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El hombre estira el brazo izquierdo, mientras Verónica Palomo Bueno se alista para tomarle la presión. “La tiene un poco alta, debe de cuidar su alimentación y controlarla”, dice la mujer, quien desde hace 20 años se dedica a checar la presión arterial a la gente en el jardín Zenea, trabajo que ve como una labor social, ya que muchas personas no saben que tienen hipertensión, padecimiento conocido como el enemigo silencioso.
“Tengo como unos 20 años. Me va bien, es variable el trabajo, es parecido a las ventas, hay días en los que va bien a uno y otros no tanto”, dice Verónica, quien explica que durante muchos años trabajó para una asociación civil que llegó a Querétaro y se dedicaba a ayudar a mujeres maltratadas , era originaria de Puebla.
“Éramos promotoras de esa fundación, trabajábamos para ellos por una cuota que dábamos diario y nos daban un sueldo, pero hace años resulta que esa fundación empezó a hacer malos manejos (la representante) y se cerró aquí. Nosotras (ella y otra de sus compañeras) vimos la forma de seguirla haciendo por nuestra cuenta.
“La gente nos conoce y nos busca, y ya estamos acostumbradas a este tipo de trabajo. Es difícil ir a un trabajo con un horario. Es por eso que nos dedicamos a eso. Yo soy auxiliar de enfermería, aquí en el jardín somos dos personas que buscamos la forma de que nos dejaran seguir trabajando”, indica.
Precisa que su trabajo es meramente preventivo, pues sólo se dedican a checar la presión arterial, para prevenir a las personas. “Les podemos dar algunas recomendaciones, pero el fin del servicio es que acudan a tiempo con el médico”, indica.
Comenta que ellas “no espantan a las personas”, pues si alguien llega a tener la presión alta se les recomienda ir al médico, además de que mucha gente que es hipertensa ya sabe que lo es, y saben qué deben de hacer, “pero sí, les recomendamos que vayan al médico cuando puedan, así como mejorar su alimentación, hacer ejercicio, pues el sobrepeso afecta. Este es un servicio preventivo”, enfatiza.
Costo voluntario
Verónica se acerca con un bolero del Zenea, a quien le toma la presión. El hombre, un adulto mayor, estira su brazo para colocar el tensiómetro, aparato usado para medir la presión arterial. El procedimiento no tarda más que un par de minutos. La mujer le dice al bolero que su presión es buena 120/70. El hombre agradece y paga por el servicio, cuyo costo es voluntario.
Otro hombre se acerca y pide el servicio. Verónica prepara su aparato y repite la operación. “A veces no es tan sencillo, hay ocasiones en que tardan los pacientes”, dice con una sonrisa, mientras termina de guardar su equipo, para continuar caminando por el jardín.
Se acerca a una joven de no más de 30 años, a quien le ofrece checarle su presión por una cuota voluntaria. La joven mujer escucha a Verónica, pero le dice que en otra ocasión, que no tiene dinero en ese momento. La auxiliar de enfermería sigue su camino, mientras que en otro costado del jardín su compañera hace lo propio.
Verónica explica que su jornada laboral comienza alrededor de las 10:00 y termina alrededor de las 15:00 horas, después se dedica a la venta de cosméticos por catálogo.
Separada, Verónica es madres de tres hijos, el mayor de 26 y el menor de 22, pero cuando comenzó a trabajar eran muy pequeños, y el trabajo de calle, siendo dueña de sus horarios y tiempo, le permitió cuidarlos.
“Tenía que arreglármelas. Aquí tenía que atender a mis hijos y podía tener la libertad de salirme en el horario que me convenía a trabajar”, abunda, al tiempo que dice que también trabajar en la calle tiene sus inconvenientes, pues el clima siempre les afecta de manera directa.
Precisa que su trabajo es complicado en ocasiones, pues en tiempo de calor es muy desgastante físicamente, afectándoles mucho, pero hay más trabajo que en la temporada invernal. Mientras que en temporada de lluvias no pueden salir a trabajar, pero es parte del oficio.
“También hay personas a las que no les gusta lo que hacemos. Hay gente que piensa que no es un trabajo lo que hacemos. Las personas creen que venimos a sacarles el dinero. Ofrecemos el servicio a quien guste tomarlo y cooperar, eso es libre. Pero como hay personas a las que no le agrada, como hay quienes nos dan las gracias y vienen especialmente a eso, porque de alguna forma nosotras fuimos las que le detectamos su hipertensión y se pudieron atender a tiempo, entonces hay de todo”, añade.
Labor preventiva
Verónica subraya que aunque existan personas a quienes su trabajo no les parezca, ellas cumplen con una función social, y más que un beneficio económico para ellas, ven el beneficio que obtiene la gente a su salud.
Agrega que incluso ya tienen clientes que acuden de manera constante a checarse la presión arterial con ellas. Incluso gente que ya las conoce y que vienen de otros estados, aprovechan la ocasión para revisarse, pues saben que las encuentran en el Zenea.
Otra de las ventajas que tiene su trabajo, apunta, es que pueden elegir el día que quieren descansar, pues en ocasiones por algún compromiso o un problema deben de parar labores, aunque por lo regular lo hacen toda la semana.
Dice que ella y su compañera no son las únicas que ofrecen este servicio, pues le ha tocado ver a otra mujer que trabajo en el jardín Guerrero, aunque ella y su compañera, durante el tiempo que estuvo en remodelación el Zenea trabajaron en otro lugar, pero siempre en el centro.
Puntualiza que no son improvisadas, pues la Secretaría de Salud (estatal) les dio el visto bueno para que puedan brindar el servicio a la ciudadanía como lo hacen hasta la fecha. “Lo único que hacemos es checar la presión, no podemos y no hacemos otra actividad. Ese es el visto bueno que nos dieron para trabajar”, acota.
Verónica sigue su camino, ofreciendo su servicio a la gente que pasea o se toma un descanso en el Zenea.
De acuerdo a información del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) alrededor de 30 millones de personas en México sufren hipertensión, enfermedad que no presentan síntomas y que si no es detectada y tratada a tiempo puede tener consecuencias fatales y, aunque no se cura, se puede controlar.