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Las dos camionetas amarillas de transporte escolar esperan frente al templo de La Cruz la salida de los niños de la escuela. Concepción Mata Rodríguez, su hija Miriam Ramírez Mata, Leticia Vargas Tavares e Imelda Elizondo Zamora son las encargadas de trasladar a los pequeños a sus escuelas y de regreso a sus domicilios, trabajo que hacen con mucho amor y dedicación a los pequeños.
Concepción, o Conchita, narra que en junio próximo cumplirá 35 años dedicándose a brindar el servicio de transporte escolar. “Empecé (en este negocio) porque cuando me cambié a vivir a Satélite no había escuelas, no había nada. Estas escuelas, en el centro de la ciudad, eran las únicas a las que podía traer a mis hijos. Viendo la parada me di cuenta que había muchos niños que se iban solos, y empecé a echar a andar la cabeza para no dejarlos solos”, indica.
Por ello, comenzó a promover el transporte escolar, diciéndoles a las mamás de otros niños que habría un transporte para llevar y traer a los niños, por lo que se dio a la tarea de investigar con los choferes de los camiones, para que “le echaran un viaje”, comenzando a formar una ruta para llevar a los menores a sus domicilios.
Hasta la fecha, Conchita es conocida por mucha gente que la recomienda con otros padres de familia, llegando a estructurar un servicio regular de transporte, apoyada con su hija y dos mujeres más.
Lo que más le gusta de su trabajo, dice, “es que Dios me ha dado la posibilidad de trabajar con niños. En el tutelar duré 10 años acudiendo a trabajo social. En la iglesia duré 15 años de catequista y sigo regalándole mi trabajo a Dios. Soy encargada de capilleras en las colonia donde vivo, en Insurgentes”.
Conchita relata que en el Consejo Tutelar para Menores realizaba labores de pastoral penitenciaria, lo que califica como una experiencia especial, a pesar de que sus hijos le reclamaban que casi no estaba con ellos.
“Tres veces a la semana íbamos al tutelar. Mi labor era preparar palabra, dinámica, canto que se les lleva a los niños. Ahí duré cinco años, y cinco años en el penal grande”, apunta.
Compró sus unidades
Madre de cinco hijos, la mayor de casi 40 y el menor de 22 años, todos casados, además de tener 13 nietos, la mujer hace gala de un espíritu combativo, pues decidió, luego de los camiones en los que prestaba el servicio con terceros, comprar sus propias unidades de transporte escolar.
Optimista, dice que a pesar del servicio gratuito de transporte escolar prestado por las autoridades, para todos sale el sol, y el negocio marcha sobre ruedas.
Pasa del mediodía y las mujeres se alistan para regresar a los chicos a casa. Miriam, mujer de mediana edad y sonrisa afable, abre la puerta y espera sentada en el piso de la camioneta que conduce a que lleguen los niños.
Miriam apunta que lleva nueve años manejando la unidad de transporte escolar, a invitación de su madre, quien le pidió que le ayudara a brindar el servicio. Indica que en su caso, cuando comenzó a manejar, sus hijas acudían a la primaria, en la escuela Sor Juana Inés de la Cruz, lo que le permitía estar con sus hijas.
“Tenía tiempo para mis hijas. Si había junta (en la escuela) podía entrar a la junta sin problema, y atender mi trabajo al mismo tiempo. Aparte, con vacaciones, podía estar con mis hijas, y como apoyo en la economía de mi casa, que ahora es una necesidad, pues los hijos crecen y las necesidades son más”, indica.
Manejar una camioneta de transporte escolar no es tan complicado, dice, pues en ocasiones cuando hay ciertos conflictos es al momento de coordinarse con los padres, pues se tiene que hacer conciencia con los menores, además de que en ocasiones los recados de los maestros para los papás los transmiten a través de ellas.
Comenta que su trabajo, aunque le deja tiempo libre durante toda la mañana, es muy estresante por la responsabilidad de llevar a niños a su cargo. También hay otra situación estresante: cuando algún niño se siente mal en la escuela y sus padres van por él y no les avisan, tienen que buscarlo, hasta que alguien les dice que el menor se fue antes. “Eso es muy estresante, te vuelves loca”, añade.
Nanas sobre ruedas
Como conductora no sólo tiene la responsabilidad de trasladar a los niños sanos y salvos a sus destinos, pues muchas ocasiones tiene que satisfacer necesidades básicas como la sed y las necesidades fisiológicas de los chicos, convirtiéndose en una especie de nanas sobre ruedas.
Como todo aquel conductor que sale a las calles queretanas, deben de cuidar sus unidades, pues no todos los automovilistas son educados o respetuosos con el transporte escolar.
Leticia llega y estaciona su camioneta atrás de la de Miriam. Un agente de movilidad se acerca y le pregunta a Miriam cuántas camionetas más llegarán, para apartarles el lugar, pues los mandaron a brindarles apoyo. Sólo son dos unidades.
Leticia comenta que comenzó en este trabajo hace dos años, era la única oportunidad de trabajar, pues después de los 60 años ya nadie emplea a la gente, siendo ésta una buena opción para ganarse la vida.
La mujer explica que antes fue secretaria, primero en un periódico en la Ciudad de México, luego laboró en la Secretaría de Programación y Presupuesto; en un centro comercial también abrió una tienda que cerró porque no aguantó la competencia de las tiendas de autoservicio.
Dice que en el transporte escolar son como una familia, pues se apoyan mutuamente, y los días bonitos son todos.
Leticia nunca imaginó que conduciría un transporte escolar, “pero bendito Dios, me dio la oportunidad de volver a revivir (los tiempos de la niñez) son mis motorcitos de diario”, dice.
Parte fundamental del equipo es Imelda, quien es apoyo de las conductoras desde hace 15 años, trabajo que disfruta mucho, por la convivencia con los niños, aunque la responsabilidad es mucha, ya que deben de cuidarlos.
Las cuatro mujeres ya tienen las dos camionetas llenas. Se dividen en equipos de dos y arrancan rumbo a sus diferentes rutas que deben cubrir para trasladar sanos y salvos a los menores a sus destinos.