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Los ojos de Francisco Cruz, vecino del pueblo de Jurica, se humedecen y su voz se quiebra. La madrugada del miércoles no durmió cuidando a sus tres nietas y a su hija, viuda hace menos de un año, luego de que las calles del pueblo se inundaran y arrasaran con todo su patrimonio. Para empeorar las cosas, dice, alguien entró a su casa y robó una televisión, de lo poco que se había salvado, pues ni los útiles escolares de sus nietas se salvaron.
El pueblo de Jurica, al menos en los alrededores luce normal. Los comercios abren sus puertas y los vecinos hacen sus vidas de manera cotidiana. Sin embargo, conforme se avanza por las calles empinadas hacia la parte central del lugar, el panorama comienza a ser otro.
Los restos de sedimentos y basura se juntan en las orillas de las calles. Las primeras afectaciones se comienzan a notar cuando se llega a las instalaciones de la escuela primaria Melchor Ocampo, en la calle de Camelinas, en el centro de Jurica, donde la barda perimetral fue dañada por la fuerza del agua.
La corriente debilitó la barda y la derribó parcialmente, quedando ladeada hacia el interior de la escuela. Sobre la calle de Lirios el lodo aún permanece en algunas zonas. Un trascavo empuja las pilas de lo que aparenta ser basura. Son las pertenencias de los habitantes de este pueblo que comparte nombre con uno de las fraccionamientos más exclusivos de la capital queretana. Los vecinos perdieron todas sus pertenencias debido a la corriente de las aguas de la presa Juriquilla, que por las intensas lluvias de la noche del martes y madrugada del miércoles provocaron la contingencia en ese lugar.
Son pocos los vecinos que tienen humor para hablar, para narrar su desgracia. No hay tiempo para anécdotas. Es momento de limpiar, de buscar lo poco que se pueda rescatar, salvar, quizá los papeles personales, esos que servirán para iniciar de nuevo.
Junto a una camioneta blanca, sin rótulos de gobierno, pero que es conducida por burócratas locales, cargada de escobas, está Francisco, quien escucha atentamente a los enviados del municipio.
Los empleados municipales le explican a un grupo de vecinos que se acercan a ellos a preguntar el plan a seguir. Francisco sólo tiene una duda: ¿cómo van a limpiar si no hay agua corriente en Jurica?.
El domicilio de Francisco se ubica en la calle De lirios, atrás de la escuela dañada. No quedó nada en su casa. Sus pertenencias quedaron totalmente mojadas. La voz del hombre es débil, habla lento, quizá por la falta de descanso o de alimento, pues desde que comenzó la contingencia no ha descansado, velando por sus nietas y su hija, así como por su esposa.
“Tengo una planta arriba, subí a mis nietas, pero yo estuve al pendiente toda la noche. No he dormido, me tocó turno en la tarde y por eso no he dormido nada. Me decía mi esposa que me durmiera, pero tenía que estar al pendiente, por si había un anuncio de Protección Civil”, apunta.
Luego, el personal del municipio les dijo que debían salir de sus domicilios. Así lo hicieron y cuando regresó ya no estaba una televisión. Se la habían robado.
Las edades de sus nietas son siete, cinco años y una más de nueve meses. Explica que son hijas de su hija, Diana Cruz, pues su otro vástago está estudiando en León, Guanajuato.
Francisco y su familia no las han tenido todas consigo, pues hace siete meses su yerno perdió la vida en un accidente vial, y la empresa dueña del camión contra el cual se impactó argumenta que él tuvo la culpa, que iba en sentido contrario.
“Ahora nos pasó esto. Esto es algo de la naturaleza, pero pienso que a lo mejor el gobierno del estado tiene la culpa porque no desagua las presas. Ahora la presa El Cajón, en Juriquilla, aparte que está llena, hay otro bordo más abajo”, precisa Francisco, quien es mesero en un hotel del centro de la ciudad.
Dudas e incertidumbre
Son muchas las dudas, pero es más la incertidumbre que siente Francisco. Por el momento, dice que necesita unos colchones y una estufa, para satisfacer las necesidades elementales de la vida: comer y dormir.
“En mi caso es volver a empezar, porque lo perdí todo. En ese aspecto gobierno no te ayuda. Al menos una cama, un ropero, perdí todo”, puntualiza, al tiempo que subraya que sus nietas que van a la escuela perdieron sus útiles escolares, por lo que espera que puedan ayudarla en darle otro juego de libros para que siga estudiando.
En Lirios la gente termina de sacar el agua de sus domicilios, con ayuda de los empleados municipales, a quienes les piden que vayan a sacar el agua de sus casas.
Pedro Luna Camacho vive en el número 44 de Lirios, junto con otras siete familias. Las viviendas fueron invadidas por las aguas. Lo evidencian la pila de objetos del hogar que se acumulan frente a la casa de su vivienda. Narra que todo comenzó a las 01:30 del miércoles, cuando comenzaron a notar que subía en nivel del agua, haciendo la batalla un caso perdido.
Los ojos de Pedro se llenan también de lágrimas, causadas por la impotencia de saber que no se podía hacer nada. Dice que aún no se ha acercado ninguna autoridad para conocer qué necesitan.
J. Dolores Luna Olvera, también vive en el mismo sitio, explica que en los primeros minutos de continencia trataron de proteger la puerta, para evitar que el agua ingresara hasta su domicilio, pero en un momento la fuerza el agua fue tanta que no pudieron hacer nada.
Ahora, tras perder todas sus pertenencias, le piden a las autoridades que les apoyen con unos colchones, pues necesitan esto para dormir y recuperar fuerza. Dolores es jardinero y vive al día, pero con las inundaciones no puede salir a trabajar, pues todos los jardines que hacía en este momento están inundados.
Metros más adelante, un hombre observa su auto color rojo, que es pérdida total, pues el agua lo cubrió a la mitad. El vehículo sirvió para detener parte de la maleza y el sedimento que arrastró la corriente en la madrugada del miércoles. El rostro del hombre es de desconsuelo, como el de la mayoría de los habitantes de Lirios, quienes no sólo vieron perdidas su viviendas, también sus negocios, pues de las tiendas sacan mercancía mojada y racks destrozados. Comenzar de nuevo será complicado.