Más Información
Jorge Peña camina por los pasillos del mercado de La Cruz vendiendo su billetes de lotería, como desde hace tres años. Comerciantes y clientes del lugar prueban su suerte con los tradicionales ‘cachitos’, a pesar del auge de los llamados billetes electrónicos. “La gente sigue prefiriendo su cachito”, dice Jorge.
Don Jorge, de 73 años de edad, originario de Mazatlán, Sinaloa, dice que llegó a Querétaro en 1962, y como primer empleo tuvo justamente el de vendedor de billetes de lotería, para posteriormente dedicarse a la reparación y venta de equipo de refrigeración.
Un empleado de un local de pescados y mariscos le dice a Jorge que lo espera para comprarle con más calma algunos billetes de lotería para los sorteos de la semana. A Jorge se le puede ver todos los días en La Cruz, donde camina por los pasillos, o acude directamente con sus clientes, aquellos que ya sabe que comprarán, aunque los clientes que acuden al mercado son quienes más compran.
Indica que las ventas no son muy altas, pero “sale. No me he querido salir de aquí… me la he pasado aquí tres años, ya de menos aquí me conocen todos. No me va muy bien que digamos, pero para sacar para la papa sale”.
En el mercado hay otros locales que venden lotería, principalmente billetes de sorteos instantáneos, de esos de “raspa y gana”, donde con tres figuras o números iguales ganan. Así como el llamado “cachito electrónico”, disponible sólo en los locales fijos de Lotería Nacional, donde los compradores pueden elegir su número y sorteo, imprimiendo el comprobante con el número.
Dice que mucha gente prefiere comprar los billetes físicos, pues por tradición suelen comprar, “acá se pueden llevar el pedazo, como el cliente que pasó ahorita que me dice que le lleve cuatro billetes, pero es más fácil que compren el billete, porque así te llevan los cachitos que quieras”.
Inicios
Recuerda que cuando llegó a Querétaro de su natal Mazatlán, también vendió lotería. “Estaba muy chiquito. No tenía trabajo y me puse a vender lotería, y me fue bien, porque vendí premios grandes, me tocó suerte”.
Comenta que las ventas son variables, pues no todos los sorteos llaman igual la atención de la gente, pues a veces por sorteo vende 200 o 100 pesos diarios, y los billetes que no vende los debe de devolver.
Señala que los lunes es cuando hay menos gente que compre y que visita el mercado de La Cruz, pero el resto de la semana se recupera considerablemente. Apunta que la mayoría de sus clientes son personas de edad, quienes lo conocen en el mercado y sus alrededores, esperando su visita para adquirir sus billetes.
Incluso la dependiente de un puesto fijo que vende lotería sabe de su presencia, pues explica que es muy conocido en la zona.
Jorge explica que es muy variada la venta, pues a veces hay buenos días, sobre todo cuando los clientes salen de hacer sus compras y llevan algo de dinero para jugar lotería.
Abanico de premios
El costo de los cachitos de lotería es de 25 pesos, aunque el del sorteo de los miércoles, cuyo premio mayor es más bajo que el de otros días, cuesta sólo 10 pesos. Explica que un sorteo juega 10 millones de pesos en dos series, una serie ganaría cinco millones, y un cachito, si sale premiado con el premio mayor, obtendría alrededor de 250 mil pesos, “lana que sirve para un fin de semana”, dice Jorge con una sonrisa en el rostro.
El hombre comenta que en este tiempo vendiendo lotería le ha tocado la suerte de vender billetes premiados, como en agosto pasado. Dice que al cliente le tocó la suerte de ganar tres millones 750 mil pesos. “Lo vendí ahí, en esa mesa de allá”, asevera mientras señala a un local en la entrada del mercado de La Cruz. El ganador, agrega, regresó para darle su propina.
La jornada laboral de Jorge en ese centro de abasto comienza a las 10:00 horas, cuando ya hay un poco más de movimiento, y termina pasadas las 16:00 horas, momento en el que la clientela comienza a disminuir y es hora de retirarse a casa, para recuperar energía.
Jorge precisa que tuvo muchos hijos, 19 en total, fruto de tres relaciones que tuvo a lo largo de su vida: dos matrimonios y una unión sin casamiento de por medio. Actualmente sólo vive con su esposa, pues los hijos ya crecieron e hicieron sus vidas.
“Cuando tenía tantos hijos sí tenía que trabajar muy duro. En ese tiempo trabajaba en una empresa y me iba bien en las ventas. Sí me salió. Todos mis hijos ahora son grandes, el más chico tiene 30 años, ya creció”, asevera.
Dice que primero se casó con una mujer, de la cual quedó viudo. Posteriormente se “juntó” con otra señora, y al final se casó con una tercera pareja, “por eso tanto hijos”, añade.
Jorge guarda meticulosamente sus billetes de lotería. Luego de llevarle los billetes al empleado del local de pescados y mariscos, camina hacia el interior del mercado, donde lo saludan algunos dependientes de locales.
Una mujer joven se acerca con Jorge. Lo saluda muy familiarmente, lo conoce después de los años de vender en el mercado. Le dice que quiere una fotografía con el vendedor de billetes de lotería, quien accede y posa para la cámara.
La mujer, le pide sus billetes de lotería. Jorge le muestra su mercancía. La mujer elige sus números y se retira, despidiéndose de manera familiar de Jorge, quien sigue con su andar por los pasillos de La Cruz, repartiendo la suerte en un pequeño papel con unos números, pero que pueden representar un cambio de vida, un golpe de suerte, un giro de la fortuna.
Como Jorge, aún sobreviven vendedores ambulantes de lotería, quienes caminan las calles ofreciendo persona a persona sus billetes y, en una de esas, el premio mayor.