El terapeuta, hombre de casi 1.80 metros de estatura, cae al suelo, pero no deja que lo ayuden a levantarse, debe de hacerlo solo, como lo haría si tuviera una inhabilidad. Es parte del curso de rehabilitación para personas con discapacidad motora.
La organización Vida Independiente México y sus instructores imparten el curso, que llegó a su fin ayer, no sólo para sensibilizarlos sobre la discapacidad y entender un poco más a sus pacientes, sino también para capacitarlos en el uso de las sillas de ruedas.
En el exterior de Centro de Rehabilitación Integral de Querétaro (CRIQ) una docena de mujeres y hombres en sillas de ruedas tratan de dominar la forma de subir una rampa y bajar escaleras sin caer al piso. La mayoría de los asistentes son trabajadores de los centros de rehabilitación y del DIF, con el propósito de crear en ellos empatía con los pacientes, así como capacitarlos y que puedan replicar ese conocimiento a su vez con personas con discapacidad.
Julio César Leal, terapista en el Centro de Rehabilitación Integral de Santa Rosa Jáuregui, es quien cae al suelo, vencido por el peso. Con relativa facilidad logra incorporarse con todo y silla. “Ese es el chiste”, dice alguno de sus compañeros.
“Venimos de todo el estado, de las diferentes unidades de rehabilitación, de los centros. El curso consiste en saber manejar la silla de ruedas, para nosotros transmitir a los pacientes que tienen lesiones medulares y que están en sillas de ruedas, cómo trasladarse, ir a sus actividades, ser independientes, que no necesiten el apoyo de nadie”, asevera.
Indica que el curso recibido durante esta semana le ha parecido muy bueno, pues les ha enseñado a ver la vida desde otra perspectiva, desde la altura de una silla de ruedas.
“Nos tenemos que dar valor. Nos caemos, nos tenemos que levantar solos, igual que ellos. Nos han enseñado la forma en la que debemos pararnos, cómo caer, cómo no lastimarnos y todo eso llevarlo a nuestros pacientes”, sostiene.
Apunta que no tenía idea de que moverse en silla de ruedas fuera tan complicado, y hasta que estuvo sobre una silla de ruedas se dio cuenta de lo complicado que es vivir día a día así.
El terapista desde hace 18 años, agrega que lo que más disfruta de su trabajo es el trato con los pacientes, incorporarlos a su vida diaria y que sigan siendo independientes, aunque hay pacientes que no terminan de aceptar sus condiciones físicas.
Con más seguridad en la silla de ruedas, Estela Aguilar, de la Ciudad de México, es parte del equipo de instructores de Vida Independiente México. Mujer de mediana edad, con discapacidad de nacimiento, explica que el curso consistió en instruir a los participantes en el uso y manejo de silla de ruedas en condiciones urbanas.
“Se les dio la capacitación al personal del CRIQ, al personal de las diferentes dependencias de gobierno y de los municipios para que ellos puedan replicar esta información, este aprendizaje para que lo puedan recomendar, ellos ya tuvieron la vivencia personal, ya llevan las técnicas aprendidas para que puedan compartir”, comenta.
Dice que la respuesta del personal fue favorable, además de que se comprometieron con su trabajo, pues no faltaron a sus clases, incluso pudieron circular por calles del primer cuadro capitalino, y así pudieron darse cuenta de que hay algunas zonas que no son tan amigables con las personas con discapacidad.
Sin embargo, dice que el principal problema fue la intolerancia de algunos automovilistas que se molestaban por el paso de la caravana de personas en sillas de ruedas.
“Pensamos que se requiere de un poco más de sensibilización por parte de la sociedad, porque íbamos rodando, íbamos en la calle y algunos conductores de vehículos molestos, porque estábamos estorbando, sabiendo que es una ciudad histórica y que las calles son pequeñas y que así está la infraestructura y se tiene que respetar”, apunta.
Recuerda que en su caso, desde niña recibió el apoyo de su familia para ser más independiente y darle oportunidad de tomar sus propias decisiones y elegir la vida que quería.
Ahora, dice, se siente realizada e independiente, pues en la organización ha tenido la oportunidad de ayudar a otras personas, decirles a otros cómo usar una silla de ruedas para que puedan llevar a cabo sus actividades de manera libre, independiente, sin tener que esperar a un familiar o amigo para llevarlos a algún sitio.
Agrega que aunque hay zonas que aún no son tan amigables con las personas con discapacidad, la gran mayoría de las calles son buenas para personas con discapacidad motora.
En Vida Independiente México Estela se siente realizada. Desde hace seis años llegó a la organización, invitada por una amiga. Su filosofía es simple: la discapacidad no es una limitante para llevar una vida plena y productiva.
Los participantes se alistan para la clausura del curso. Entran al auditorio, se acomodan para la ceremonia, platican, hacen algunas llamadas, se toman fotografías, sonríen satisfechos por el trabajo realizado.
Julio César deja por un momento la silla y camina hacia una mesa con bebidas. Toma una y da una vuelta por el salón donde será la ceremonia de clausura. Mientras, Estela charla con otras mujeres y hombres, quienes aún en las sillas de ruedas viven en carne propia cómo es moverse en las mismas condiciones que sus compañeros.