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El interior y exterior del mercado de La Cruz es una mezcla de sonidos, olores y sabores. Entre los locales, la gente se mueve para comprar las verduras del día o desayunar barbacoa.
En las inmediaciones, los lavacoches se apalancan con quienes llegan a estacionar sus autos y el ruido de los camiones de transporte público pasando por las calles de Gutiérrez Nájera y 15 de mayo, pasan a segundo plano como algo naturalizado en el paisaje de la mañana.
Durante los días decembrinos este paisaje cotidiano se rompe, el estacionamiento del mercado se llena de puestos navideños.
Las figuras de Jesús, María y José, los ángeles, los reyes magos, el diablo, los borreguitos y pastores, las series de luces, cuyo sonido se mezcla entre la gente; las esferas navideñas, así como el musgo que hace un símil al pasto en los nacimientos, son los protagonistas.
Orígenes.
La tradición de los nacimientos o también belenes (aunque no tan conocidos con esta denominación, según relatan algunos investigadores) tiene sus orígenes en San Francisco de Asís, alrededor del año 1200, quien quiso celebrar la navidad con esta liturgia, para lo cual pidió permiso papa Honorio III.
La idea de los nacimientos se popularizó en el mundo cristiano, por lo que la tradición creció y se extendió en todos los espacio católicos. En México no fue la excepción, al grado que en el territorio, se tuvo un sincretismo en el que se mezclaban todo tipo de estilos y objetos de la vida cotidiana, como magueyes, guajolotes y pastores. Todo hecho de materiales diversos como el barro, cera, madera, fibras vegetales, hojalata, trapo y otros materiales.
Aún por la hora, los dueños de los puestos acaban de levantar la lona para iniciar el día. Los primeros comerciantes, viniendo de la calle 15 de mayo, acomodan sus mercancías y platican entre sí. Una señora rocía agua en la parte que le corresponde de pasillo para que no se levante la tierra.
Unos puestos más adelante, Juan Francisco Amador Robles, apenas y se ve en su puesto pues en el rincón del mismo improvisó un taller en donde zigzaguea la segueta para cortar un pedazo de madera. Compara los trozos y a ‘ojo de buen cubero’ determina que miden lo mismo.
Su puesto tiene musgo para escenificar el pasto en los nacimientos, el papel pintado de un cielo de estrellas que se asemeja a los relatos en que los reyes magos siguen la estrella de Belén, pero también tiene unos pozos y pesebres que él mismo arma en su pequeño puesto.
Imaginación.
Don Juan Francisco relata que tiene al menos 35 años poniendo su puesto para vender las creaciones que surgen de su imaginación. El acercamiento a esta actividad, fue por la necesidad de un trabajo que pudiera solventar sus gastos durante las fiestas decembrinas.
“Aquí lo que pasa es que la necesidad nos hace enseñarnos cosas de curiosidad para la gente, ya vemos lo que más les gusta, es lo que hacemos, como los pocitos, pesebres de pasto, lo más rústico que hay es lo que le gusta a la gente, como vayan pidiendo eso es lo que hacemos, casas de cartón, cabañas, fachadas de madera rústica y es lo que fabricamos”.
Los pesebres y fachadas de nacimiento, los realiza a base de madera vieja y seca traída desde los cerros en la sierra, junto al musgo que le sirve como decoración. Al lado de su improvisado taller, tiene un montón de madera vieja, la cual reutiliza para sacar a relucir sus creaciones.
Don Juan Francisco afirma que trabaja con cualquier tipo de madera, pero la de mejor resultados es la de pino seco, ya que es más fácil elaborar las fachadas y pesebres que con otras como el mezquite.
“Nos traen la madera de aquí, de gente que sí lo necesita, y ya lo vamos fabricando en el momento, lo que más le gusta a la gente es lo que hacemos. Ahora sí que la gente compra puras cosas curiosas de madera rústica, como corteza y todo eso que traen, la madera es la que viene de la sierra que está seca, así como leña, corteza y musgo bien secado y todo eso es lo que más elaboramos aquí”.
Empezó a fabricar los pesebres y fachadas para los nacimientos desde niño, junto a sus hermanos. Con pedazos de cartón y pegamento, comenzaron a realizar este tipo de creaciones, cuando le ayudaban a su madre, quien también se dedicaba a la venta de estos artículos navideños, no obstante, ella no los fabricaba.
“Mi mamá empezó a vender y pues ahora nosotros seguimos vendiendo aquí, es herencia familiar, mi mamá no los fabricaba, como era sola, pero empezamos a crecer nosotros y los empezamos a hacer porque nos fuimos enseñando. Con casitas de cartón fue con lo que nos fuimos enseñando y ya después fue la corteza y enseguida la que traen del cerro, también triplay y clavos, también hacemos de pasta que son las más modernas que hay”.
Vigente.
Actualmente, don Juan Francisco es el único de sus hermanos que diseña y construye fachadas para los nacimientos, ya que durante todo el año, su labor está ligada con la carpintería, con la cual fabrica y compone todo tipo de muebles a domicilio.
“Me dedico a hacer trabajos de carpintería en las casas, donde me ocupen, hago muebles, a partir de ahí pues ya le sabemos poquito, por ejemplo, ahorita se escasea por lo mismos de que se llegan las fiestas y no hay tanto trabajo, por eso nos venimos para acá”.
Esperanza.
Aún cuando faltan pocas horas para el mediodía, el vendedor no tiene el ánimo de que los clientes lleguen. Señala que el fin de semana es cuando más clientes se acercan, mínimo a preguntar. La idea es que haya ganancias durante los 24 días que tienen sus puestos.
“Nada más en estas fechas vendemos, desde el primero hasta el 24 se mantiene poco a poco. Ahora sí que la suerte de cada quien, a veces los fines de semana es cuando más gente hay de la que (realmente) compra, nada más ven pero eso es normal. El permiso sí sale un poquito caro pero se alcanza a recuperar un poco”.
Don Juan Francisco toma los dos pedazos de madera surgidos de cuanto cortó con la segueta y junto a otra madera, los pega con silicón formando un marco que sirve de adorno para un pozo rústico cuya circunferencia es a base de un rollo de cartón. Los detalles se los da con pedazos de roca roja llamada tezontle y una pequeña olla de barro a un costado de las maderas que conforman el marco del pozo que exhibe junto a los demás en su puesto.