De los entierros que encontramos en el edificio de los muertos, recuperamos más de 70 cráneos de niños, jóvenes y adultos”, comenta a EL UNIVERSAL Querétaro don Pedro Olvera, uno de los cuatro custodios a cargo de recibir a los visitantes y cuidar la zona arqueológica de Tancama, pequeña comunidad que no rebasa los 400 residentes y que pertenece al municipio de Jalpan de Serra.

Don Pedro platica que son más de 700 zonas arqueológicas las que existen en toda la Sierra Gorda queretana, sin embargo, son mínimas las intervenciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), por lo que se conoce muy poco de ellas.

Desde hace seis años, él y otras tres personas de la localidad fungen como custodios de la zona. “Cuando se abrió el sitio el INAH contrató gente; somos cuatro solamente, pero su apertura al público también significó una fuente de empleo y se van dando cuenta que la gente es útil para el trabajo y nos van renovando los contratos”, explica quien también trabajó como parte del grupo que realizó las investigaciones y excavaciones previas.

Desde su apertura esta zona ha llamado la atención de los turistas, incluso “viene mucho extranjero, también gente de Querétaro y San Juan del Río y de otros estados del país. Afortunadamente nos han visitado bastante y también en temporada de lluvias”, agrega el señor Olvera, quien dice que además de la riqueza cultural y natural que ofrece el lugar, “ver los amaneceres aquí es algo muy bonito y más de un mes para acá que es cuando ha llovido y se han reverdecido las montañas”.

Aunque desde hace seis años custodia el sitio arqueológico, don Pedro cuenta que también laboró en el lugar desde las primeras excavaciones: “hace unos 20 años, más o menos...”.

Conocimiento ancestral

Gracias a ello, conoce detalles que van más allá de las estructuras prehispánicas; para ejemplificarlo, señala una planta que existe desde hace varios millones de años.

La planta se llama chamal; se cree que antes no había maíz y los ancestros cocinaban esta planta; se come, al centro le sale una bola muy grande con la que se hacen tortillas y tamales de chamal, incluso en una comunidad de Valle Verde, Pocitos, todavía lo cocinan, pero ya no es muy común”, detalla don Pedro al momento de recorrer el lugar.

De su labor en las excavaciones, recuerda que de todas las estructuras se recuperaron restos de cráneos, sin embargo, en el edificio de los muertos “se hizo un levantamiento de más de 70 cráneos entre niños, jóvenes y adultos”.

Señala que la estructura de mayor tamaño es la más dañada, “porque en Jalpan había una señora muy política y le contaron que dentro de ese edificio había una barra de oro, así que lo mandó partir por la mitad”.

Dentro de los trabajos que se hicieron de restauración se incluyó la reconstrucción de ese edificio principal, al que rellenaron con tierra y piedra en la parte que le faltaba.

Incluso, don Pedro platica que para lograr que la cima de la estructura fuera totalmente plana y nivelada, se guiaron con el cerro que está frente a ella.

“Ya no se le pudo hacer más porque se perdía la información original de toda la estructura. Era un centro ceremonial importante, podría decirse que el más grande de la zona”, detalla el guardián de esta área.

Sobre los cráneos que se encontraron en Tancama, indica que todos fueron llevados a la Ciudad de México, donde expertos continuaron investigándolos, y también han servido para ser expuestos en museos.

Destrucción desmedida

Antes del tomar el sendero que lleva a la salida, junto al edificio “La mariposa de cobre”, don Pedro se detiene después de la reja que separa la zona protegida de un terreno que se observa al frente. Señala que esa zona también formaba parte del asentamiento prehispánico, pero ya no queda absolutamente nada de vestigios por la destrucción desmedida del hombre.

“Toda esa parte también pertenecía a Tancama, por eso hay tanta piedra sobre el terreno, por lo que el municipio compró el lugar y luego lo pasó al gobierno federal, que lo consideró Patrimonio Cultural del país.

Son tres hectáreas las que componen toda la zona arqueológica, su población sí era algo grande, pero hay 700 estructuras prehispánicas en toda la Sierra Gorda como ésta, Ranas o Toluquilla, pero la mayoría están escondidas entre las montañas”, afirma.

En este lugar se han encontrado —y todavía se encuentran— vestigios de utensilios como vasijas o jarrones de barro, conchas marinas, espinas de mantarraya, pero la recomendación a los visitantes es no llevarse ninguna de esas piezas para preservar lo más que se pueda la riqueza cultural de la zona.

En el olvido

Don Pedro detalla que el sitio arqueológico abre de ocho de la mañana a las cuatro de la tarde; y aprovecha para denunciar que el municipio de Jalpan “ha olvidado” atenderlo.

“El lugar es bonito, pero el camino es complicado para llegar y eso ya le corresponde al municipio, la presidenta municipal actual, no sé si no le llegue recurso, pero no ha puesto mucha atención a Tancama, a mejorar los caminos, pero aquí seguiremos; es un lugar que atrae turismo, así que esperemos pronto se arregle el camino de la entrada”.

A pesar de que el camino es complicado, Tancama ofrece al visitante un viaje en el tiempo. Naturaleza e historia de las civilizaciones antiguas confluyen en un mismo lugar para dar una gran experiencia, que se traduce en cultura y conocimiento para quienes llegan al sitio arqueológico: una muestra de los tantos secretos que esconde la Sierra Gorda.

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