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Peñamiller
Una de las granjas acuícolas del estado de Querétaro se ubica en las faldas de uno de los monolitos que adorna el paisaje del semidesierto en la comunidad de Adjuntas de Higueras, en Peñamiller, la cual es supervisada por Carlos Alvarado González, de apenas 24 años de edad.
A pesar de que la entidad queretana no cuenta con litoral marítimo, sí existe la producción de peces para consumo humano generada en diversos municipios, donde gente interesada en el rubro ha incursionado en la acuicultura.
La acuicultura es el cultivo de organismos acuáticos que implica la intervención humana en el proceso de cría para aumentar la producción. Es probablemente el sector de producción de alimentos de más rápido crecimiento, y representa ahora 50% del pescado destinado a la alimentación a nivel mundial.
Curiosidad
Carlos es responsable de atender 22 estanques que albergan a dos especies de peces, la tilapia y el bagre, los cuales son separados por especie y tamaño, y en su mayoría son vendidos hasta que tienen alrededor de cinco meses, cuando su sabor es mejor.
El gusto de este joven queretano por la crianza de peces fue transmitido por su padre, quien inició con el proyecto desde hace aproximadamente 14 años, el cual fue creciendo al igual que la curiosidad y la pasión de Carlos por este oficio.
“Mi papá empezó con el proyecto, la granja tiene unos 12 o 14 años, ahora yo me hago cargo, desde los 10 años he andado ahí. Está padre, desde muy pequeño que mi papá tenía estanques, me ha gustado mucho estar ahí de metiche”, expresa.
Estudios y capacitación
Además de todo lo aprendido de años de ver a su padre, Carlos ha recibido capacitaciones por parte de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) para saber desde qué tipo de alimento darles a los peces dependiendo de su edad, hasta la forma en que son transportados.
Pero además de estar al pendiente de este negocio, que está a las espaldas del balneario familiar llamado El Oasis, viaja a la capital queretana porque estudia Administración en Empresas Turísticas en la Universidad Cuauhtémoc.
“Vivo en los dos lados, donde me agarre la noche, vengo muy seguido a la granja, si pasa algo me vengo rápido para acá, me hago hora y media porque ya conozco las curvas”, refirió.
Aportación a la comunidad
Carlos contó a EL UNIVERSAL Querétaro que disfruta dedicarse a la crianza y venta de peces porque genera derrama económica para él, su familia y las comunidades aledañas al crear empleos temporales y fijos.
“Me gusta mucho lo sustentable, y darle un valor agregado a las cosas; empleados eventuales tengo cinco, pero normalmente tengo uno, que me ayuda a limpiar los estanques, alimentar a los peces, checar parámetros”, refirió.
Además , añadió, es una forma de aportar alimentación saludable para la región, sobre todo porque el agua en la que habitan los peces, hasta su venta, es de manantia,l y se nota cuando al salir de las mangueras hacia los estanques se observa una claridad como la del arroyo que se tiene que atravesar para llegar al invernadero.
El negocio
Carlos explica que hay tres formas en la que venden los peces, una de ellas es pedido de crías, otro es por kilos, y la tercera es en el restaurante del balneario, en esta última opción los clientes eligen al pez a su entero agrado, previamente seleccionado de los estanques y puestos en exhibición.
“Hay temporadas que no es para sembrar, pero a veces nos piden 30 mil o 40 mil crías al mes, y hay pedidos que llegan grandes y tienes que trabajar para ellos todo el año”.
Algunos de los encargos son provenientes de estados vecinos como Michoacán, pero en su mayoría son para restaurantes de Querétaro, y las crías para otros productores.
“También surtimos en Querétaro, más que nada a particulares, que ya nos pidieron para una fiesta que 30 a 50 kilos, los ranchos que quieren para pesca recreativa también les vendemos. Sí es negocio, y más porque tú lo trabajas y le pones el empeño, además no pagamos agua, cae por gravedad del manantial el terreno es de nosotros”, explicó Carlos Alvarado.
Dice que para transportar los peces se ocupan botes especiales con medidas de 60 x 90 y calibre 400 que llevan oxígeno y un poco de agua, pero depende el tiempo de recorrido al destino final es el número de especies en cada bote, esto para evitar que se estresan porque, de lo contrario, pueden morir en el camino.
La promoción que le hacen para la venta de pescado, dijo, es por internet, pero sobre todo y la que más ha funcionado es de boca en boca.
Otro de los proyectos que le gustaría emprender en un futuro, confesó Carlo, es aprender a curtir la piel de pescado, ya que se le hace algo innovador y con posibilidad de expandir el negocio, aprovechando que ya se dedica a la producción de peces.