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La acondroplasia es un trastorno genético que afecta al crecimiento óseo y causa el tipo más común de enanismo de pierna corta y quienes tienen este problema se les conoce como personas de talla baja.
De acuerdo con la Asociación Unidos por un Mundo Incluyente en la entidad hay alrededor de 32 personas con esta discapacidad, sin embargo, ese organismo admitió que se trata de una cifra incierta debido a que no existe un censo real.
Las personas de talla baja no son consideradas, ante la ley, como discapacitados o perceptibles a sufrir discriminación. Por ello, en Querétaro se presentó una iniciativa para hacer las reformas correspondientes, pero sigue en espera de ser turnada a la Comisión de Salud y Población desde el 25 de agosto de 2016.
Laura y Víctor
Laura Casados tiene 25 años, mide un metro con 15 centímetros, es psicóloga, tiene un hermano mayor, vive con sus padres y trabaja en el Indereq.
Víctor Rivera tiene 30 años, mide un metro con 20 centímetros, es el menor de tres hermanos, estudió Ciencias de la Comunicación, actualmente, es relacionista público de un bar además de actuar en La Casona del Árbol.
Víctor no ha sido discriminado en su vida adulta, pero siempre se cuestiona, al dejar solicitudes de empleo, si una de los motivos por los que le dicen la típica frase “nosotros te llamamos”, es por su baja estatura y la duda de si será capaz de desempeñar el trabajo de forma eficaz y eficiente.
Sentado bajo la sombra que da un árbol del parque de Carretas recordó que en la primaria lloró un par de veces por el bullying que recibía por parte de sus compañeros.
“En ese tiempo si me dolía, me hicieron llorar una vez, dos veces, no recuerdo que me decían (...) No tengo problemas en la calle, si opinan algo de mí, pues tal vez no me enteró y no les presto atención”, refirió con seriedad.
La peor etapa para Laura fue durante la secundaria, porque además de ser acosada por estudiantes de su escuela, por fin se dio cuenta que era diferente a las demás personas.
“En la secundaria fue mi peor etapa porque fue cuando yo me di cuenta que tenía una discapacidad, porque antes no me percataba, a pesar de que lo veía en fotos o en videos, pero para mí los que estaban mal eran los otros (...) Me metían en los casilleros, me dejaban encerrada, me metían en los botes de basura, en la foto de graduación de secundaria en mi cara pusieron la de un gnomo, se pasaban de la raya. Me trataban como un simple perrito porque quería alcanzar algo y me lo ponían más alto, yo seguía su juego, tampoco me estaba percatando de lo que sucedía”, expresó.
Accesibilidad en su casa y la ciudad
En casa de Laura no hay nada adaptado para su estatura, lo mismo sucede en su oficina y en todos los lugares de la ciudad que visita; gracias a esto ha logrado ser más independiente, pero también por el apoyo de su abuela quien la ha impulsado a lograr todo lo que se proponga.
“Es de las cosas que más le agradezco a mis papás, es que la casa no está adaptada para nada, he tenido que buscar mis mañas para alcanzar las cosas; por ejemplo, la cama era una cosa enorme que tenía que hacer una carrera y brincar para poderme trepar, lo que fui descubriendo es que le puedo quitar las patas, la base y me queda a la altura”, explicó con una sonrisa en la cara.
Para desplazarse por la ciudad, Laura, maneja su camioneta con la ayuda de unos adaptadores que van en los pedales y un cojín en el asiento para poder tener una buena visibilidad.
“Siempre había tenido las ganas de manejar, pero no sabía cómo hacerlo, descubrí que había pedales para poder manejar, junte mi dinero y mis papás me dijeron que hasta que tuviera los pedales me iban a enseñar, fui los compre y les dije aquí están mis pedales, me enseñan o yo solita me voy”, manifestó.
Tampoco hay nada modificado en la casa de Víctor, pero eso no le impide estar a la altura de los lavamanos o poder alcanzar algo de la alacena para comer.
“En mi casa uso bancos para poder alcanzar las cosas o de plano escaleras, pero todo es normal, a pesar de eso no tengo dificultades de nada”, puntualizó.
Víctor no tiene vehículo y se traslada en transporte público, pero hace mayor uso de los taxis, porque comenta que subir y bajar de los camiones es muy complicado.
“Tratar de subir al camión es difícil porque el primer escalón está muy alto y tengo que subir casi acostándome, lo mismo para bajar, además como manejan los choferes que no te dan chance ni de terminar de bajar cuando ya están arrancando, está más difícil”, comentó.
Caminar en la ciudad, para los dos, no es nada complicado, pero sí es un problema cuando se trata de subir muchos escalones o banquetas muy altas.
Trabajos alternos y pasatiempos
Para Víctor los escenarios teatrales han sido su segunda casa, inicio desde los 12 años, y gracias a la actuación ha aprendido a tomar con buen humor su discapacidad, al grado de bromear con ello.
“Me siento bien cuando actúo, el teatro es como otra casa, La Casona del Árbol y sus integrantes han sido mi otra familia, ahí me divierto y he aprendido a ver la vida con buen humor y a reírme de mi mismo, además de hacer reír a mucha gente de todas las edades”, expresó.
Laura practicaba natación, pero por cuestiones de salud tuvo que dejar de hacerlo, ahora entrena levantamiento de pesas y forma parte de una agencia de modelaje profesional.
“Antes hacía natación, pero por cuestiones de cadera y la escuela la deje, ahorita estoy empezando en power lifting; también ahorita soy modelo profesional, estoy en una agencia de modelaje porque era uno de mis sueños que había dejado postergado”, detalló.
El amor
El corazón de Laura está ocupado, su novio vive en Guadalajara y en próximos días será su tercer aniversario, no sabe si van a festejar por el tema de la distancia y que ninguno de los dos tiene vacaciones.
Víctor no tiene novia pero no duda que algún día encuentre alguien con quien entablar una relación seria y formal.
Laura y Víctor no tienen problemas de salud, por el momento, pero hay una serie de inconvenientes derivados de la acondroplasia, como son problemas en la columna y torcedura de piernas. Sin embargo, con un tratamiento médico adecuado logran una expectativa de vida igual a la de una persona de talla normal.