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Detrás de una reja negra ubicada en una de las calles de la localidad de Villa Progreso, perteneciente a Ezequiel Montes, vive María desde hace casi 30 años, en una propiedad que alberga una de las más de 40 capillas otomíes distribuidas en la localidad y cuya antigüedad data del siglo XVIII.
Con poco más de tres metros de altura y cuatro de largo, la estructura exterior de la capilla es de cantera y en su interior, se encuentran pinturas murales realizadas a mano de los indígenas otomíes hace más de 200 años.
A pesar del valor histórico de su propiedad, María utiliza esta construcción como una bodega de utensilios caseros. Aunque reconoce que es un espacio valioso, desconoce la historia de aquella construcción, que le fue heredada de manos de su suegra.
Al igual que otros propietarios de su localidad, le gustaría poder restaurar el inmueble, que por el paso del tiempo va perdiendo la pintura mural a causa de la humedad; sin embargo, la falta de recursos es su principal impedimento.
Las capillas otomíes u oratorios, son construcciones ubicadas principalmente en las localidades de Ezequiel Montes y Tolimán, aunque se han encontrado algunos espacios en el municipio de Amealco de Bonfil, de acuerdo con la dirección de Sitios y Monumentos de la Secretaria de Desarrollo Urbano y Obras Públicas (SDOUP).
De acuerdo con Tania Padilla Rico, diseñador de la Sección de Monumentos en la delegación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en el estado, existen alrededor de 260 capillas otomíes declaradas patrimonio cultural de la humanidad, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés), sin embargo; hay muchos otros espacios que no han sido contabilizados. El estado de la mayoría es de abandono, la principal razón es la falta de recursos y el desconocimiento de los propietarios para poder preservar estos inmuebles.
“Hay muchas capillas que se están destruyendo porque la gente es humilde y no tiene recursos, muchas veces tú ves la intención de querer conservarlas, pero tampoco tienen el conocimiento de cómo hacerlo”, refirió Padilla Rico al UNIVERSAL Querétaro.
Capillas en ruinas
Isaías Mendoza Guzmán, uno de los pobladores de la localidad de Villa Progreso y quien se dedica al desarrollo cultural y turístico de la comunidad, estima que existen alrededor de 42 capillas otomíes ubicadas en esta zona, cifra que el cronista municipal, Omar Arteaga, estima la existencia de otras tres capillas, siendo 45 su cuenta total.
No obstante, de este número, sólo dos cuentan con una torre y pintura en el exterior. Una de ellas está ubicada en el barrio de Santa María y la segunda en el barrio de San José. De acuerdo con Isaías, estas dos construcciones han pasado a ser parte del pueblo, quien de forma colectiva busca preservarlas.
“Nosotros hablamos con los capilleros y ellos, están interesados en que se restauren. Lo único que nosotros hacemos es guiar y llevamos gente a visitarlas, les pedimos una remuneración para que mantengan la limpieza de la capilla. Un pequeño mantenimiento, porque no podemos hacer mucho por lo mismo que necesitamos que las autoridades se pongan en acción porque hay varias que se está cayendo y son muy bonitas”, menciona.
Por su parte, Padilla Rico explica que estas construcciones se realizaron en el siglo XVIII y se tienen datos de intervenciones en el siglo XIX. Además de las pinturas murales, las construcciones cuentan con un atrio dedicado al santo patrono de la familia, encargado de velar por las ánimas de los difuntos.
“Casi todas las pinturas tienen elementos como de la pasión de Cristo, figuras de arcángeles, ángeles, la crucifixión y todos estos elementos… La técnica más común es pintura al fresco, se pintaba con tierra y vegetales, y casi todas están así”, agrega al explicar que al ser propiedad privada, el INAH no puede realizar intervenciones sin autorización de los propietarios.
Sin embargo, otra de las capillas ubicadas en la comunidad de Barreras y visitada durante un recorrido realizado por EL UNIVERSAL Querétaro, se encuentra en ruinas. La pintura mural original está casi desvanecida en su totalidad y en cambio, ha sido sustituida por grafitis.
En el techo, además de la humedad provocada por el paso del tiempo, se perciben aún figuras geométricas labradas en piedra, que de acuerdo con Isaías, representan los cuatro puntos cardinales.
“Es una tristeza que esta riqueza cultural de nuestro estado esté desapareciendo porque va a ser más difícil levantarlo (…) No es que nos cerremos y quizá algunas personas digan que no quieren que toquen sus capillas, pero al conocimiento que tengo de la mayoría de las capillas gritan para que se restauren”, sentencia.
Tradición familiar
La localidad del Sector Canoa en el municipio de Ezequiel Montes cuenta con otra de las capillas otomíes de la región. Miguel Mendoza Lira, propietario de un oratorio en esta comunidad, relata que esta construcción ha pertenecido a su familia por varias generaciones.
“A través del tiempo se ha utilizado como capilla oratorio, también se ha utilizado como bodega, como habitación y actualmente, están sin ocupación alguna… (las capillas) prácticamente terminan destruidas por la misma naturaleza, más que nada por eso y la humedad”, refiere.
Menciona, se han acercado al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y han ingresado oficios, sin embargo; no ha existido respuesta por parte de la institución.
“A pesar de que son privadas, se tiene la convicción de compartir esto con la comunidad y no habría ningún problema. Lo único sería que se respetara la situación original que presenta y casi en la mayoría de los casos que se han intervenido en el pueblo, le dan un toque muy fuera de lo que se viene pretendiendo. Les han enjarrado cemento y no se les ha dado el tratamiento adecuado”, comenta.
La capilla oratorio ubicada en la propiedad de Miguel, aún cuenta con el atrio de piedra original. Este espacio está repleto de objetos religiosos que han cuentan histórias: como fotografías e imágenes de santos, además de cruces de madera y en una de las esquinas, dos pedazos de tela utilizados para las flagelaciones corporales.
Miguel relata que desde que tiene memoria, esta construcción alberga cada uno de los objetos que representan las ánimas de los fallecidos de su familia y de otras personas que encontraron en este lugar, un espacio para mantener la comunicación con sus difuntos.
Una de las fotografías más recientes, muestra a su madre en el mismo oratorio con un vestido indígena y la leyenda Denti, que en hñahñu significa Palma —nombre que recibe el oratorio—. A su lado, hay cruces de madera desgastadas con números romanos poco perceptibles. Su propietario estima que algunos de los objetos más antiguos fueron colocados a inicios del siglo pasado, época en la que este espacio fungió como un dormitorio.