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“Es lo más difícil que hay. Lo más difícil es cómo seguir adelante, porque te mutilan una parte de tu vida”, afirma Carolina Ramírez Suárez, sobreviviente a un intento de feminicidio en Veracruz, por parte de su ex pareja, de quien vivía separada hace más de tres décadas.
Radicada en Xalapa, Veracruz, Carolina, quien es activista de la Red Nacional Defensora de Derechos Humanos y las organizaciones civiles: La Esperanza y Vidam AC, que trabajan en el combate a la violencia contra las mujeres.
Su episodio de violencia se dio siendo defensora de derechos humanos. Su caso no se da por vivir en un círculo de violencia, sino por su actividad a favor de las mujeres y por el trabajo de concientización sobre este tema, “como si eso fuera una cuestión mala, entonces esta persona decide que eso es terriblemente contradictorio, que una mujer no puede ser así y decide hacer este tipo de tortura”.
Carolina sufrió este episodio el 4 de diciembre de 2014, cuando apenas era dada de alta de un hospital, tras sufrir en evento vascular cerebral izquierdo, que le impedía moverse y hablar con normalidad, pues tenía la mitad del cuerpo paralizado. En esas condiciones fue privada de su libertad, además de ser torturada por su ex marido, en la Ciudad de México.
“Me salvé porque logré pedir auxilio con el celular del agresor. Casi me desangro por todo el proceso de anticoagulantes [que le recetaban para su percance] por todas las heridas provocadas con tubos, cuchillos, palos, cuters, todo lo que se pueda imaginar, así como violencia sexual y sicológica.
“Cuando logro sobrevivir, llegué a un hospital [donde fue atendida] empieza todo el proceso de sufrir de nuevo en el sistema de salud, donde no conocen las normas, no hay un procedimiento, que se supone que está en papel y tinta, pero que no se lleva a cabo, y finalmente de todo el proceso de procuración de justicia”, narra.
Carolina dice que de no ser por la intervención de actores de primer nivel, la misma procuraduría había puesto en el acta que sólo hubo lesiones, pero fue cambiado por feminicidio en grado de tentativa. Eso ayudó a que su caso no se “atorara”, como en la mayor parte de los casos.
“El fue mi esposo hace 33 años, luego reaparece y me priva de la libertad. Se aprovecha de mi invalidez y de mi inmovilidad para sustraerme.
“Es misoginia, pues me atreví a dejarlo cuando fui joven y cómo me atrevo a ser una mujer que rompe paradigmas, que está haciendo cosas, que sobresale y defiende mujeres”, enfatiza.
Señala que esa conducta es clásica de la cultura machista, las mujeres son culpables por ser libres.
La expresión en el rostro de Carolina cambia cuando recuerda el proceso, pues además de enfrentar las heridas emocionales que le dejó este episodio, tenía que luchar para que se hiciera justicia ante la falta de sensibilidad y conocimiento en equidad de género y la forma en la que se abordan estos casos en las fiscalías y procuradurías.
Apunta que su caso es como un botón de ejemplo “que aunque hagas lo que hagas, de todas maneras, como no hay sanción para estos operadores, finalmente ni jueces, ni magistrados, lo que logres hacer se encuentra con una negativa. Eso significa que no hay justicia”.
Señala que ante esta situación a las víctimas de la violencia de género no les queda más que recurrir a instancias fuera de México, pues en el país, aunque los responsables se declaren culpables, existan todas las evidencias, no se catalogan como feminicidios.
Carolina sigue luchando en defensa de los derechos humanos, con un interés en la violencia contra las mujeres, en particular el feminicidio.
Su atacante permanece en prisión, con sentencia mínima, sin haber sido juzgado con perspectiva de género, sin elementos que mandata la ley y los estándares internacionales, lo que se supone se ha avanzado en la capital del país.
Acota que en Veracruz, con la colusión de las autoridades con los criminales la impunidad prevalece, creando un círculo vicioso.
“Es lo más difícil que hay. Yo no digo que lo haya superado, no creo que alguien pueda superar algo así, pero lo puedes encauzar, canalizar”, cierra.