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“Me gusta dibujar una sonrisa en las personas, crearles un momento especial, dibujar un momento especial en sus mentes”, dice Luis Uriel González Velázquez, pirotécnico de cuarta generación, originario de Boxasní, Cadereyta de Montes, desde donde se trasladó junto con algunos de sus compañeros para armar el castillo que se quemó en la más reciente festividad de Santa Rosa de Viterbo.
Junto a Luis trabajaron Óscar González Rubio, Darío González y Luis Fernando Reséndiz.
Luis explica que trabajan principalmente en festividades tradicionales en los municipios de Tolimán, Colón, Cadereyta, Ezequiel Montes, y en general en todo el estado, aunque también salen a otras entidades, como Guanajuato, por la cercanía, además de eventos privados, donde sus servicios son requeridos.
Dice que en su pueblo la mitad de la población se dedica a la elaboración de pirotecnia, con los permisos establecidos por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y Protección Civil, por eso los percances son casi inexistentes en su comunidad.
Explica que los elementos químicos que usan para la elaboración de los fuegos artificiales están regulados, como nitratos y algunos derivados de otros materiales y compuestos químicos. Para un castillo se necesitan entre 30 y 40 kilos de este material pirotécnico, detalla.
Aunque durante la entrevista había cuatro personas armando el castillo, labor en la que se llevan alrededor de cinco horas, normalmente trabajan cerca de 15 personas, indica.
“Como es un trabajo totalmente artesanal hacemos todo a mano, por eso conserva su esencia”, afirma.
Tradición familiar
Comenta que este oficio le viene de familia, “es un oficio de abolengo, nosotros somos la cuarta generación. Estamos hablando de que el abuelo de mi abuelo le platicaba que este oficio llegó con la conquista, con el uso de la pólvora en las bolas chisperas. Derivado de esto, el mexicano aprendió hasta llegar a mi generación.
“Nosotros aprendemos a hacer las cosas más sencillas desde la edad de siete u ocho años, comenzamos con las cosas más simples y de ahí nos empezamos a involucrar.
“Lo primero es ponerle la mechita a los cohetes para que suban y prendan, se llama enmechar”, indica.
Mientras Luis habla, sus compañeros no paran sus labores en el armado del castillo. Forman las frase “Santa Rosa de Viterbo” con plásticos de colores que ya están listos con cohetes. Lo hacen como armando un rompecabezas, dando forma al castillo. A un costado está una flor, también hecha con los mismos materiales.
“Estuvimos en una fiesta tradicional, patronal, pero en otras ocasiones vamos a pedidas de mano, bodas, XV años, fiestas de ese tipo, entonces hay muchas cuestiones que nos gusta hacer. Nosotros pintamos y dibujamos en el cielo. Son muchas cosas las que hacemos”, asevera.
Dice que este trabajo no es exclusivo de los hombres, pues hay varias etapas de la elaboración de la pirotecnia en la que participan casi en exclusiva las mujeres.
Añade que en la elaboración de un castillo como el que arman participan mujeres ya que la piroctenia es un trabajo que da para comer a hombres y mujeres por igual.
Luis dice que a través de algunos medios de difusión buscan hacerse de trabajos, además de que ellos mismos suelen ir con los encargados de las fiestas, a quienes les ofrecen su trabajo de pirotecnia artesanal.
“Les planteamos una propuesta para lo que más les conviene”, dice.
Otra mujer se acerca y pregunta cuándo se quemarán los fuegos artificiales. Recibe la respuesta y se va atravesando la plazuela Mariano de las Casas, llena, en esos días, de puestos de comida.
Trabajo en equipo
Agrega que cuando ve su trabajo encendido en las fiestas va más allá de la satisfacción personal, pues se trata del trabajo de todo un equipo, “en este caso hay pocos aquí, pero es el trabajo en equipo que todos hacen, que es algo muy importante”.
La próxima fiesta a la que acudirá será el 12 de diciembre, en Peñamiller, trabajo para el cual ya se preparan, pues dice que para hacer una buena pirotecnia pueden tardar hasta tres meses en su elaboración.
Sobre los riesgos que conlleva su oficio, sostiene que es un trabajo peligroso, pero hacerlo con las precauciones necesarias se convierte en un oficio gratificante.
Luis habla también un poco de su pueblo, cuya fiesta anual es en enero, en la que durante cinco días se queman fuegos artificiales, que son aportados por las familias dedicadas a este oficio, tradicional y riesgoso.
“Como es un pueblo indígena, conserva todos sus elementos culturales y también diario tiene una de estas [pirotecnias], tiene mucho trasfondo cultural (...) Es algo que se puede presumir de Querétaro”, dijo.
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