Lo conocen como El Chino, en el tradicional barrio de Hércules, donde muchos saben que el hojalatero Ernesto Mejía está ahí para reparar un rayón en la carrocería, un laminazo o realizar un baño de pintura y dejar como nuevo un coche, para todo eso se pinta solo.
Ernesto acaba los detalles de un vehículo, al cual le pinta un costado. El motor de la compresora hace un ruido fuerte, apenas se escucha la voz del experimentado hojalatero que tiene varias décadas dedicándose a arreglar los desperfectos lamineros de los coches.
Recuerda que desde los 15 años de edad se dedica a este oficio, “aprendiendo con los maestros, aquí y allá. Siempre me gustó, por eso estamos aquí”. Señala que su primer maestro hojalatero se llamaba Manuel Reza González, en su natal Amecameca, en el Estado de México, “donde está el Popocatépetl, don Goyito”.
El primer coche que arregló, dice, fue un Galaxy 67, una restauración que le hizo a esa unidad. Por cuestiones de trabajo se mudó a Querétaro, pues trabajaba para algunas aseguradoras que lo invitaron al estado, hace 22 años, donde su oficio le ha dado para vivir.
Dentro del taller donde trabaja hay varios coches que esperan para recibir algo de “cariño”. Desde autos de modelos recientes, hasta vehículos con más de 30 años de antigüedad, como un Royal Monaco, al cual será la segunda ocasión que lo pinte y restaure.
Ernesto trabaja en un compacto japonés, al cual le ajusta una puerta, con un gato hidráulico la sostiene en su lugar, mientras que aplica los puntos de soldadura para colocar la pieza. Luego de hacer el trabajo revisa que haya quedado bien colocada, que cierre bien y quede en su sitio.
Un cliente llega a preguntar por su camioneta, una pick up, color rojo, a la que el hojalatero le termina los detalles de resanación. El cliente le dice que regresa por ella en una hora, puesto que la piensa usar. Ernesto le dice que en ese tiempo estará lista su unidad.
El hombre comenta que aparentemente se ve que cobran caro su trabajo, pero no es así, ya que en el costo de la reparaciones están contemplados los gastos, además de los oficios: “Ya están muy choteados”, la gente ya no los busca tanto como antes.
Actualmente los autos ya no se reparan como antes, ya que ahora las piezas se cambian completas, en lugar de sacar los golpes, como se hacían en antaño, cuando la lámina y no los polímeros y piezas plásticas abundaban en los autos.
Un ejemplo de ello, dice, en el Royal Monaco, cuyas defensas son cromadas y de metal. Actualmente las de estilo han dejado de existir y son pocos los talleres que trabajan estas piezas, cuando antes había muchos sitios que se dedicaban a desarrollar estas actividades.
Los nuevos autos sólo requieren que se cambien las piezas completas, las mismas armadoras lo hacen en sus talleres, siendo incluso más sencillo para los dueños, que no tienen que esperar semanas para tener su auto reparado.
Sin embargo, para los autos antiguos, cuya afición vive un auge actualmente, es más sencillo recurrir a un maestro hojalatero, como Ernesto, cuyas manos experimentadas pueden devolver su estética original a automóviles con más de tres décadas desde que salieron de sus fábricas.
El taller está equipado con todo lo necesario para reparar los autos: existe equipo para soldar, compresor, pistolas, herramientas manuales, martillos, bolas, limas, pastas. Ahora, indica, en muchos coches “se cambia la pieza”.
Apunta que en la temporada de fin de año hay mucho trabajo, puesto que la gente tiene dinero y repara sus automóviles, pero comenzando enero la actividad disminuye, por las deudas que se tienen que pagar por las fiestas decembrinas.
“Toda la gente arregla sus vehículos de todo: mecánica, suspensión, hojalatería, pintura, detalles, es la época buena, todo mundo hace su diciembre”, indica.
A la semana arregla en promedio dos o tres vehículos, dice que todo hay que hacerlo con calma y bien hecho, tomándose sus tiempos, y nada es difícil: “El difícil sería yo y no el trabajo. El trabajo no es difícil, el difícil es uno que le da uno flojera y pasa y pasa el tiempo, uno es que tiene que poner la acción”.
Gracias a su trabajo con clientes que lo recomiendan de manera constante, aunque eso, dice, es una desgracia porque eso significa que le pegaron a su coche. Agrega que actualmente todas las personas tienen a su hojalatero, para aquellos percances viales que suelen tener.
Ernesto se casó hace 20 años en Querétaro, con Lizbeth Pérez Brito. El matrimonio decidió no tener descendencia.
La jornada de trabajo de Ernesto es de 9:00 a 17:00 horas, de lunes a viernes, los sábados de 10:00 a 13:00 horas. Los días festivos los suele descansar, para estar con su esposa y tomarse tiempo de relajación.
Ernesto agrega que el trabajo del hojalatero es siempre socorrido, a pesar de las nuevas formas de hacer los autos actualmente. “Siempre hay trabajo, pero no como uno quisiera. Ese es el detalle, mientras haya chamba para hacer carritos, está bien”, añade.
Aún no sabe si algún día regresará a Amecameca, “ya que uno nunca sabe dónde va a caer. Sólo Dios sabe”.
Se acerca la hora de cerrar el taller. Ernesto se prepara para retirarse. Los autos tendrán que esperar para volver a la circulación, libres de golpes y “tallones”, consecuencia de descuidos de los conductores o de terceros que no calcularon bien las dimensiones de sus unidades.
El hojalatero vuelve a donde están sus herramientas, verifica que todo esté en orden, acomodado y apagado. Mañana será otro día para volver al trabajo.