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Damián Stoppani viaja acompañado de su perro, llamado Paco, a bordo de un viejo camión Mercedes. En esa unidad tiene su taller de laudería y también su casa desde hace un año y ocho meses, cuando salió de su natal Argentina, recorriendo a la fecha 15 países, “porque tenía ganas de viajar, de conocer diferentes culturas, de aprender mediante la experiencia”.
Damián abre la puerta de su camión-casa-taller. Paco da la bienvenida meneando la cola, mientras su dueño, de 32 años, se acomoda en un banco. Atrás de él una caja con sus herramientas y un violín en ciernes completan el cuadro. En el otro extremo, una estufa con algunos utensilios de cocina y un sillón que a la vez es cama. Enfrente está su mesa de trabajo, donde la otra parte del violín espera ser tallada y unida a la otra.
El espacio es aceptable, “es mucho más de lo que tienen muchos latinoamericanos para vivir”, dice Damián, quien ha recorrido 15 países de América.
El fondo musical, no podía se de otra manera, es tango. Narra que estudió laudería en Argentina, en Tucumán, una de las escuelas más grandes de América Latina en esa área, pues la otra más importante está justamente en Querétaro, por lo que su estancia en el estado es una manera de unir ambas escuelas.
A México entró por Tabasco, de ahí a Campeche, Quintana Roo, Yucatán, para regresar por la Península, para ir a Veracruz, Puebla, Ciudad de México y de ahí a Querétaro.
Indica que dependiendo del trabajo es el tiempo que está en cada ciudad, “porque como vengo viajando desde Argentina y este viaje no tiene ningún apoyo económico de ningún Estado, ni de ninguna organización, ni de ningún privado, tengo que ir trabajando para poder avanzar. Me contacto con las orquestas de las diferentes regiones y trabajo para ellas, y dependiendo del trabajo que tenga es el tiempo que me quedo en cada lugar”.
Asegura que conseguir recursos para su viaje no ha sido tan complicado. Para su trabajo cuenta con todas las herramientas y materiales, además de que en muchas regiones tienen orquestas de buen nivel, pero no hay quien se encargue del mantenimiento de los instrumentos, siendo ahí donde él hace su trabajo.
“Donde puedo trabajar aprovecho, me quedo, genero recursos y avanzo”, comenta, y agrega que en algunos lugares le han dicho que se quede a trabajar, como en Perú, donde hay orquestas de buen nivel y no hay nadie que arregle los instrumentos, al igual que en Paraguay.
Dice que la mayor dificultad que ha enfrentado en su viaje fue cruzar de Colombia a Panamá, porque está el tapón de Darién, que es un macizo de selva donde no hay carretera que una a los dos países, por lo que tuvo que mandar su camión por barco y cruzar por el mar Caribe en velero durante cuatro días.
En este momento, señala, viaja sólo con Paco, pero en un momento del viaje se unieron una compañera y dos perros más, “así que éramos tres perros y dos personas, siempre fueron mayoría los perros o empatados, nunca más personas que perros, y ahora volví como empecé, solo con mi perro”.
Asevera que en Querétaro le va bien, aunque no está trabajando tanto con orquestas, como lo venía haciendo, sino que está más en contacto con la escuela de laudería, que le ofreció el espacio donde está ubicado, con un permiso del municipio de Querétaro, pues es complicado encontrar un espacio con sombra y electricidad, como es el jardín Guerrero.
“A través de la universidad y la Escuela de Laudería de Querétaro pude dar un curso en la escuela, y ahora estoy tomando otro curso, así que estoy compartiendo conocimientos, tratando de enseñar lo que aprendí en Tucumán y aprendiendo mucho de lo que se hace acá. Estoy aprovechando para construir instrumentos con técnicas que para mí eran desconocidas”.
Dice que a todos los pueblos les gusta mucho la música. En Argentina abunda, hay una formación cultural y musical importante, por lo que logran destacar músicos populares y académicos de calidad, pero no es porque a los argentinos les guste más la música, ya que el gusto por ese arte es universal.
El gusto por la música en América Latina, asegura, no pasa por países, sino por regiones, por ejemplo la andina, que no sólo abarca Bolivia y Perú, pues se extiende hasta Ecuador, y en muchas de esas regiones la música se practica con más frecuencia que en otras, pero en todos los lugares se toca y se desarrolla ese arte.
Sobre la música mexicana, confiesa que no conocía mucho, pues lo que sale del país llega a través de los medios de comunicación y muchas veces se mueven según los intereses comerciales y musicales de quien la difunden.
“Lo que conocía de México, lo que me llegaba a Argentina de México, no es realmente lo que se vive en México, sino que la música de exportación son los mariachis, y me he encontrado con una música mucho más rica y más amplia que los mariachis. Por ejemplo, el son jarocho y sus instrumentos, como las jaranas y arpas. El son huasteco era desconocido para mí, y es un gran aprendizaje en esta estadía”, sostiene.
De la escuela de laudería queretana, dice que el nivel le sorprende, pues tiene una gran infraestructura y docentes dignos de cualquier plantel de un país de primer mundo.
Confiesa que desde que despierta hasta que se duerme escucha música, pues vive y trabaja para ella, y vive y trabaja para los músicos. Sus gustos han evolucionado a lo largo de su vida, pues cuando era chico escuchaba rock, luego se interesó más en el folklore autóctono de las diferentes regiones, para después pasar al tango, que incluso aprendió a bailar, y musicalizaba milongas, además de escuchar jazz, pero aún, indica, le queda pendiente escuchar más música clásica o académica.
“Se puede aprender a escuchar música teniendo una formación musical, aprendiendo a valorarla y a distinguirla mediante una formación, y sin formación musical se le valora escuchándola y sintiéndola, lo que a uno le guste escuchar es lo que va a sentir, pero mientras más formación tenga una persona, más herramientas tiene para distinguir y valorar”, añade.
Sobre su camión, dice que el año del modelo es un misterio, pues según los papeles es de 1970, pero según algunos expertos es bastante anterior al 70. Añade que es particular el modelo, porque es un Mercedes Benz alemán, pero carrozado y fabricado en Argentina, por lo que probablemente hayan hecho diseños antiguos y los hayan renovado en la nación sudamericana.
Subraya que fiel a la vieja escuela de la ingeniería alemana, que hacía auto duraderos, su camión se ha dañado un par de ocasiones, pero sólo incidentes leves que no lo han frenado.
Damián puntualiza que después de Querétaro le gustaría conocer Paracho, Michoacán, así como Guanajuato, pues seguir al norte del río Bravo no le llama mucho la atención, además de que duda que lo dejen cruzar la frontera con un camión repleto de herramientas “y tampoco tengo tantas intenciones de meterme en una cultura que nunca me atrajo demasiado, entonces prefiero seguir recorriendo Latinoamérica, diferentes regiones de México, que es demasiado grande y diverso culturalmente”