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“Mi entrada a la Cruz Roja ocurrió cuando mi papá cayó enfermo de diabetes. Fue una enfermedad lenta y yo quería aprender para ayudarlo, en caso de que se complicará”, relata Angélica Ailhaud Reyna, quien trabaja como paramédico desde hace 11 años en la delegación de Tequisquiapan, Querétaro.
A los 31 años entró a la Cruz Roja Mexicana para dejar su trabajo como carpintera en el parador artesanal de Tequisquiapan. La agonía de su padre, que duró alrededor de tres meses, fue la motivación inicial para comenzar a formarse como paramédico y poder ayudar a otras personas. Actualmente, a los 42 años de edad, Angélica relata cómo luego del diagnóstico a su padre, decidió aprender principios básicos de anatomía y atención prehospitalaria para poder identificar sus síntomas.
“Mi papá también era una persona hipertensa, entonces a veces presentaba la presión muy elevada y empezaba a sentirse mal. Identificar todos esos signos y síntomas me ayudaba a saber en qué momento se tenía que tomar el medicamento o en qué momento tenía que llevarlo al doctor (…) Yo creo que a todos en mi familia, les tocó una parte de la enfermedad de mi papá. Todos se apoyaron en mí, porque yo era la que empezaba a tener ese tipo de conocimientos, porque los demás se dedicaban a otras cosas, entonces se apoyaban en mí porque podía estar más al pendiente de él”, relata.
“La enfermedad de mi papá transcurrió muy rápido. Duró muy poco tiempo y me quede con esa sensación de que no pude ayudarlo todo lo que yo hubiera querido. Me hubiera gustado estar más tiempo con él. Por eso, estoy aquí por ayudar, eso es lo principal.
“La agonía de mi papá fue rápida, pero hay que poner una balanza entre cantidad de vida y calidad de vida. Si él iba a estar así sin poderse mover, cuando toda su vida fue independiente, era peor. Creo que fue mejor que ya no estuviera, a que continuará sufriendo”, reflexiona Angélica, quien porta de forma orgullosa, su uniforme azul marino con cintas reflejantes y una camisa con una cruz de color rojo intenso.
Antes del fallecimiento de su padre, Angélica estudió una licenciatura en Ciencias del Deporte, la cual no ejerció, pues admite que su interés en esa profesión inició con el objetivo de conocer como entrenar su cuerpo. “Fue por puro gusto”, señala con una sonrisa.
Entre los 24 y los 25 años, después de terminar la carrera, compró una sierra y unas lijadoras y decidió emprender un negocio de artesanías en Tequisquiapan. Como parte de sus productos se dedicó a vender marcos adornados con resina o pintura a mano, muebles pequeños y otros objetos artesanales fabricados con madera.
Tras dedicarse a diversas actividades, la Cruz Roja le llamó la atención lo suficiente para dedicarse de lleno, pues reconoce que a pesar de existir situaciones difíciles para los paramédicos, le gusta ayudar.
“Hay situaciones muy muy difíciles para nosotros los paramédicos. El dolor de las personas te pega mucho, ver sufrir a una madre por la muerte de su hijo, o viceversa, son situaciones muy difíciles que tenemos que enfrentar, pero yo creo que si seguimos tratando a las personas como los principios mandan, con humanidad e imparcialidad; eso algo que nos permite seguir ayudando sin que nos afectemos”, sostiene al señalar que uno de sus retos principales ha sido poder dividir el trabajo y su vida personal.
Recuerda algunas de las experiencias más duras que le ha tocado atender. Hace algunos años, un niño se encontraba en las vías del tren. Lo inevitable sucedió y el niño murió tras ser arrollado por la maquinaria. El cuerpo del pequeño quedó irreconocible para los paramédicos.
“Lo más difícil fue atender a la mamá. El estado en el que estaba, me impacto muchísimo, fue muy difícil comunicarme con ella y calmarla. Yo andaba caminando para saber qué había pasado y cómo estaba todo, y me encontré un muñeco de peluche. Lo tomé y me fui con la mamá para entregárselo en la mano.
“La mamá abrazó el muñequito, mientras lloraba y gritaba. Esa situación ha sido la más difícil que me ha tocado pasar. Le entregué el muñequito de peluche y empecé a tranquilizarla porque había pasado algo inevitable, un accidente y tenía otros hijos. Tenía que hacerse cargo de su familia y no podía mantenerse mucho en esa situación”, recuerda.
El sufrimiento de una madre al perder a su hijo es la experiencia más dura que le tocó asistir como paramédico, lo cual es explicable cuando relata que tiene una hija, de 25 años, quien también trabaja como paramédico en la delegación de Tequisquiapan.
“Mi hija pasaba mucho tiempo sola y mejor me la llevaba a la Cruz Roja conmigo. Dicen que si no puedes con el enemigo, mejor únete a él, entonces me la llevaba al trabajo y a ella le gustó este rollo. Ahora las dos vamos de aquí para allá”, comenta.
Las experiencias para los paramédicos son variables, por lo que le resulta complicado compararlas. En otra ocasión, una noche, un vehículo se incendió tras un choque en autopista y los paramédicos acudieron.
Al acercarse al vehículo para poder revisar la salud de los tripulantes vio un cuerpo carbonizado y se quedó grabado durante mucho tiempo en su memoria. “Me impacto mucho sentir el cuerpo carbonizado de la persona”, reconoce.
Una de las situaciones que Angélica ha logrado observar a través de los 11 años que ha trabajado como paramédico es la forma en la que cambia la mirada de las personas una vez que fallecen. “Cuando una persona está muy enferma o muy lesionada los ojos van perdiendo ese brillo. La mirada se ve opaca y eso es una característica que nos toca ver con los pacientes, por enfermedades o por lesiones”, dice.
Ser paramédico implica trabajar como un ser humano todo el tiempo, agrega Angélica. “La intención es tratar a las personas como quisieras que te trataran a ti en caso de que estés lesionado oenfermo. Darles confianza, apoyo y que se sientan seguros contigo”
Durante un discurso emitido por Rodrigo Villasante Herbert, delegado de la Cruz Roja en el estado, se dio a conocer que la Cruz Roja Mexicana es la red humanitaria más grande del país, pues tiene alrededor de 43 mil voluntarios en los distintos estados de la República.
En 2016, según lo emitido, se ofrecieron más de 5 millones 580 mil atenciones y más de un millón 429 mil servicios de ambulancia gratuita.
En el caso de Querétaro, durante ese periodo de tiempo, se brindaron alrededor de 45 mil servicios ambulatorios.