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Ulises Pimentel es licenciado en gastronomía, pero la robótica la lleva en las venas, gracias a su padre, Roberto Pimentel. Ese gusto lo llevó a incursionar en la docencia y ahora enseña robótica a niños, incluidos aquellos que padecen algún trastorno de personalidad, para desarrollar su potencial y seguridad en sí mismos.
Un aula del Centro Cultural Manuel Gómez Morín, recibe a una veintena de niños, de entre cuatro y 14 años, quienes poco a poco llegan para tomar su clase de robótica. Las cajas llenas con piezas de Lego educativo esperan a los pequeños que seleccionan las piezas que servirán para hacer sus robots, cuyas instrucciones están en unas hojas que revisan cada cierto tiempo para ver sus avances.
Recuerda que desde 2002 su padre incursionó en la robótica en el estado, entró a un colegio particular y desde 2014 lo hace independiente, en el grupo: “Trabajamos con chavos desde cuatro hasta 14 años. Manejamos también una sección para niños con déficit de atención, trabajamos recreativamente”, dice.
Señala que ha trabajado con pequeños con Síndrome de Down en anexos, asilos, con una gran dosis de paciencia, trabaja en distintos niveles en competencias internacionales.
Ulises ha ido a Atlanta, Georgia y Dallas, Texas, obteniendo buenos y decoroso lugares como el 584 de mil 837 equipos registrados a nivel mundial en la liga.
“Eso de las competencias está bastante bien. En mi primera competencia tenía 11 años y nos comieron: el miedo, ellos (los otros competidores) porque eran bastantes escuelas y muy experimentadas, nosotros apenas empezábamos”, narra.
Hacen competencias internas, pues la academia Gómez Morín no es la única, son ocho más con las cuales hacen torneos, para que los chicos comiencen a tener fogueo para que se les quite el miedo.
“Eso lo importante aquí, que al chavo se desarrolle y compita porque la competencia te da carácter. Con ellos te das cuenta quienes son los que trabajan bien, quienes no y se puede identificar a los que están aquí por gusto que son los chavos que vengan en las mañanas, a las 10 de la mañana, en sus días de descanso”, comenta.
“A mí lo que más me gusta y me da mucho orgullo es que lleguen niños que no traen seguridad y que estén ensamblando algo, armando. Un niño que tiene inseguridades, que tiene problemas que lo que está armando tiene movimiento, tiene motor y se lo explica a su papá y éste se ve feliz, el menor obviamente saldrá mil veces más feliz. Pero fuera de la felicidad, el nivel de seguridad que estás creando en ellos y que ellos mismos se están generando es lo importante”, dice.
Sobre el trabajo con niños con discapacidad, apunta que la forma de trabajar es más lenta, aunque depende de la situación, pues ha recibido niños invidentes, con cuadraplejia, autismo, Síndrome de Down, déficit de atención por ello tiene una pauta diferente, a su ritmo.
“A los niños con discapacidad se les dan más funciones psicomotrices, como ensamblaje básico, generar seguridad para que ellos solos lo puedan hacer. Eso es algo que me gusta bastante, es más cansado, pero la gratificación es mayor porque es muy diferente”, agrega.
Además de despertar en ellos la seguridad y en sentido de competencia, Ulises subraya que algo importante es el trabajo en equipo, fomentar el compañerismo, los valores básicos que necesitan los pequeños para desarrollarse.
Añade que los equipos deben de desarrollar un proyecto, y este año es un robot usando la termodinámica, para lo cual primero deben de entender este concepto. Ya entendido lo deben de aplicar y al final ellos deben dar el resultado, pues al final los menores no cuentan con la asesoría de sus instructores, todo se fundamenta en la seguridad que hayan desarrollado.
Los grupos de Ulises son de un promedio de 25 alumnos, mientras que de martes a viernes son alrededor de 30 alumnos, pues dice, es más selectivo, ya que no le gusta que le lleven a los infantes como si se tratase de una guardería.
“No se trata de eso, que los papás me los traigan, no hay ningún problema, pero no estoy para estar de guardería. Me volví un poco más selectivo con los alumnos que sí están por interés que quieren venir a trabajar, que se lo piden a sus papás o vienen los niños que traen los papás para no tenerlos en la casa”, enfatiza.
Precisa que él puede ver cuando los niños tienen interés, pues algunos llegan minutos antes de que comience la clase, por lo que se enfoca más en esos chicos. En cambio, hay otros alumnos cuyos padres casi los llevan a rastras.
El material que usa es la parte educativa de Lego, con la que trabajan para mecanismos básicos, hay otro más especializado para la robótica de competencia, además de tener distintas categorías.
Afirma que ofrece a los menores todo el conocimiento que les pueda brindar, para todos por igual, aunque también depende de la motivación que traigan los niños desde casa, pues hay padres que no valoran el trabajo de sus hijos, bajando la autoestima de los alumnos, pues cuando eso pasa se pierde todo el trabajo que han hecho.
“Quiero formar en los niños la seguridad y confianza de que todo lo que están haciendo lo hacen bien. Lo demás ya no importa, que sean políticos, sean presidentes, sean lo que ellos quieran ser, pero que lo hagan con seguridad. Lo demás ya no es tanto problema”, puntualiza.