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Un día antes partieron sus esposas, madres, hijas y hermanas desde el centro de Querétaro hasta la Ciudad de México, pero ayer partieron del mismo lugar y con el mismo destino los hombres peregrinos de Querétaro, que caminarán 218 kilómetros hasta llegar al Tepeyac, para dar gracias a la virgen por los favores recibidos durante el año.
Es la edición 128 de esta centenaria peregrinación masculina, los hombres partieron la madrugada del domingo, a las 5 de la mañana, para reencontrarse con sus familias dentro de una semana, en la Basílica de Guadalupe.
Como lo hicieron las mujeres, los peregrinos se dieron cita en el templo de La Congregación donde el obispo Faustino Armendáriz Jiménez les dio la bendición y les deseó un buen viaje. En este punto son menos hombres que las mujeres que participaron en la peregrinación un día antes, aún así alcanzan las mil personas.
Avanzaron por las principales calles de la ciudad, a paso rápido pues debían estar en la ermita La Noria a las ocho de la mañana, donde el obispo ofició una misa y pudieron descansar en un terreno a cielo abierto, donde el pasto verde sirvió de colchón, un bálsamo para las espaldas cansadas.
Faustino Armendáriz ofreció la homilía y preparó lo necesario para comulgar a los asistentes, algunos peregrinos no pudieron vencer el cansancio y terminaron dormidos sobre el pasto, el clima fue benevolente durante la primera parte del día, las nubes grises no dejaron salir al sol, el aire sopló frío.
50 veces peregrino. Justo en medio del terreno, sentado sobre un pliego de hule, Pueblito Gallardo Moreno daba un masaje a sus pies, junto a él su nieto Marcos Granados, de 11 años, dormía en posición fetal. Ha participado en la peregrinación en 50 ocasiones, el primer recorrido de Querétaro al Tepeyac lo hizo cuando tenía sólo seis años, acompañaba a su abuelo. Esa es la mejor herencia que le pudo dejar, señaló. En esta ocasión Pueblito viajó con su nieto, espera enseñar los mismos valores que él aprendió de su padre y su abuelo: sacrificio, fe y humildad.
“Mi nieto es la cuarta generación que participa en la peregrinación, antes de él lo hice yo, y antes de mí lo hicieron mi padre y mis abuelos. Participar en esto es algo maravilloso, llegar a los pies de la virgen es un sentimiento indescriptible, de verdad. Mucha gente no entiende lo que nosotros hacemos, no entiende que cada sacrificio vale la pena.
“Llevo 50 años de ser peregrino, tengo recuerdos muy hermosos de cuando venía en peregrinación con mi abuelo, siempre recuerdo los largos caminos, la virgen siempre nos cuidó”.
Año con año las mujeres de su familia también participan en la peregrinación, pero esta vez fue la excepción debido a que un miembro de la familia está enfermo y eligieron quedarse a cuidarlo.
El hombre de 56 años y su nieto viajan acompañados de dos amigos, Víctor Manuel Granados y su nieto José Arturo, todos son del barrio de San Roque. Víctor participa en esta peregrinación desde hace cuatro años.
“Tengo poco tiempo participando en la peregrinación, no lo hacía porque mis niñas estaban pequeñas, pero ahora tengo la fortuna de hacer este recorrido con mi nieto. Yo he notado cómo la peregrinación se va ajustando a los cambios que hacen en la ciudad.
“Lo que yo noto es que las nuevas generaciones también se involucran en estos eventos religiosos, no he notado que haya menos peregrinos”.
Cuando la misa terminó, los romeros volvieron a ponerse de pie, los 45 minutos que duró la ceremonia religiosa sirvieron para descansar y para que desayunar una torta de tamal.
Antes de bajar del altar, el arzobispo Faustino pidió a los peregrinos no separarse de la columna, les pidió caminar todos juntos por seguridad, para tener la protección de los elementos de policía y protección civil. “Un buen peregrino camina junto a sus hermanos”, señaló.
La última indicación fue que la peregrinación se reanudaría a las 10 de la mañana, pero varios peregrinos ignoraron la petición del sacerdote y comenzaron antes su caminata. Personal de la iglesia y seminaristas intentaron, sin éxito, mantener el orden.
Pueblito y su nieto decidieron esperar para avanzar dentro de la columna, poco a poco guardan el plástico que les sirve de cama, recogen también sus bancos y sillas plegables, además de sus mochilas. Los niños despertaron, se tallaron los ojos pues ya era hora de seguir.