Nuestras Historias

“A unos días de salir, hay emociones encontradas”

A unos cuantos días de salir del CIEMA, el menor infractor planea estudiar gastronomía para abrir un restaurante en EU, país en el que nació.

FOTO: Ricardo Lugo
23/02/2017 |03:04Lenin Robledo |
Redacción Querétaro
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Actualmente, Ricardo tiene 18 años. Lleva poco más de tres interno en este centro. Al momento de platicar con él, su semblante refleja dolor e incertidumbre, y al mismo tiempo confianza y tranquilidad, pues comenta que le faltan pocos días para recuperar su libertad.

Cuenta su historia. Confiesa que quedaban unos cuantos días para que llegara su cumpleaños número 15 cuando todo cambió en un instante. Un arranque de ira lo llevó a quitarle la vida a otro joven como él.

Mi problema pasó por un momento de rabia, de ira, de impulsividad. Estaba conviviendo con mis amigos y de repente llegaron otros de picudos y pasó lo que pasó”, revela en voz baja. Aclara que lo hizo sin estar bajo el influjo del alcohol o de alguna droga, pero sí bajo los efectos de la furia y el arrebato.

“Si me preguntas si estoy arrepentido por lo que hice, te digo que sí; pero no me arrepiento de estar aquí. O sea, me arrepiento por lo que hice, porque sé que quité una vida y pues ya no se puede regresar eso; pero no me arrepiento de estar aquí por todo lo que he aprendido y valorado. ¡Qué hubiera sido de mi vida si no hubiera caído aquí!

Reitera que no es un joven con vicios; que al momento de cometer el delito no tenía, ni tiene, alguna adicción. No fumaba, ni bebía, ni se drogaba, pero era rebelde, intolerante.

Si no hubiera caído aquí, quizá mi carácter me hubiera llevado a hacer cosas peores”, añade Ricardo, quien cuenta con nacionalidad mexicana y estadounidense.

Las cicatrices en su rostro y manos delatan su carácter explosivo y hacen suponer que son producto de múltiples peleas, marcas que contrastan con la mirada relajada de sus ojos color aceituna. “Estar aquí me cambió la vida”, dice pausadamente.

Ricardo nació en Phoenix, Arizona, Estados Unidos. Su madre es estadounidense y su padre era queretano. Él murió hace tres años. Ocho meses después de que él ingresara al Centro de Internamiento y Ejecución de Medidas para Adolescentes (CIEMA).

Un golpe muy duro para él. “Me fregué, me quedé sin padre y encerrado. Me sentí peor cuando me dijeron que mi padre había fallecido en un accidente automovilístico cuando caí aquí”.

Al momento de la muerte, el padre de Ricardo tenía 41 años. “Sentí muy feo. Emociones encontradas: enojo, coraje, tristeza.

“Me decía que yo era el amor de su vida y que iba a hacer todo lo posible para que saliera de aquí. No me regañó en ningún momento; al contrario, me dijo que iba a estar conmigo todo el tiempo, sin prejuicios”.

Sus padres se divorciaron cuando él era niño. Su papá fue el encargado de criarlo y educarlo. De su madre casi no tiene recuerdos.

El papá de Ricardo trabajaba en un restaurante en EU, pero sin contar con el permiso para laborar legalmente en ese país. Un día, en una redada, fue detenido y deportado.

Ricardo se regresó con su padre a México. Tenía nueve años. Comenta que no fue difícil adaptarse a su nueva vida, pero con los años su carácter se hizo rebelde y agresivo.

“Mi papá me daba muchos consejos. Me decía que no siguiera sus pasos, que aprendiera de sus errores, pero yo le decía: ‘¿Cómo me dices eso si tú no pones el ejemplo? La verdad lo hacía llorar”. El encierro le enseñó a valorar lo que tuvo y perdió, principalmente a su padre y todo lo que le aconsejó.

“A unas semanas de salir, tengo muchas emociones encontradas, como de incertidumbre. Me pregunto: ¿Qué va a ser de mí? Al mismo tiempo tengo una sensación de felicidad porque regresaré a la libertad”.

Tiene claro que “allá afuera” terminará su prepa y estudiará gastronomía. Un poco en honor a su padre, porque él le inculcó la pasión por la cocina. Sueña con convertirse en un gran chef de comida mexicana, regresar a EU —país donde nació— y poner su propio negocio: “Me he dado cuenta que la comida mexicana se vende muy bien allá”.

Pero mientras eso sucede, Ricardo apoya a sus compañeros del CIEMA para que aprendan inglés. “Soy bueno enseñando, porque nadie reprueba sus exámenes”, dice.

Se muestra sorprendido de sus avances y de la fuerza que ha tenido para sobreponerse a situaciones difíciles: “Muchos se admiran de mí porque he tenido el valor para sobresalir. Afuera lo tendré que demostrar también”.