Trompos, baleros, tablas mágicas, boxeadores, son sólo algunos de los juguetes artesanales que ofrece Jaime Maldonado en su tienda, en el Centro Histórico, hasta donde llegan padres y abuelos con sus hijos, para mostrarles con qué jugaban en sus tiempos, antes de las tabletas y las consolas.

El local de Jaime, en el andador 16 de Septiembre, además de juguetes ofrece otro tipo de artesanías, elaboradas por manos queretanas y de otras entidades. Comparten el espacio las clásicas bolsas de mandado con la imagen de la pintora Frida Kahlo, como los futbolitos, baleros, yoyos y trompos, elaborados de madera y decorados con sus colores brillantes. Azul, verde, rojo, amarillo, en tonos vivos y que son un imán para las miradas.

Dos jóvenes, de no más de 25 años entran. Observan con detalle los juguetes. Intercambian comentarios, pero se van. Son juguetes que no son de su generación, les son ajenos, quizá sus padres y abuelos se hubieran detenido, absortos en recuerdos de la niñez.

Jaime tiene 22 años con la tienda de artesanías en el centro de la ciudad. Señala que los niños actualmente no buscan los juguetes artesanales. “Ahora los que compran los juguetes son los abuelitos y los papás, que fueron quienes jugaron con esos juguetes, porque ahora los niños se dedican a otros juguetes más sofisticados, como las tabletas y los celulares, ahora se entretienen más en eso”, explica.

La mirada se pierde entre tantas piezas que remontan a la infancia. Un recipiente lleno de trompos, otro de yoyos, varios con baleros de diferentes tamaños, alegran el recinto. Lugar especial ocupan las resorteras, que tantas molestias dieron alguna vez, tanto al vecino y a su ventana, como a alguna ave que tuvo la desdicha de pasar cerca del niño de fina puntería. A los niños de hoy, explica Jaime, les llaman la atención este tipo de juguetes cuando los ven, pero porque son los que usaban sus papás y les platican que tenían esos artículos para pasar las tardes con los amigos.

“Han cambiado las cosas, ya es muy diferente. Inclusive hoy día hay más sedentarismo, se sientan (frente) a la computadora y ya no se mueven de ahí. Más que nada también porque los espacios se han perdido también, ya en las calles no se puede jugar, la inseguridad también, el tráfico. Ya no se puede salir a jugar a la calle”, justifica.

Apunta que la mayoría de los juguetes son elaborados por los artesanos de los estados de Michoacán, Estado de México y Jalisco. Añade que tiene proveedores desde hace 18 años, aunque las ventas de estos productos han bajado.

“Han bajado por situaciones de seguridad. Ya no se puede viajar tanto, porque antes yo iba por la mercancía y ahora prefiero mejor que me la manden, por la inseguridad. Eso nos ha perjudicado bastante. Si podemos viajar, pero más vale la integridad de uno; inclusive uno no puede llevar dinero para comprar la mercancía, pero se debe de llevar, porque se lo compra uno a artesanos y no hay de otra (forma de pagarles)”.

Dice que los juguetes que no pierden popularidad entre los clientes son trompos, baleros, yoyos, luchadores, tablitas mágicas, los maromeros, que aún se venden bien. Para las niñas se tienen las maquinitas para hacer tortillas, los juegos de salas y comedores, los roperitos, camitas, todo para muñecas. Subraya que los precios de estos juguetes no se comparan con los de otros productos que hay en el mercado, pues además promueven la imaginación de los niños. Jaime recuerda que a él le gustaba jugar a las canicas, al trompo, al balero, y cuando los ve siente nostalgia.

Los visitantes a la tienda, la mayoría turistas que aprovechan las fiestas decembrinas para conocer Querétaro, observan con atención las artesanías, pero en especial los juguetes.

Ven las miniaturas, como las escobetas, los molcajetes, metates, jarritos, jarras, cucharas, molinillos. Los precios, económicos, muy accesibles. No pueden faltar los populares juegos de ajedrez, en diferentes tamaños y precios, aunque el más grande y caro, no pasa de los 350 pesos. Para los más grandes, una colección de figuras de Cantinflas en diferentes representaciones, desde la clásica, con su “gabardina”, hasta una representación de diablo de pastorela, muy adecuada a los tiempos.

Jaime recomienda regalar al menos un juguete artesanal a los niños, para que no se pierda la tradición, para que no se pierda el trabajo de los artesanos mexicanos, que es de lo que viven, o de lo que sobreviven.

“Ya son pocos. Son menos los artesanos. Se muere el papá y los hijos ya no siguen la misma tradición, ya se dedican a otra cosa. Aún así, hay muchos que todavía se dedican a hacer juguetes y siguen con esa tradición”, precisa.

Puntualiza que estos juguetes despiertan la imaginación de los niños, por lo que sería muy bueno que la gente los consumiera para conservar la tradición del juguete artesanal, a los que Jaime les augura futuro y ventas, a pesar del embate de la tecnología y los juguetes de moda, porque al final, nada se comparará con la imaginación y un pedazo de madera tallado por las habilidosas manos de un artesano, ya sea de Michoacán, Estado de México, Jalisco o Querétaro.

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