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Discreto por fuera, por dentro La Biznaga, arte y café, es una fiesta de imágenes y expresiones artísticas muy mexicanas, que recibe a comensales de todas las edades desde hace 16 años, cuando abrió en Querétaro, para además de satisfacer estómagos, hacerlo con los demás sentidos, pues sus muros llenos de arte popular mexicano, así como otras más relacionadas con la música y literatura invitan a hacer un pausa en el luga
Se ubica en la calle de Gutiérrez Nájera desde que abrió. Las mesas son de madera, de un estilo rústico. En una zona hay mesas literas, pues se encuentran dos arriba de otras mesas, algo que le da un toque muy original al sitio.
Una parte de la cafetería luce a media luz, con luces discretas y una decoración que va de fotos de los mismos clientes, quienes deciden compartir con los otros comensales momentos de fiestas, hasta mantas y camisetas del cantante Bob Marley.
Aldo Hernández es uno de los empleados con más años en La Biznaga, 10 de los 16 que lleva abierto el café. Narra que originalmente sólo abría por la tarde, como era el concepto original de sus creadores, Edgar Márquez, Saúl Farías y Rosita Márquez, originarios de Irapuato, Guanajuato, pero que se aventuraron a abrir este concepto en tierras queretanas.
El local está a medio ocupar. Son cerca de las 11:00 horas y muchos jóvenes, principalmente en parejas o grupos de amigos, degustan de los desayunos que sirven en el café.
Los clientes nuevos no saben qué ver de inicio, si la carta con el menú o las paredes decoradas con imágenes de santos, guajes para agua o sombreros.
Gusto por la lectura
Hay una parte donde los clientes que no quieran comer, sólo tomar un café, lo pueden hacer en una sala, donde hay un librero, para quienes gusten del placer de la lectura pueden ejercerlo.
Aldo explica que Edgar y Saúl vivieron en la casona que ocupa el café, destinando sólo una zona de la misma al negocio. “Sólo se abría el lado del pasillo y este lado (en las habitaciones) era la casa donde vivían. Poco a poco se fue aclientando. Antes, la verdad, venían personas para llenar cinco mesitas en la noche, muy tranquilo.
Pero con el tiempo se fue aclientando, gracias a Dios, y ahora hay fila esperando para entrar, antes de abrir. Hay días tranquilos, como todo, pero a la gente le gusta”, indica.
La música suena de fondo a un volumen no muy alto, para permitir a los clientes mantener una charla amena mientras esperan la llegada de su orden.
Una pareja de jóvene,s de no más de 25 años, ocupa una mesa en una esquina. Mientras el personal del café llega con las cartas observan en todas direcciones, admirando y tratando de reconocer todo lo que sus ojos ven. Una figurilla de barro mostrando una posición sexual también tiene su espacio en las paredes y repisas de La Biznaga.
Aldo comenta que no faltan los clientes que preguntan por el concepto del lugar, pues a la mayoría le gusta la decoración, “se emocionan y me preguntan cuál es el concepto del lugar, pero es más bien (una mezcla) del folclor mexicano, con un poco de todo de los souvenirs que le han regalado al jefe y lo que traen los clientes”.
Hay zonas del local que están llenas de fotografías de los clientes, ya sea en fiestas, reuniones con sus amigos, o eventos que se han llevado a cabo en La Biznaga a lo largo de 16 años de existencia.
Además, uno de los dueños también se dedica a la pintura y algunos de sus trabajos decoran los muros del negocio, “poco a poquito se ha llenado La Biznaga”, agrega Aldo, quien precisa que muchas ocasiones les han preguntado si venden alcohol, pero no es así, “es totalmente familiar, pueden venir niños, niñas, jóvenes, personas grandes, de todo, y aquí los recibimos igual, parejo, les damos el mejor servicio que podemos”.
Menú con ingredientes locales
Por la mañana, abunda Aldo, se ofrecen desayunos: hay enchiladas, chilaquiles, tlacoyos, enmoladas, café de olla, no son un su mayoría platillos gourmet, pero tienen sus detalles finos, como la elaboración artesanal de la mermelada.
“Hay un chico que trabaja con nosotros que hace las mermeladas, son caseras, igual las enchiladas, tratamos de comprar siempre a los proveedores locales. Un platillo que nos tenga definidos, no lo tenemos, pero tenemos malteadas especiales, con nombres de cactáceas, como la biznaga, sahuaro, pitaya, y gracias a Dios se dado el negocio”, enfatiza.
Como todo los negocios, La Biznaga cuenta ya con un grupo de clientes fieles, algunos que los frecuentan desde que abrió el local.
“La atención que les damos tratamos de que sea le mejor. Hay días en los que nos sentimos mal, pero ahí estamos atendiendo con una buena cara y dando un buen servicio”, abunda.
Un plus que ofrece La Biznaga es que lunes y martes en la tarde hay música en vivo, con la presencia de dos grupos. La música es, principalmente, reggae, un poco de folk, interpretado por Mauricio Carrera, Jorge Morán, entre otros cantautores.
El café abre en dos horarios, de 9:00 a 14:00 y de 18:00 a 23:00 horas, de lunes a sábado. Esas horas son aprovechadas por los empleados para cumplir con sus obligaciones familiares, en el caso de Aldo va a la escuela por sus hijos. En la tarde entra en acción el otro equipo.
En la mañana, junto con Aldo trabajan Carla Martínez, la cocinera; Christian Bermúdez, quien hace el pan y las bebidas; Citlalli Méndez, la mesera, y Olimpia Granados, encargada del local, aunque en total trabajan alrededor de 20 personas.
Aldo agrega que para la biblioteca de La Biznaga los clientes pueden donar los ejemplares que quieran, además de que quienes gusten llevarse un libro a préstamo lo pueden hacer, con el compromiso de devolverlo una vez terminada su lectura.
Además de concepto sui generis del sitio, Aldo puntualiza que trabajan en un concepto “para apapachar” a los clientes, a través de visitas a un lugar de descanso, donde se brinde comida orgánica a los visitantes, masajes relajantes y lugares para acampar, con lo que el concepto crecería más.
km