“La carretera es hermosa. No hay nada como ver un atardecer cuando vas manejando”, afirma Enrique Peña Flores, conductor de un tráiler desde hace casi cuatro décadas, tiempo en el cual ha visto cómo ha cambiado todo, pues ahora hay mucha inseguridad.

Enrique, a sus 68 años, está semi retirado del volante. Con voz clara y mente lúcida, recuerda que en 1980, cuando incursionó en el negocio del transporte, éste daba para comer, vestir y mantener a una familia. Sobre todo, brindar un servicio a la población y a sus clientes.

Enrique brindó sus servicios a empresas importantes, como una refresquera asentada en Querétaro, para la cual llevaba bebidas hasta Cancún. En ese entonces había tarifas establecidas, lo que permitía tener camiones en buen estado y de modelo reciente.

“Antes no había tanta corrupción por parte de la policía. No había robos, no había asaltos, no había tanta delincuencia como la hay ahora”, precisa el veterano conductor, quien recuerda con añoranza los tiempos pasados, cuando recorrer el país por tierra no era sinónimo de peligro.

Enrique dejó el negocio de su familia, la carnicería. Sus hermanos aún se dedican a ello, pero él ingresó al negocio del transporte porque estudió mecánica, de hecho es ingeniero mecánico, graduado del Tecnológico Regional de Querétaro.

“Me gustaba la mecánica, y si te gusta la mecánica, te gusta el coche, la camioneta, el camión, y siempre ha sido mi gusto. Dejé la carnicería, el negocio de toda la vida de la familia y me metí al transporte”, apunta.

Inseguridad en carreteras.

El hombre observa los camiones que están estacionados en la lateral de 5 de Febrero y que pertenecen a integrantes de la Alianza Mexicana de Organización de Transportistas (Amotac), quienes se manifiestan, entre otras cosas, contra la inseguridad en las carreteras, que dejaron de ser, en muchos casos, los caminos por los que se podía circular.

“La carretera es maravillosa, y siempre ha sido bonita. Desafortunadamente nuestros gobiernos la han echado a perder. [Antes] te podías parar en cualquier lugar sin ser molestado, porque era seguro. Ahora no. Esos viajes eran extraordinarios, porque nosotros también los hacíamos y no hay cosa más maravillosa que ver una atardecer manejando, de igual manera que ver un amanecer. Gracias a Dios que nos da esa gracia”, abunda.

Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas para un camionero, pues el trabajo requiere de pasar mucho tiempo lejos de la familia, a la cual en la distancia se le añora y extraña. Se tienen que ausentar del seno familiar “para traer los centavos a la casa”, y desde luego extrañan a la esposa, a los hijos. Si se tienen buenos amigos también se extrañan, pues son parte de su vida diaria.

Enrique tiene 50 años de casado y sus hijos han abrazado el oficio de carnicero, siguiendo con la tradición de su familia, que es una de las primeras en dedicarse al mismo en Querétaro, en el antiguo mercado de La Cruz, cuando estaba en Plaza Fundadores. “La perla de La Cruz”, era el nombre de ese local, atendido por Enrique Peña González.

Comenta que ahora se dedica más a labores de oficina, pero cuando salía extrañaba todo de Querétaro. Además, a su edad, no piensa en mudarse de ciudad y precisa que a sus 68 años aún conserva fuerzas para trabajar.

Recuerdos del volante.

De sus años como camionero recuerda los viajes largos, cuando no eran las mismas carreteras, pues la mayoría eran libres, reducidas. “Recorríamos de Querétaro a Cancún, y de Cancún a Tijuana, de lado a lado. Todavía los muchachos hacen esa ruta”.

“Tenemos nuestras alegrías y preocupaciones, pues siempre es una preocupación traer a un hijo o a un sobrino, o un empleado arriba de un camión, porque implica la responsabilidad como papá, tío, como abuelo, de la gente que traemos en el camino. Eso lo digo por la inseguridad que hay, robos, asaltos, asesinatos, se roban los camiones. Esto ha crecido de una forma desproporcionada”, abunda.

Con la experiencia que tiene al volante, precisa que todas las carreteras son bonitas, en especial las costeras y las del norte son las que más recuerda. Las segundas por la comida y la gente que se puede encontrar en sus recorridos.

Dice que la gente del norte es trabajadora y solidaria. Son nobles y gente de trabajo, que apoyan, ayudan, aunque todas las carreteras son bonitas, desde su punto de vista.

Hombre de mediana estatura, Enrique es observado a la distancia por sus compañeros, los mismos que minutos antes bromeaban con él por ser homónimo del presidente Enrique Peña Nieto, cosa que Enrique Peña (González) le parece familiar.

Sus compañeros de volante observan sus unidades estacionadas, mientras ven pasar a los automóviles por la avenida 5 de Febrero. Los conductores particulares quizá poco o nada saben de los problemas que pasan estos trabajadores, que tienen que pasar días o semanas lejos de sus familias, llevando mercancías o personas a lugares distantes, a veces a zonas inseguras, como algunos estados del norte del país.

Un vendedor de raspados se acerca al grupo de choferes y de inmediato es rodeado por los hombres, quienes compran estas golosinas para refrescarse. A la distancia un grupo de policías observa la manifestación pacífica sin intervenir, sólo hacen labores de vigilancia.

Enrique se dirige a un camión, un tráiler color rojo, ya con unos años encima, pero lo conserva en buen estado. Lo ve, se recarga en él, platica un poco más de lo tranquilo que era recorrer las carreteras hace unas décadas, cuando incluso las familias solían organizar vacaciones con un mapa en la mano, para saber cuál carretera tomar, a dónde detenerse a comer o descansar, y dónde cargar gasolina.

Lamentablemente, dice, ya no se puede, hay mucha violencia, no dejan en paz a la gente. Enrique vuelve a echar un vistazo a su camión y a los de sus compañeros. “La carretera es muy bonita. Muy bonita. Lástima”, remata.

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