir en la computadora, pero entiende los programas y su funcionamiento, además de que en su trabajo debe de usarla, facilitando su actividad diaria, pues quizá sin estos aparatos no podría trabajar, pues tendría que hacer las notas y los pedidos de los clientes a mano.
Apunta que en su trabajo la relación con sus compañeros es normal, pues no lo discriminan, lo incluyen totalmente en sus dinámicas, ya que, añade, “juega con ellos, se lleva con ellos. Me ha tocado, gracias a Dios, una buena armonía con mis amigos. La mayoría son muy amigables, muy sociables y me gusta platicar con ellos”.
Jaime también dice tiene muchas amigas, con quienes suele salir a tomar un café o platicar, así como ir a cine.
Agrega que en el corto plazo le gustaría cambiar de trabajo, pues ya los años comienzan a pesarle. Sus piernas ya no les responden como antes, y le gustaría una actividad que no le exija tanto físicamente.
“Antes no me dolía nada, a esta edad ya me empiezan a doler las rodillas, no puedo estar de pie tanto tiempo. Necesito una actividad laboral donde no tenga que estar tanto de pie, es mucho ajetreo. Me gustaría un trabajo tranquilo”, añade.
Jaime interrumpe la charla. Recibe una llamada de un cliente. Lo atiende como cualquier vendedor, el saludo es jovial, intercambia un par de saludos, le juega un par de bromas, y le dice que en un momento le llama, que está en entrevista.
Retoma la charla. Dice que “los partidos políticos, cuando se acercan los procesos electorales, se acuerdan de nosotros. Nos invitan a desayunos, nos invitan a las campañas. Nos prometen y nos prometen y nada”.
Asimismo, señala que ha pedido ayuda a varias personas, pero no ha obtenido respuesta positiva de nadie, y aunque no milita en un partido político en específico, se acerca a los institutos, buscando apoyo para alguna situación.
Jaime concluye la charla, necesita regresar a su trabajo, pues pidió permiso para acudir a un evento en el centro de la ciudad. Se levanta de la silla y se dirige a la calle de Pasteur para abordar un taxi que conduzca a su empleo. Vuelve a su rutina, a su día a día.