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“Yo tengo una definición de felicidad: hacer lo que me gusta y trabajar en lo que sé hacer bien”, dice Miguel Ángel Fonseca Cambre, un hombre de 69 años de edad, retirado desde hace una década como profesor de la Escuela Normal Superior de Educación.
Originario de la Ciudad de México, llegó a Querétaro hace cuatro años con la intención de sobresalir en la pintura, arte que inició gracias enseñanzas de su madre, quien al igual que él, fue profesora y aficionada al dibujo.
“Cuando tenía como 15 años, mi mamá me compró los colores básicos rojo, amarillo, azul, blanco, negro y dos pinceles. Así descubrí la vocación; la pintura vino desde mi casa, pero con el tiempo estuve pensando el estilo y los temas de mis obras (…) no dejo de pintar nunca, es mi alegría y es mi pasión. Me gusta y me hace feliz”, menciona.
Al recibirse de la Normal Superior de Educación como profesor de primaria, estudió dibujo y diseño publicitario en una escuela privada de la Ciudad de México, donde trabajó 12 años a la par que continuaba estudiando en talleres libres en institutos como la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda.
Además, durante el tiempo que trabajó como profesor de primaria, también fue director de algunas escuelas en la Ciudad de México a lo largo de casi 20 años.
“Tenía 25 años y acababa de salir de la Universidad, traía sueños y disposición para realizarlos y lo he venido haciendo, con trabajo y labor social. Creo que nací con suerte, porque he logrado desarrollarme como pintor”, comparte.
“Seguí trabajando en las dos cosas; y me retiré de profesor; pero antes estudie la licenciatura en Educación y me titulé también, ya con esposa y dos hijos (…) me retire en 2006 y dije: ¡Ahora sí, la pintura!... Recuerdo que alguien me dijo una vez: si vas a retirarte, prepárate 10 años antes, porque vas a volver a empezar. Le hice caso y me preparé más en pintura, además del trabajo”, comenta.
Llegó a la ciudad de Querétaro hace cuatro años con su esposa, a quien conoció en la Escuela Normal y quien lo ha estado alentado a continuar su trabajo como pintor.
“Desde que nos conocimos, me apoyó en los estudios y la pintura, hasta que un día me dijo: Ya nos tenemos que casar. Duramos 15 años de novios y en el 74 nos casamos”, relata.
Ya instalado en Querétaro, comenzó a dar clases de pintura para adultos mayores de en la Casa del Jubilado y Pensionado del Gobierno del Estado; lo cual le sirvió para encontrar el jardín Guerrero, también conocido como el Jardín de los Artistas.
Muestra de talento. Los sábados, Miguel Ángel se coloca debajo de las sombras de los árboles a exponer sus pinturas.
Su estilo lo define como “realismo mágico”, al estar inspirado en obras de la literatura mexicana de escritores como Juan Rulfo y Gabriel García Márquez.
Bailarinas de ballet, caballos, mujeres indígenas y artesanos, son algunos de los elementos recurrentes en sus pinturas; al igual que los colores fuertes vivos y llamativos, que le han ayudado a “encontrar el amor a México. Encontré mi mexicanidad, mi raíz y es lo que quiero plasmar”, comenta.
Los ingresos por la venta de sus pinturas son variados. Algunas obras las vende entre 600 y 700 pesos; otras oscilan entre los 400, depende del trabajo y el tamaño del cuadro.
Al llegar a Querétaro, trajo consigo alrededor de 300 obras, algunas se han ido vendiendo y otras más, aún permanecen.
Parte de su trabajo está dedicado a los artesanos. Un cuadro con fondo blanco tiene en el centro a un joven indígena, el atuendo típico y el sombrero trazado en negro, resaltan de la artesanía que decora, con colores azul y rosa.
Otra de sus pinturas, muestra a una mujer indígena sentada en una silla robusta color mate con alcatraces en la mano. Según dice, tiene las facciones de su esposa. Los ojos negros, resaltan de la piel morena adornada con una vestimenta de colores vivos. El color blanco sólo aparece en las flores.
Las bailarinas y los caballos son otra de las aficiones de Miguel Ángel. En el primer caso, una pintura expuesta en medio de la plaza resalta por la cantidad de colores vertidos en ella.
Rosa mexicano, amarillo canario, verde y varias tonalidades, que semejan una obra de Edgar Degas, pintor francés, fundador del impresionismo caracterizado por retratar a bailarinas.
“El caballo me parece muy expresivo, como un niño de cuatro o seis años. Esa inteligencia me llama la atención, es su estampa. Los he estudiado y me gustan, se me hacen muy mexicanos también”, agrega el artista.
Respaldo de asociación. La asociación Jardín Queretano de los Artistas, agrupa durante los sábados a aquellos expositores que han sido autorizados por las autoridades municipales, para mostrar su obra.
En el caso de Miguel Ángel, se ha mantenido en este lugar en los últimos dos años, además ha realizado diferentes exposiciones en el Museo del Calendario (Mucal) y la galería Casa de la Alegría.
“En setiembre tuve una exposición en la galería municipal con todos los artistas del jardín; y en Santa Rosa de Viterbo también todos los de aquí tuvimos una exposición. Fue un trabajo fuerte, quedé agotado, pero muy satisfecho de mostrar mi obra y también de venderla”, señala.
Invita a la creatividad. Contraria a la idea de que el adulto mayor debe mantenerse en la casa y sin mucho movimiento; Miguel Ángel opina que hace falta salir, hacer cosas y encontrar una forma de aportar a la sociedad.
“Los adultos deben de salir a la calle y no que se queden en sus casas a ver televisión (…) la gente debe salir y una de las cosas, es la disciplina que se debe de tener desde niño, para que uno esté bien de grande; que las enfermedades que vienen sean de las que se pueden curar, que no sean casos perdidos, ni tengas que tomar medicina toda la vida”, señala.
“Ahora se tiene toda la experiencia del mundo y esa experiencia hay que darla a la gente. Yo aquí les doy arte, y esa es mi aportación a la sociedad, porque he tenido la costumbre de pensar en dejar mejor un lugar que como lo encontré. Eso me nació desde que era director de escuelas y así he tenido varias experiencias”, puntualiza.