“Al principio si me pegaba mucho. Me ponía triste cuando llegué aquí. Hoy, lo voy asimilando más. Sí lo extraño, si me pesa. Mi hijo juega basquetbol y cuando tiene un partido importante lo más que puedo hacer es hablarle”, dice Carlos Arriaga Jiménez, originario de Oaxaca, pero que desde hace año y medio, por cuestiones de trabajo, tuvo que migrar a Querétaro, dejando a Emiliano, su hijo de siete años, con su mamá, viéndolo pocas veces al año.
“Ser papá es difícil, es complicado, porque nunca sabes si estás haciendo las cosas bien. Es prueba y error. No sabes si llamarle la atención va a funcionar o si mejor lo dejas y también funciona. No sabes”, dice.
Carlos, de 33 años, narra que está separado de la mamá de su hijo, y aunque tiene la custodia legal de Emiliano, el menor vive con su ex pareja, pues por su trabajo, asesor comercial de una firma de motocicletas, viaja constantemente al interior del estado y a Guanajuato.
La última vez que Carlos visitó Oaxaca fue en abril pasado, cuando estuvo un fin de semana, pues la distancia hasta su tierra natal es considerable.
“Es complicado porque estamos muy lejos. En autobús me hago nueve horas y me cuesta 2 mil pesos, sólo de transporte, de autobús. Por el trabajo a veces no tengo el tiempo para poder ir. Como, fin de semana, también estoy trabajando. Para irme hoy (sábado) se me complica, y no puedo ir tan seguido por el costo, por lo que me cuesta ir hasta allá”, narra.
La voz de Carlos es grave, con cierto aire de tristeza y nostalgia, cuando recuerda a su hijo y su reacción cuando tiene que partir de regreso a Querétaro, pues conforme pasan los años el pequeño Emiliano resiente más la ausencia de su padre.
“Al principio no lo percibía, o no lo expresaba. Lo único es que lloraba cuando me regresaba. Pero él va creciendo y va madurando más, y ya empieza a hacer una especie de reclamo, todavía muy ligero, pero ya empieza a decirme porqué me voy tan rápido, que casi no estoy en Oaxaca, cuándo voy, en fin”, comenta.
Precisa que de manera inmediata no considera traer a Emiliano a vivir con él, pues aún es muy chico y su madre se opondría a esa decisión, y por lo mismo que está separado, la situación se tornaría difícil para llegar a un acuerdo.
“A largo plazo sí, lo hemos hablado, de que en algún momento, cuando Emiliano sea más independiente pueda venirse a vivir conmigo”, asevera.
Carlos tuvo que salir de Oaxaca, su tierra natal porque la situación laboral en aquella entidad es muy complicada, pues no hay tantas fuentes de empleo, trabajo que hay es muy mal plagado y existe mucha competencia por los pocos puestos laborales.
Agrega que cuando se separó de su pareja vivían en Chiapas, y Emiliano tenía tres años de edad. “Ella [su ex pareja] se regresó a Oaxaca. Yo me quedé en Chiapas en lo que me daban el cambio por mi trabajo, y estuvimos un año así. Luego regresé a Oaxaca y pude estar más en contacto, ya lo podía ver entre semana, el fin de semana se iba conmigo”, indica.
Resalta que la fecha del Día del Padre no es una ocasión que le mueve los sentimientos de sobremanera, como lleva una buena relación con la madre de su hijo, cuando son fechas importantes, ella se encarga de que su hijo le llame, como el día de su cumpleaños. “De sentirme, no. El Día del Padre no es tan complicado para mi”, dice.
Añade que cuando vivía en Oaxaca su hijo estaba con él, pues tiene la custodia, pero la situación económica fue la que orilló a decirle a su mamá que se quedara con Emiliano, pues él buscaría fuera del estado mejores condiciones laborales, para darle una vida decente a su hijo.
Recuerda que en su último trabajo en Oaxaca ganaba 8 mil pesos al mes, dinero que le era insuficiente para mantener a su familia. Apunta que antes, tuvo un empleo donde ganaba poco más de 20 mil pesos mensuales, pero por cuestiones de la vida, dice, tuvo que dejar, por lo que optó por salir de su tierra para darle un mejor porvenir a Emiliano.
“En un principio sí me pegaba mucho, me ponía triste cuando llegué aquí. Hoy por hoy, lo voy asimilando más. Sí, lo extraño, sí me pesa estar lejos”, reconoce.
Incluso, en vacaciones no puede decirle a Emiliano y a su ex pareja que visiten Querétaro, porque tiene que salir del estado y en ocasiones quedarse fuera, por lo que no podría verlos o pestarles la atención que necesitarían ambos; además del costo, pues tendría que pagar 4 mil pesos de los pasajes de Emiliano y de su madre.
Carlos dice que en Querétaro él no está solo, pues tiene tíos y primos que viven en el estado, de hecho, la casa que renta la comparte con uno de sus primos, pero no podría dejarle encargado a su familiar a Emiliano, porque tendría que ser toda la semana.
Agrega que en ocasiones ha platicado con la mamá de Emiliano sobre el futuro de su hijo, llegando a la conclusión que cuando el menor tenga entre 10 y 11 años se mude a Querétaro a vivir con él.
“Hay muchas cosas que hay que visualizar antes que se venga. Una de ellas es que tenga un trabajo donde tenga más tiempo libre, quizá no toda la semana, pero más tiempo para estar en la ciudad. Ya cuando tenga entre 10 y 12 años, será más independiente, ya podrá comer solo, algún familiar podrá ayudarme con los cuidados, que ya son mínimos”, explica.
Para Carlos la paternidad le cambió la vida, pues antes de saber que su hijo estaba en camino, sus planes no eran quedarse en el país, quería terminar la universidad y viajar al extranjero. Ya tenía listo todo, pero supo que sería padre. “No pensaba tener un trabajo, ni horarios, ni nada de esas cosas. Toda mi vida fue libre, sin horarios, y cuando llegó mi hijo, pensé de otra manera. Piensas que te está viendo, cómo vas a pagar la escuela, la despensa. Hoy trato de llevar una vida responsable porque sé que me está viendo y que un día lo va a replicar, lo bueno o malo que haga, lo va a replicar. Yo nada más quiero que sea feliz”, puntualiza.