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“Por ahí me hicieron el comentario que iban a entregar apoyos a comercios. Investigué y me lo dieron. Con eso vamos a pagar una vitrina”, dice Cristina Tovar Balderas, quien tiene una miscelánea desde hace 12 años en Corregidora.
Antes, junto con su esposo, vendía churros de azúcar, hasta que decidieron a establecerse y abrir su negocio, pese al embate de las tiendas de conveniencia.
Cristina ocupa una silla en primera fila en el Patio de los Aguacates, en el Centro de Atención Municipal (CAM) de Corregidora, donde autoridades de esa localidad y del gobierno del estado entregan apoyos a emprendedores y pequeños empresarios.
Es de las primeras en pasar a recibir el crédito que obtiene de manos del alcalde Mauricio Kuri González, y del secretario de Desarrollo Sustentable, Marco Antonio del Prete Tercero.
Pasa al frente, posa para la foto y recibe las felicitaciones de los funcionarios. Terminado el evento sale rápidamente del lugar. No escucha cuando les piden a los beneficiados por los créditos que se entregan que posen para la foto oficial con los funcionarios. Sale al patio central del CAM.
Ahí, narra que el apoyo que recibió por parte de la autoridades lo usará para pagar la vitrina que ya compró. Agrega que con su negocio ya tiene más de una década de trabajo, luego de que vendía churros de azúcar en las tiendas.
“Le dije a mi señor que pusieramos una ‘tiendita’ y así empezamos. Abrimos una tienda, una miscelánea. Conforme fuimos pudiendo nos echaron la mano para conseguir el permiso para vender cerveza, y así nos hicimos del negocio y ya dejamos el de la venta de churros”, explica.
Negocio familiar.
A la fecha, Cristina dedica su tiempo por completo a la tienda, que abre todos los días del año, de siete de la mañana a las 11 de la noche, de lunes a sábado. Domingo cierran a las 10 de la noche.
La miscelánea es atendida por Cristina, su esposo y dos de sus hijas, pues la jornada es amplia y con mucho trabajo.
Subraya que la única manera de sobrevivir ante la competencia de las cadenas de tiendas de conveniencia y de otros locales comerciales “es echarle muchas ganas, además de abrir todos los días, es lo primordial, porque si no abres todos los días, no sacas para comprar mañana”.
Añade que sus hijas Erika y Alejandra atienden el local entre semana, mientras que ella y su esposo, Blas Hernández Alonso, despachan sábado y domingo.
Cristina apunta que en un futuro piensan abrir otra tienda en la misma colonia, la José María Truchuelo, a solo unas cuadras, para crecer en su negocio.
El nieto de Cristina juguetea en los jardines del CAM. Nunca lo pierde de vista, lo sigue con la mirada mientras recuerda que ella se inició en el comercio cuando conoció a quien actualmente es su pareja
Él se dedicaba vender churros, pues es comerciante de toda la vida.
Trabajo y esfuerzo, claves.
Hace tres décadas Cristina aprendió a hacer churros. Añade que su mercancía la vendía en las tiendas. Los hacían en su casa y los ofrecían en las tiendas por una comisión, lo que era buen negocio, pues les permitió darles estudio y sacar adelante a sus cinco hijas.
Precisa que ante la competencia de los minisúper no les queda más que trabajar muy duro para sacar adelante su tienda, poder abrir otro negocio y tener un mejor sustento para ella, sus hijas y sus ocho nietos.
Cristina persigue a su nieto por el pasto, mientras el menor, de unos tres años, juega de un lado a otro. Luego se retiran del lugar.
Sus familiares los esperan a la distancia. Antes de irse, platican un momento entre ellos, mientras el pequeño corretea alrededor del grupo de adultos, quizá ya un tanto aburrido de esperar a su abuela en la ceremonia, que aunque no duró mucho, para un niño resulta eterna.
Los demás emprendedores que recibieron créditos también se marchan rápidamente, pues como mujeres y hombres de negocios, saben que tiempo es dinero.