Juana Padilla, quien vende rosas desde hace 20 años, 18 de los cuales han sido en el mercado de La Cruz, dice que contrario a lo que se podría pensar, el 14 de febrero no suele vender, pues el producto aumenta mucho de precio, la gente no compra y “no sale la inversión”.
Juana prepara los ramos de rosas por docenas. Corta los tallos largos y los deja iguales. Toma una hoja de periódico en la cual envuelve las rosas, para luego colocar un plástico y meterlo en un cubeta con agua, donde otra docenas de rosas están a la espera de los clientes.
Mientras Juana hace los ramos, platica que comenzó a vender hace 20 años, pero los dos primeros lo hacía de casa en casa. Ahora en un lugar fijo se hace de sus clientes fijos.
“A veces [me va] bien, a veces mal. Antes sí se vendía, ahorita hay mucha competencia y ya los productores las suben mucho en días de fiesta, de 15, 13 años para acá los productores la suben”, indica.
Originaria de Nuevo San Fernando, municipio de San Juan del Río, explica que las rosas las compra a los productores locales, que tienen sus invernaderos cercanos a la comunidad en la cual reside.
“Voy a los invernaderos, donde están los dueños, ahí ya negocio con ellos, que me vendan tantas gruesas cada corte. Me venden 32 gruesas a la semana. Una gruesa contiene 140 rosas”, abunda.
Una mujer se acerca a comprar una docena de rosas. Elige un ramo de estas flores que tienen un color rosa pálido. El nombre de la mujer es Guadalupe Espinoza, quien dice que el ramo es para la Virgen de la Rosa Mística.
La mujer extiende un billete a Juana, quien lo toma y busca otro para dar el cambio. La clienta se despide y no pasan más de cinco minutos para que otra clienta llegué. Pregunta por sus su ramos, los cuales están en una cubeta aparte de las demás que contienen otras rosas. Juana se los da, mientras la compradora extiende varios billetes y monedas, que suman 100 pesos.
Sin embargo, Juana precisa que habrá un día en el que suspenda actividades: el 14 de febrero. La razón, el precio de la flor aumenta, haciéndola incosteable para la mujer, además de que las bajas temperaturas afectan las cosechas.
“Ahorita no hay tanta flor por el frío que ha hecho, no hay flores, están bien carísimas y no me conviene [vender el 14 de febrero] quizá otros años sí, pero ha subido demasiado y no voy a vender, no me va a quedar nada. A lo mejor invierto dinero, pero no sacó lo que le invertí”, asevera.
Agrega que siempre en estas fechas les venden la flor un poco más cara, pues una gruesa pueda llegar a costar entre 600 y mil pesos, por lo que para recuperar la inversión tendría que darla más cara a los clientes, que muy difícilmente pagarían más de 50 pesos por una docena de rosas. El clima afecta la economía de Juana.
Los clientes no paran de llegar con Juana, quien se coloca a un costado de la entrada del mercado. Sus vecinas son dos mujeres originarias del municipio de Amealco, quienes venden alcancías de barro, con formas de marranitos y algunos conejos.
“La gente ya no compra flores, mejor se llevan a comer a la novia, o le dan un regalito, cualquier detallito, ya las flores no son regalos, ya se perdió ese romanticismo”, abunda.
Juana es madre de dos hijos, uno de 20 y una de seis años de edad. La niña, dice, es la que está a su cargo aún, pues el mayor “ya se juntó, ya depende de él mismo”, comenta.
Luego de 18 años de ventas en La Cruz, la vendedora de rosas ya tiene su clientela, personas que suelen acudir al mercado por su mandado y saliendo pasan por sus flores, para adornar sus casas, o quizá para llevar a algún templo, para adorar a un santo.
Dice que muchos clientes ya llegan directamente a pedirle las rosas, y ella ya los conoce. Muchas clientas y clientes, antes de entrar al mercado, le apartan las rosas, para pasar por ellas el terminar sus compras.
Las ventas para Juana al día son de entre 18 y 24 docenas, de las 7:30 a las 15:30 o 16:00 horas, cuando termina sus actividades y emprende el regreso a su casa, donde vive también con su esposo, quien trabaja con los productores de flores, en El Organal.
Juana asevera que el negocio de las flores es muy delicado, pues tanto el clima, como las plagas le hacen daño a los plantíos, así como el exceso de agua, “ya no es negocio”, dice la mujer.
Juana continúa con su labor de formar sus ramos con 12 rosas. Con sus tijera corta cada uno de los tallos que sobresalen por lo largo. La mujer toma cada una de las rosas, sin importar las espinas que tienen los tallos.
Explica que cuando empezó a trabajar en la venta de rosas se espinaba mucho las manos, a tal grado que las heridas se infectaban, pero después de 20 años, dice que las “espinas me tienen miedo, ya me huyen cuando me ven”, comenta riendo, mientras sigue con sus actividades.
Juana, sentada en un pequeño banco, rodeada de follaje, termina de armar sus ramos, los coloca en las cubetas con agua y espera a que los compradores lleguen. No pasa mucho tiempo para que una pareja se acerque y pida dos docenas de rosas.
La mujer ve todos los ramos. Juana le recomienda un ramo de flores con un color rosa pálido. “Abren muy bonito, y tienen mucho olor”, recomienda la vendedora. La compradora se convence y acepta la recomendación de la experta en flores. El hombre que acompaña a la compradora paga la mercancía, y son cada vez menos los ramos de flores que le quedan a Juana, es buen día.
Alrededor del mercado de La Cruz hay varios puestos de flores, además de que hay más vendedores ambulantes, quienes también ofrecen sus productos a los clientes. La semana próxima será para muchos de ellos una buena semana, pues por la festividad del 14 de febrero muchas personas acostumbran regalar flores a sus parejas, aunque en el caso de Juana será como un día como cualquier otro, incluso sin ventas, pues contrario a lo que se podría pensar, el aumento en el precio de las flores, le generaría pérdidas a la comerciante.