El sábado 3 de noviembre de 2012, a las 10:30 de la mañana, Juan Carlos recibió una llamada. Efrén, su cuñado y paisano en Estados Unidos, le confirmó a través del auricular que todo estaba listo para su próximo viaje al país del norte, donde trabajaría en el corte de cilantro.

Ese mismo día, al atardecer, Juan Carlos y sus dos concuños Elías y Romaldo hicieron sus maletas para pasar al otro lado. Osvaldo, un chico de 17 años, subió con ellos para tomar el mismo camino y dirigirse a la Unión Americana; sin embargo, el viaje de los cuatro migrantes se alargó más de lo esperado. Cinco años después sus familiares no saben nada de ellos.

Originarios del municipio de Jalpan de Serra, ubicado en la Sierra Gorda de Querétaro, los cuatro hombres se dirigían al estado de Texas cuando perdieron contacto al atravesar el estado de Tamaulipas.

Dentro del mercado principal de Jalpan de Serra, Hermina lleva cinco años esperando a su hijo.

Esa mañana del 3 de noviembre, Hermina se encontraba a su lado cuando recibió la llamada que le confirmaría su viaje a la Unión Americana. El trayecto estaba planificado con la intención de llegar el lunes 5 de noviembre a Texas.

Su madre desconoce, hasta la fecha, la ciudad a la que arribaría su hijo, así como otros pormenores del viaje.

“Sigo como el primer día, no sé nada de él”, dice Hermina, quien no puede contener las lágrimas. Hace cuatro años y siete meses, Juan Carlos, quien en ese entonces tenía 28 años, se despidió de su madre, su esposa y sus tres hijos antes de dirigirse a la Terminal de Autobuses de Jalpan.

“Ese día le dije en la mañana a mi hijo: ‘en la tarde, antes de irte, pasas a verme para que Dios te bendiga y a darte algo’. Si es que te vas a ir, y sino, pues de todas maneras vienes (…)’. De ahí no sabemos nada. No sabemos qué fue de ellos, qué les pasó, dónde quedaron, dónde están, quién los tiene (…). Jamás he sabido nada. Yo era la que andaba más apegada por saber dónde estaban y visitaba Relaciones Exteriores, la fiscalía y ya no… ya hicimos lo que se pudo. Ahorita, yo ya no quiero hacer nada, ni ver a nadie, ni decirle a nadie”, reconoce con una mezcla de tristeza y reproche.

Hermina relata la desaparición de su hijo de forma breve y abrupta. Cuenta que esperaba recibir una llamada de Juan Carlos en los días posteriores a su partida.

Era la primera ocasión que viajaba hacia Estados Unidos y la intención de su travesía era trabajar en un plantío de cilantro al lado de sus concuños.

De acuerdo con su madre, el hermano de Antonia —la esposa de Juan Carlos— se comprometió a ayudarlos a cruzar la frontera.

Después de 15 días de la ausencia de noticias de su hijo, Hermina interpuso una denuncia por desaparición en la fiscalía estatal (en ese entonces procuraduría); a la par, acudió a solicitar ayuda a la oficina de Relaciones Exteriores, ubicada en el municipio de Jalpan de Serra.

Sin embargo, casi cinco años después desconoce el estatus de la investigación. El último avance sucedió el 8 de mayo del 2013, seis meses después de la desaparición de su hijo, cuando autoridades de la Fiscalía General tomaron las muestras de ADN para continuar con el procedimiento de búsqueda; no obstante, desde esa fecha no hay noticias del paradero.

Además del acercamiento con las autoridades, los familiares de Juan Carlos decidieron buscar ayuda con otros recursos. La información más reciente provino de una página de Facebook, donde un retrato hablado daba referencias del hallazgo del cadáver de un hombre de mediana edad en las inmediaciones de la frontera de Texas y Tamaulipas.

Aunque algunas de las señas reportadas coinciden con las de Juan Carlos —como el corte de su cabello y la descripción física—, su hermana menciona que los objetos con los que fue encontrado (pulseras y cadenas de oro) no le pertenecían. Su hermana amplía la imagen desde su teléfono celular, y el dibujo muestra a un hombre joven con cejas tupidas y labios gruesos.

“Mi hijo se fue y quién sabe si viva o no viva, solamente Dios y los que se lo llevaron lo saben”, menciona al arrojar una de las hipótesis: el secuestro por parte de un grupo del crimen organizado. “Es preocupante el caso porque hay muchos casos, muchos casos... No nada más están estos cuatro; hay otros de hace como cinco años, de las comunidades de Landa y de los alrededores.

“Yo ya voy para cuatro años, pero ya lo deseché. Hay gente que tiene seis años sin saber nada de ellos (sus familiares). Algunas familias... los dos hijos que tenían se fueron, se van a buscar otra calidad de vida y sólo encuentran otras cosas. No me explico por qué… mejor se lo dejamos a nuestro Padre. Es el único qué sabe que está sucediendo”.

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