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Doña Lolita muestra con orgullo sus creaciones, pues desde que aprendió a usar el telar elabora prendas de lana que le ayudan a solventar los gastos del hogar que comparte con su esposo y su nieta de 11 años de edad.
María Dolores Sabina, alumna de la Escuela de Telar de Colón, cuya primera generación se graduó en días pasados, exhibe su trabajo, y el de otras mujeres, frente al edificio de la presidencia municipal. Capas, gorros, colchas, chalecos, cojines, entre otros, ya que la gama es amplia.
El oficio aprendido a lo largo de tres años de estudio se ve reflejado también en la pasarela que se realiza ante las autoridades municipales, quienes aplauden a las modelos que portan las prendas, como una bolsa para mujer que se puede extender y que está hecha totalmente de lana.
María Dolores apunta que este viernes se gradúa un grupo de mujeres de la cabecera municipal, mientras que ella, junto con otras mujeres, radican y estudian en Ajuchitán, comunidad cercana a Colón, y que continuarán con sus estudios un año más.
“Ahorita entramos a otro proyecto donde estamos haciendo lo más actualizado (cojines con nudos persas) que es lo que estamos trabajando. Desgraciadamente hay compañeras que no quisieron entrar a este proyecto, pero se se dan cuenta está muy bonitos los cojines y los tapetes. Ahorita nos enseñaron el teñido de lana, pero con hierbas, no con anilina, y vamos para adelante”, asevera.
La mujer, adulta mayor, dice que el motivo por el cual decidió ingresar a la escuela y al proyecto productivo fue por aportar unos ingresos al hogar, pues “con el trabajo de los maridos ya no es del todo suficiente”.
“Ya, por ejemplo, hace uno una capita, un chalequito, un tapetito en los telares (...) no lo vende uno luego, para que digo que es dinero que va a salir, pero es con tiempo. La gente va viendo las cosas, les van gustando. Hacemos exposiciones, nos invitan a las ferias y, por medio de eso, van conociendo el producto y nos van pidiendo. Entrar a esto es más que nada aprender y apoyar”, sostiene.
Las alumnas de la escuela regalan un chaleco con el apellido “Ochoa” en la espalda al edil de Colón, Alejandro Ochoa Valencia, quien se lo pone, a pesar del calor que comienza a sentirse en la población. El alcalde luce el chaleco, mientras alumnas y maestro se muestran orgullosos los diferentes artículos que elaboraron.
María Dolores señala que no se le hizo complicado tejer la lana, aunque lo primero que impone es el telar, que es muy grande y se ve complicado de usar. “Hay que coordinar pies y manos para poder trabajar el telar”, explica la mujer.
María Dolores aborda por unos minutos su vida personal. Explica que su marido ya es mayor, parrillero de oficio, pero como tiene sus años no le es tan fácil encontrar trabajo realizando actividades en diferentes lugares, aunque a veces se queda sin empleo, situación compleja, pues aún depende de ellos una menor de 11 años de edad, de nombre Gabriela Rubí.
La niña es su nieta, pero subraya que su hija se la dejó, por lo que es como su “vástaga”, pues desde bebé se quedó con ella y su esposo.
“Tengo dos hijos grandes que ya nos abandonaron (dice mientras sus ojos se humedecen y suelta una risita nerviosa). Se van, hacen su familia y se queda uno solo. Mi hija vive en San Juan del Río y mi hijo vive en Huimilpan”, cuanta María Dolores.
Precisa que su nieta es hija de su hija, pero nunca se quiso ir con su madre, siempre quiso estar a su lado, incluso a ella le dice “mamá Lolita”, por lo que se quedó con su nieta, quien estudia el último año de primaria y desde su corta edad aprende también el oficio del telar.
“Ella está estudiando la primaria y yo la aliento. Le digo: Mira hija, si vemos la situación, estudia enfermería o estudia para maestra de kinder. Son las carreras más cortitas, pero hay que echarle ganas”, abunda.
María Dolores resalta que hace algunos años fue partera, por lo que transmite también algunos de sus conocimientos a su nieta.
Dice que fue en el Estado de México donde aprendió ese trabajo, pues vivía en sa localidad, y desde los 15 años de edad le enseñaron a traer bebés al mundo y de ahí se siguió; debido a que al pasar de los años ese trabajo ya no es tan socorrido, tuvo que aprender hacer otras cosas.
Retoma su trabajo en el telar. Explica que de acuerdo a la prenda que se vaya a hacer, es el tiempo y laboriosidad que se requiere . Por ejemplo, para elaborar tapetes, si ya se tiene más experiencia se puede hacer en dos o tres días, pero hay quienes se tardan hasta tres meses.
También depende del estilo en el que se haga, pues también tejen a mano,y esto le gusta de igual manera.
Indica que sus días “son de carreras” de un lado a otro, pues en la mañana lleva a Gabriela a la escuela y luego se va a la escuelita de telar en Ajuchitlán. En la tarde pasa por la niña a la primaria, regresan a su casa y sigue con el tejido a mano.
El precio de las prendas varía de acuerdo a lo laborioso de las mismas, así como el tiempo que se tarden en elaborarse. Hay algunas capas que tienen un costo de 150 pesos, precio que considera accesible por una pieza hecha a mano y de lana.
María Dolores añade que a algunas de sus creaciones les coloca adornos con otros hilos, lo que aumenta la vistosidad de sus productos, dando valor agregado a las mismas.
En las mismas instalaciones de la escuela de telar hay un espacio donde se exhiben las creaciones de las alumnas que son alrededor de 16 y que, poco a poco, aprenden más el oficio de tejer, así como el uso del telar.
Por las clases, puntualiza, no se cobra nada, y el gobierno municipal es quien, cuando se puede, les da el material. Cuando no es así, ellas compran la lana “pues el gobierno no siempre puede darnos todo”.