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“A los charros siempre nos han quedado a deber. Así están acostumbrados, a quedarse con lo que no es suyo”, dice Manuel Ordoñez Barrera, charro desde los seis años y miembro de la Asociación Regional de Charros desde hace décadas.
Manuel Ibarra, de 70 años, montado en su caballo, espera a las afueras del Centro Cívico, mientras una comisión de representantes de los charros de Querétaro dialoga con las autoridades. Están molestos por la venta del lienzo ubicado en Santa Rosa Jauregui.
Él, junto con otros 20 charros, esperan afuera de las instalaciones mientras las yeguas y caballos ensucian con orina y excremento la entrada del Centro Cívico, pero ellos no se inmutan.
Esperan que la venta del inmueble se eche para atrás. No saben cómo, pero quieren que suceda. “Si es necesario, que devuelvan el dinero”, comentan algunos.
“Prácticamente nos despojaron del lienzo, no es que nosotros nos quisiéramos salir, nos despojaron para darnos el otro, el que está en Santa Rosa, pero pues ya tampoco lo tenemos, nunca nos entregaron nada”, cuenta Manuel Ibarra.
Manuel Ordoñez Barrera dice por su parte que la charrería corre por sus venas, como también corrió por las venas de sus abuelos y de su padre Manuel Ordoñez de la Vega, uno de los charros destacados de la región y al que conmemoraron poniéndole su nombre al anterior lienzo ubicado en la Central de Abastos.
Actualmente tiene tres hijas que son escaramuzas y un hijo que es charro, también llamado Manuel, como sus ancestros.
Este charro recuerda cómo su padre lo instruyó en la charrería desde que era un niño. Recuerda haber asistido y participado en todos los lienzos charros que han existido en el estado, siendo el primero uno ubicado en donde ahora está el centro cultural Manuel Gómez Morín, aquel lienzo ubicado junto a La Alameda se llamaba El Queretano.
Desde pequeño practicó las suertes charras, hasta convertirse en Campeón Nacional de Charro Completo en los años 1970, 1971 y 1974. Ahora cuenta con decepción que el gremio ha sido despojado de todos los lienzos charros de Querétaro.
Una escaramuza lo escucha hablar de eso y con desencanto recarga la cabeza sobre su mano empuñada y expresa: “¡Qué lástima!, y con el nivel altísimo de charrería que tenemos ahora”.
Tradición generacional
Junto a Manuel Ordóñez se encuentra Enrique Ayala Castro, charro de 57 años que también espera a las afueras del Centro Cívico, junto con sus demás compañeros.
Desde hace 18 años forma parte de la Asociación Regional de Charros de Querétaro. Inició en la charrería cuando buscó un deporte apropiado para sus dos hijas, Gabriela y Mariana Ayala Paredes, ambas fueron escaramuzas durante casi 20 años y ahora son profesionales.
“Este deporte les sirvió mucho en sus vidas profesionales, es una actividad de mucha disciplina. Yo inicié en esto cuando las traje a ellas, porque querían practicar algún deporte. Las acerqué, siempre las apoyé y también yo me quedé en la charrería”, comenta Ayala Castro.
Este deporte y la crianza de caballos también ha estado presente durante tres generaciones en la familia de Enrique Ayala. Sus abuelos criaron caballos y el propio Enrique continuó con su crianza, luego incursionó en la charrería; sus hijas Gaby y Mariana son escaramuzas y los nietos de Enrique también sienten pasión por este deporte.
“La charrería es una costumbre familiar, como los caballos, mis nietos ahora ven fotografías antiguas y reconocen a sus abuelos y bisabuelos, también a ellos les gusta. Es un orgullo practicar la charrería, portar el traje, es maravilloso”, comenta.
Largo linaje
En Querétaro existen alrededor de 40 asociaciones de charros, cada una con un promedio 15 miembros, lo que da un total aproximado de 600 charros queretanos, sin contar a las escaramuzas.
Enrique calcula el número de personas que practican este deporte y pregunta con preocupación: “¿Dónde vamos a hacer nuestras actividades? Sólo en esos lugares, en los lienzos, podemos hacer charreria.
“Todos los estados tienen su lienzo, nosotros también merecemos uno. La Asociación Regional de Charros fue fundada en 1938, después de las de San Juan del Río y de la de San Luis Potosí, esta es de las más longevas.
“En el antiguo lienzo charro hacían cursos de verano para que los niños aprendieran a montar, a realizar las suertes charras, a cuidar a los animales, era muy bonito. Yo tuve la fortuna de conocer el lienzo charro El Querétaro, que estaba junto a La Alameda, asistí al torneo de 1982, ese fue el último que realizaron en ese lugar”, recuerda.
Sin fecha de caducidad.
Enrique Ayala dice con orgullo que la charrería es un deporte que jamás se extinguirá en el país. Lo dice confiado al ver a los jóvenes que cada día se acercan a alguna de las 40 asociaciones charras en Querétaro y que buscan unirse al gremio.
Comenta que esa es la mejor edad para adentrarse en el mundo charro. “De niños y jóvenes es cuando más aprenden, ya de viejos sólo buscamos transmitir nuestros conocimientos a los más chicos, por eso es importante contar con espacio para este deporte, somos muchos”, comenta Enrique mientras controla a su yegua.
Fueron alrededor de 20 los charros de Querétaro que se presentaron este martes en el Centro Cívico para entablar un diálogo con el presidente municipal Marcos Aguilar Vega.
“¡El municipio es nuestro!” “¡Al charro lo que es del charro!”, gritaban los más animados, mientras esperaban a la comitiva que hablaba por ellos ante las autoridades.
Un grupo reducido de escaramuzas acompañó al gremio, en esta manifestación pacífica: repartían copias de un comunicado a reporteros y ciudadanos que pasan por la zona, sobre el derecho que tienen a contar un inmueble digno para realizar este deporte nacional.