Hace 20 años, Raúl Samuel Espiridión Fernández llegó a Querétaro para ofrecer sus muebles rústicos en su negocio “Santa Juliana muebles”, con la calidad que le enseñó su padre. El estacionamiento del mercado de Santa Mónica, en la delegación de Felipe Carrillo Puerto de la capital queretana, es el lugar donde mucha gente lo ubica, lo busca y lo recomienda.
Abogado de profesión, Raúl, originario de Atlacomulco, Estado de México, cuenta que la capital de Querétaro que lo recibió hace años vivía otra realidad. Recuerda que todo era un baldío, pero la urbanización llegó y con ello la clientela, algo que le permitió quedarse en el lugar con su familia y echar a andar el negocio.
El gusto por elaborar muebles es un don heredado por su padre, quien era comerciante y “vendía de todo”, recuerda Raúl. Rememora que más tarde él y su hermano se encargaron de fabricar los muebles.
“Nadie cree en ti, nadie tiene la esperanza en ti”, relata Raúl, pero la visión de mercado le permitió dar el primer paso para su negocio. En sus inicios, empezó con 500 pesos. Le preguntó a su hermano: “¿Qué puedes hacer con 500 pesos?”, y le contestó: “pues un par de burós y una mesita”. Con ello, se fue a San Miguel de Allende, Guanajuato, para ofrecer su mercancía, misma que la vendió al doble, donde sacó una ganancia de dos mil pesos. Volvió a preguntarle a su hermano: “¿Y ahora qué puedes hacer con dos mil pesos?”
Ahí empezó todo. Aunque tuvieron que privarse de lujos, pues sólo comían tortillas con chile y aguacate, las ventas y la producción vieron un incremento.
En los primeros años del negocio de los muebles, anduvieron por diferentes partes y rincones del país; sin embargo, no todo fue maravilla para poder vender y posicionar su mercancía, pues sufrió un incidente cuando le robaron su camioneta al entregar la producción. Después de eso Raúl decidió asentarse en tierras queretanas.
Raúl narra que llegó a Querétaro porque era un estado bonito, con mucha tranquilidad y seguridad; ahora dice que, con tanta gente que ha llegado, se ha urbanizado y se ha extendido, por lo que ahora se tienen que cuidar más las personas.
En aquellos años, decidió instalarse, de manera fija, en el estacionamiento del mercado de Santa Mónica. Se trataba de un espacio de aproximadamente seis metros, con armazón de fierro y una lona que lo cubre; lugar en el que paga una cuota semanal por el espacio que ocupa. Abunda que es un negocio al que bautizó con el nombre de su madre: “Santa Juliana muebles”; negocio que puede encontrarse en la red social de Facebook con el nombre de “Muebles Santa Juliana”.
Revela que aunque hay competencia con los demás compañeros que también venden muebles y están ubicados en el estacionamiento, “para todos sale el sol”.
Las ventas han cambiado con el paso del tiempo, pues Raúl recuerda que hace 20 años, se tuvo buena respuesta de parte de la gente, pero después de la crisis económica, todo el país sufrió; aun así, la gente lo conoce y saben cómo trabaja con la calidad que lo caracteriza. “Hacer bien las cosas para que realmente regrese el cliente”; “estés donde estés la gente te busca”, afirma el comerciante.
“Lo que tratamos de hacer no es enriquecernos, sino tratar de llevar una vida normal, para sobrevivir”, asegura, pues dice que su fuerte de venta es con la gente que viene fuera del estado, ya que las personas de Querétaro casi no compran. Son personas que vienen de Chihuahua, Guerrero, Michoacán, Guanajuato, Hidalgo, Veracruz y Oaxaca las que mayormente adquiere los muebles.
El sistema de pagos con el que comenzó don Raúl, era dar el mueble al cliente con la entrega de la mitad de su costo, fijar fecha para el siguiente pago, sin la firma de un documento; no era crédito, sólo era otorgar confianza en la gente y vender a precio de fábrica.
En este tipo de venta, lo importante, fue y será siempre ver el tipo de persona a la que le vendes; es otorgar confianza y fe al cliente.
Sostiene que, no le gusta ser usurero, quitarle a la gente algo le sirve, pues lo que vende son artículos de primera necesidad; sin embargo si existen retrasos en los pagos, siempre les pide comunicación, porque entiende que hay situaciones complicadas en la economía familiar. “Se les da una confianza y es lo que me he ganado con ellos; inclusive se sorprenden porque soy así”; “Quién obra mal, mal le va. A mí me gusta hacer bien las cosas, para que la gente regrese; no se trata de volver a comprar, sino que se le garantiza de por vida lo que compra”, finaliza el comerciante, que espera buenas ventas de fin de año.