Adrián Steven Cabrera Sánchez mira su reloj, hace cuentas y afirma que lleva cinco meses y cuatro días sin consumir cristal. Desde los 18 cuando se independizó de su madre y en la actualidad con 23 años, aumentó su adicción a esta droga a tal punto que se convirtió su único refugio.
El primer acercamiento con el cristal fue en un viaje que hacía con su padre hacia Mexicali cuando tenía 14 años. Tomó una bolsa con polvo blanco, pensó que era cocaína y la inhaló. Le irritó la nariz a tal grado que prefirió no volver a intentarlo. Hasta después supo que había consumido cristal.
“Encontré una bolsita chica que pensé por un momento que era cocaína porque ya la traía molida y me llamó la atención, entonces agarré un poco con mi mano y la inhalé, ya hasta después me di cuenta que era cristal porque la sensación era muy diferente, arde demasiado en la fosa nasal y el efecto es diferente, es como mucha euforia, principalmente no me gustó el efecto porque me generó mucha paranoia”, dijo.
Adrián, vestido con tonalidades azules, un pantalón y una camisa de mezclilla, en su aspecto personal se le ve alineado y bien peinado. De a poco ha podido recuperar peso ya que cuando se internó, pesaba 53 kilos, casi 30 kilos le faltaban para su peso ideal. Camina hacia afuera del salón donde tenían una terapia grupal, en su mano derecha porta su libreta y se dirige hacia las bancas de cemento que están frente al salón.
Vive en el centro de rehabilitación CreSer, ubicado en las inmediaciones de San Pedro Martir, lugar al que entró de manera voluntaria. Una primera razón dice, fue por amenazas de muerte recibidas, lo siguiente dijo, empezó a darse cuenta que su persona se deterioraba, al igual que la relación con su madre, la única persona, que le brindaba apoyo.
“Por lo mismo del consumo me metí en problemas en la calle por las cuales recibí unas amenazas de muerte, eso me tenía conflictuado, pasó el tiempo y no le hice mucho caso, solo me desaparecí del lugar donde estaba el problema pero lo que me hizo ver por completo es que se estaba destruyendo la relación con mi madre, la persona más cercana que tenía, yo tenía una muy buena relación, nos llevábamos muy bien, platicábamos mucho y conforme se fue agravando el problema ya no hablaba con ella” lamentó.
La marihuana, ya legalizada al menos para uso medicinal, fue la primera droga que consumió; sin embargo, el cristal era su adicción por las sensaciones que le hacía sentir. Adrián llegó a un punto en que trabajaba solo para conseguir el cristal, ya que el salario de las quincenas de Adrián iba directamente para pagar lo consumido.
Adrián es originario de la colonia Santa Mónica lugar donde dice siempre había mucha facilidad para conseguir cristal, cocaína, marihuana, tachas y cualquier otra sustancia prohibida.
“Empecé a consumir hasta gastar lo que ganaba por ejemplo mis quincenas cuando me las depositaban ya las debía por completo, no tenía como tal una ganancia, llegué a probar muchas otra sustancias pero mi mayor problema fue el cristal, también por lo mismo en la colonia que vivía no era muy difícil conseguir, no tenía complicación conseguir la sustancia y pues fue de esa forma que empecé a consumir” confesó Adrián.
Su adicción al cristal era tal, que llegaba el momento en que cuando vivía solo, ni siquiera dormía en el lugar que rentaba. Muchas veces amanecía en la calle, sin saber qué había sucedido. En otras, igual en la calle, se encontraba golpeado.
“Había veces que me quedaba o amanecía en la calle, no me acordaba de qué había hecho, amanecía golpeado y no me acordaba qué había pasado, fueron de las situaciones que me hicieron entender que necesitaba ayuda, el hecho de que ya mi mamá me había ofrecido ayuda como comentarios no imposiciones y yo la había rechazado como jactándome que no la necesitaba pero el hecho de haber amanecido así algunas veces en la calle teniendo mi casa fueron situaciones que me pusieron a pensar qué estoy haciendo, porque me quedo aquí si tengo mi casa” comentó.
La madre de Adrián Steven colabora cada jueves como servicio comunitario en el centro de rehabilitación CreSer como instructora de acondicionamiento físico. Al conocer el funcionamiento de esta clínica y al saber que Adrián pedía ayuda para controlar su adicción, decidieron juntos el internamiento.
Según Adrián, este proceso de rehabilitación podría durar un año. Dice que a diferencia de otros lugares, acá no hay tratos indignos ni golpes como en otros espacios; los llamados anexos. En los primeros días la ansiedad lo invadía, había arranques de ira y mucho insomnio que poco a poco logró controlar hasta que ahora ya puede conciliar el sueño.
“El primer mes fue complicado porque tuve arranques de ira o agresión pero era mucha inestabilidad, no podía dormir, sentía escalofríos todo el tiempo, me sentía cansado y todo ansioso la mayor parte del tiempo, pero ahorita ya me siento muy tranquilo porque aprendí a darme cuenta que ese mismo problema me lo estaba generando yo” informó.
Su estancia de cinco meses le ha servido para reflexionar que durante su adicción dañó su cuerpo y a las personas que lo rodean. Para Adrián lo importante es que todos aquellos que entran para un proceso de rehabilitación trabajen su experiencia y logren controlar la adicción.
Un domingo de visita en el centro de rehabilitación, un amigo de Adrián llegó y lo felicitó por ser padre. Adrián lo detuvo un momento y le pidió que le explicara a qué se refería. Ahí se dio cuenta que en su adicción al cristal, había concebido una niña de tres años con su ex pareja, quien lo dejó cuando estaba embarazada.
Adrián afirmó que hasta que salga del internamiento, buscará conocer a su hija. Hay disposición por parte de la familia de su ex pareja, por lo que dijo, buscará hacerse responsable de su educación.
“A la niña todavía no la conozco, pero yo tomé la decisión de que no lo hiciera, tengo muchas ganas de conocer a mi hija pero lo quiero hacer fuera de aquí, no quería conocerla durante mi internamiento, porque siento que se puede volver algo complicado, la niña ya no está tan pequeña tiene casi tres años”, indicó.
Adrián reflexiona sobre su actuar. Dijo que muchas de las cosas que hizo fueron involuntarias, las cuales no tienen justificación. Buscará remediarlas, mientras tanto saca un cigarro, lo enciende y comienza a platicar con sus compañeros que también están internados.